Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Los Patios de Córdoba, testigos de la Historia

El baile de Miguel Primo de Rivera en Cruces (en los patios)

Los Patios de Córdoba, testigos de la Historia (1929)

Rafael Ávalos

0

De un año para el siguiente, el evento desaparece del calendario. Todo inicio resulta difícil, si se tira de tópico. En este caso la expresión no puede ser más cierta. A causa de una insuficiente respuesta de los residentes y una escasa presencia en la prensa, la de 1921 fue la única edición del Concurso de Patios, Escaparates y Balcones. Otra vez, Córdoba se quedaba sin la posibilidad de ofrecer, de manera oficial, al visitante sus tradicionales casas. Y hubo que esperar hasta 1933 para que de nuevo la ciudad, su Ayuntamiento, intentara promover una celebración popular en torno a unos recintos con personalidad propia y reflejo de una rica historia.

Aunque, en realidad, las viviendas exornadas con flores pudieron contemplarse en el último lustro de la década de los veinte. Eso sí, fue de una manera muy distinta a la conocida actualmente. Fue una costumbre que poco a poco parecía perderse la que vino a recuperar las casas-patio en un Mayo Festivo que aún se alejaba mucho de su configuración de hoy en día. Se trataba de las Cruces y todo partió del éxito del que gozó en 1924 la instalada por el Real Centro Filarmónico en su sede, el palacio de los Páez Castillejo. Tal hecho conllevó una especie de petición del Diario de Córdoba de promover un concurso. José Cruz-Conde Fustegueras, alcalde en ese momento, lo vio con buenos ojos y a ello se acudió.

De esta forma, en 1925 nació otro certamen que perdura hasta el presente. Sí, es el Concurso de Cruces de Mayo. Éste surgió al calor de las más emblemáticas viviendas de Córdoba, que se convirtieron en los principales escenarios para los montajes. Dicha iniciativa obtuvo un notable respaldo popular y mediático. Aparentaba tener una gran continuidad, pero en 1929 se celebró, en este formato, por última vez. Bueno, y de cualquier modo, ya que no se recuperó hasta 1953. Pero ésta es otra historia. Es en el año de cierre de ciclo en el que los patios, volvieron a ser testigos del permanente proceso de cambios de la ciudad y también de España. Y en ellos estuvo presente el presidente del Consejo de Ministros, o más bien dictador, Miguel Primo de Rivera.

Seriedad perdida al compás del flamenco

El 5 de mayo de 1929, el jefe de Gobierno viajó a la capital por una razón concreta. Tal día estaba prevista la inauguración del monumento al Duque de Rivas, que aún hoy puede observarse en los Jardines de la Victoria -antes de la Pérgola-. El homenaje al escritor romántico, Ángel de Saavedra de nombre, y también político atrajo a Córdoba a Miguel Primo de Rivera, que en esa época estaba pendiente de la apertura de la Exposición Iberoamericana de Sevilla -que tuvo lugar el 9 de mayo-. Sea como fuere, el hombre que acabó con el constitucionalismo en España con la aprobación del rey Alfonso XIII, dedicó toda una jornada por estos lares. Llegó a la ciudad sobre las once de la mañana y la dejó atrás después de la una de la madrugada.

Dada la extensa agenda de actividades, entre las que estuvo la visita a la obra de la nueva Escuela de Veterinaria -edificio neo mudéjar siempre impresionante y que hoy es sede del Rectorado de la Universidad de Córdoba-, es mejor acudir al apartado festivo de la visita. En la tarde noche de ese 5 de mayo, Miguel Primo de Rivera quiso conocer de primera mano las Cruces con primeros premios. Y así, su ambiente. En primer lugar se dirigió a una de las casas-patio más recordadas en la actualidad, el 33 de la calle Montero, donde confluyen los barrios de San Lorenzo y San Agustín. Acto seguido se dirigió a la Cruz expuesta en el 13 de la plaza de Séneca, en el barrio del Salvador y la Compañía. Y finalmente acudió a la Huerta de la Reina, a la calle Goya.

Lo cierto es que, según cuentan los periódicos del día después, el 6 de mayo, Miguel Primo de Rivera disfrutó como cualquier otro. Perdió la seriedad, que se le presupone a un gobernante, más si cabe uno de su tipo -ya se sabe-. «El presidente del Consejo, el gobernador, el alcalde y sus más significados acompañantes bailaron con lindas muchachas», explicó el Diario de Córdoba. Quien en 1923, poco después de aquella polémica visita de Alfonso XIII a Córdoba, dio un golpe de Estado para traer al país su Directorio Militar -dictadura-, después convertido en Directorio Civil -dictadura-, acabó por sucumbir ante los compases flamencos. Tan feliz estuvo que por un instante creyó perder la cartera, aunque eso ocurrió en Montero, 33. ¡Quieto todo el mundo! ¡Que no entre ni salga nadie! ¡La cartera! Nada, la había cambiado de bolsillo y lo olvidó.

Adiós a las Cruces, los Patios y el régimen

Esta última anécdota la recogió el periodista Francisco Solano Márquez, quien recordó que la comentaba, años después, Rafael González Barbero, en esa fecha concejal del Ayuntamiento. Lo indudable es que el dictador pudo evadirse de una realidad española aún más difícil que la que acompañó a Alfonso XIII en 1921. Sin ir más lejos, sólo unos meses antes, en enero de 1929, fracasó un intento de golpe de Estado contra él -que mandaba tras un golpe de Estado-. La conspiración la encabezaba, curiosamente, un cordobés: Juan Sánchez-Guerra. Cada día más desgastado, en 1930 dimitió y poco después falleció por los efectos de su diabetes.

Mientras, en Córdoba, debido a la falta de recursos económicos en 1930, el Concurso de Cruces desapareció del calendario. Y con él, los patios, que correrían mejor suerte pocos años después. La ciudad decía adiós, de nuevo, a celebraciones que vinieran a preceder a la Feria de Nuestra Señora de la Salud, que era la única que pervivía de mucho tiempo atrás. En mayo de 1929, cada uno de los participantes mencionados logró un primer premio y con él hasta 300 pesetas -no en total, sino individualmente-. Además, hubo tres segundos galardones, cada uno recompensado con 100 pesetas; 13 terceros con una bonificación de 50 y siete cuartos que recibieron 25. Más de 2.000 pesetas en conjunto, un dispendio para la época.

Y resulta que los patios de la ciudad vivieron en una monarquía constitucional, que vieron marchar en 1923. Después atendieron el desarrollo de una dictadura dentro de un reinado. También le dirían adiós a ese sistema pues España continuaba en una situación de efervescencia ideológica, en lo que parecía un pulso entre unos y otros. Monárquicos y republicanos casi ya en esos días de 1929. Lo que tendría que llegar, significaría el ostracismo de las Cruces, pero traería el intento de dar fuerza al breve certamen, el nacido y extinto -en apariencia- en 1921. Ésta es otra historia, es verdad, y quizá sea la siguiente relacionada con el Concurso de Patios…

Etiquetas
stats