Rafael Ruiz Serrano: “Estamos deteriorando el sistema universal de educación”
Estudió en los Escolapios de Madrid gracias a una singular transacción. Ejercer de monaguillo de seis a nueve de la mañana, y de lunes a domingo, a cambio de la matrícula. Hablamos de un colegio privado de pago inaccesible entonces para las familias pobres. Y hablamos de los años sesenta, en pleno franquismo, cuando la Iglesia católica monopolizaba la enseñanza y la educación universal era todavía una ilusa quimera. “Pese a todo”, afirma sentado en el vestíbulo del Hotel Córdoba Center, “yo recuerdo aquel tiempo como feliz”.
PREGUNTA. ¿Cómo eran los colegios entonces?
RESPUESTA. Depende. Los niños, incluso los más pequeños, tienen una capacidad inmensa para detectar si un profesor es bueno. He estado en muchos sitios, he pasado por muchos colegios, he tenido magníficos maestros y gente muy cruel que nunca debió de ser profesor.
Lo que las familias buscan en la concertada no es la calidad educativa, sino la seguridad del entorno social
P. Usted vivió el colegio franquista.
R. Cuando me tocaron algunos de esos maestros era una auténtica tortura. Hablar en clase podría suponer un bofetón inesperado o que te zurrasen con la regla sin piedad.
P. Eso afortunadamente se ha extirpado ya.
R. Efectivamente. No solo está prohibido sino que sería hoy impensable.
P. Antes era lo normal.
R. No solo era normal, sino que algunos padres entendían que formaba parte de la educación de sus hijos.
P. Sus maestros en los Escolapios eran todos religiosos.
R. No. La mayor parte de los maestros no eran religiosos. Era un colegio muy grande con muchísimo alumnado, la mayor parte de pago, y los maestros casi todos eran seglares.
P. La religión era un elemento clave.
R. Básico. Fundamental.
P. Tenían que rezar todos los días.
R. Yo con siete años sabía ayudar a dar misa en latín, porque era condición indispensable para entrar. Me dieron una gran cartulina que me tuve que aprender de memoria para ayudar en misa y poder asistir a clase.
¿Dónde está el alumnado con más dificultades económicas y sociales? En la pública
Poco después regresó a Córdoba. Su padre falleció y volvió a su Cabra natal junto a su madre. Años más tarde acabó estudiando Filología Hispánica en la Facultad de Letras. Terminó en 1980 y se buscó la vida provisionalmente dando clases y echando jornales en el campo. Su primer trabajo como profesor fue en las Teresianas. “Tuve una experiencia extraordinaria. No solo por lo bien que me trataron sino porque aprendí a ser profesor”. Tenía 25 años. En aquel tiempo, el centro era exclusivamente de niñas.
P. ¿Qué es lo primero que aprendió como maestro?
R. A escuchar a los alumnos. Y a tratar de entender cómo ven ellos las cosas para poder explicarles cómo las veo yo.
Devolver a la Iglesia el dominio en la educación es una vuelta atrás en la historia
En las Teresianas estuvo tres años. Luego se presentó a las oposiciones y las aprobó al primer asalto. Ya estaba casado, tenía una hija, necesitaba seguridad laboral y solo la educación pública podría garantizársela. Lo que vino después fue el periplo interminable por media Andalucía que ustedes conocen. Alcaudete, Morón, Estepa, Posadas y finalmente Córdoba. En total, 18 años de diáspora. Hasta que en 2002 fue nombrado director del instituto El Tablero. “Se aprende mucho como director. Cuando uno estudia Filología, no te enseñan a administrar el personal ni la economía de un centro. Y la dirección exige mucha disponibilidad personal y ejemplaridad. Yo cambiaba los horarios de los descontentos por el mío. Sin problema ninguno. Porque un director tiene que estar permanentemente disponible”.
Pronto supo hasta qué punto. Un día lo llamó la Policía a las tres de la madrugada. Habían saltado las alarmas del centro. Tuvo que levantarse, vestirse y presentarse en la puerta del instituto con las llaves en el bolsillo. Fue una falsa alarma. Se había colado un pájaro por una ventana y se disparó el sistema de seguridad. No fue la única vez. “Lo primero que nos robaron al poco tiempo de empezar fue la bandera. Eran los mundiales y resultaba más barato robarla del instituto que comprar una”.
P. ¿Cómo era un instituto en los ochenta?
R. Como reflejo de la evolución social, el alumnado ha cambiado tremendamente.
P. ¿En qué sentido?
R. Más dificultad de atención, más dispersión y una mayor resistencia a la autoridad del profesor. Ahora es más difícil impartir una clase que cuando yo empecé. Sin duda ninguna. No es el alumno ni mejor ni peor. Hay alumnos extraordinarios que he tenido en mi última etapa y alumnos extraordinarios que tuve cuando empecé. La cosa ha cambiado suficientemente como para que muchos profesores hayan pensado adelantar su jubilación porque no tienen las herramientas necesarias para hacerse con un tipo de alumno al que no están habituados.
P. ¿Usted entiende que los profesores hoy día quieran huir del sistema educativo?
R. Lo entiendo porque ser profesor no es una cosa que se identifique con ser licenciado en cualquier otra especialidad. Es completamente distinto. Tengo compañeros de muchas especialidades que han terminado siendo profesores porque lo que querían hacer no habían podido hacerlo. Eso es lamentable. Y es un handicap a la hora de enfrentarse al aula. El profesor se enfrenta cada vez más, no solo a las dificultades en el aula, sino a las dificultades con la familia y con la administración.
Lo primero que aprendí como profesor fue a escuchar
Poco después de dirigir El Tablero, asumió la jefatura de servicio de Ordenación Educativa en la delegación de la Junta. “Ese es otro salto en el vacío”, asegura. “No te preparan nunca para pasar de dar clases a llevar un servicio tan complejo. Cuando entré era una especie de gigantesco cajón de sastre. Lo primero que necesité fue un mapa de mi servicio para saber que era lo que realmente tenía. Y, por supuesto, estuve un verano entero leyendo legislación”. Se hizo cargo de Ordenación Educativa en 2004 y allí se desempeñó hasta la jubilación doce o trece años después. Quiere decirse que tiene en la cabeza el intrincado puzzle educativo de Córdoba.
P. Esta misma semana una información en estas páginas decía lo siguiente: “La oferta concertada ya supera a la pública en Educación Secundaria”. ¿Qué está pasando?
R. Eso mismo me pregunto yo. La situación me preocupa mucho porque yo creo que la pública debe ser un servicio disponible para todo el mundo. No tengo nada contra la concertada. Pero la concertada desde el principio se planteó como una enseñanza complementaria. El pecado original está ahí. El Estado no tenía recursos suficientes para atender a todas las necesidades y tuvo que acudir al sistema de los conciertos. Estamos hablando de una enseñanza privada pagada con fondos públicos.
P. Concertar con la privada fue un pecado original.
R. No. El pecado original es que el Estado no ponga a disposición de la sociedad los recursos necesarios para que la enseñanza pública esté garantizada. Contra la concertada no tengo nada. En absoluto. He sido profesor de la privada y tengo un magnífico recuerdo de ello. Pero entiendo que el Estado tiene la obligación de garantizar la enseñanza pública para todo el mundo. Y aquel que quiera otra pueda elegir.
P. Una solución provisional de los años ochenta que se ha convertido en definitiva.
R. No solo en definitiva sino que ha ido creciendo paulatinamente. Pero yo creo que eso se debe a decisiones de carácter político.
Los alumnos hoy tienen más dificultad de atención y mayor resistencia a la autoridad
P. Otro dato más: “La enseñanza pública pierde tres puntos en Andalucía en solo diez años”. ¿Esto es un proceso irreversible?
R. No creo que sea irreversible. Obedece a pautas políticas muy determinadas. La enseñanza pública tiene una magnífica calidad y el profesorado es extraordinario. Lo que se busca cuando se accede a un centro concertado son otras cosas, no la calidad educativa.
P. ¿Qué se busca?
R. Eso tendría que preguntárselo a cada padre y cada madre.
P. ¿Y cuál es su opinión?
R. Yo creo que, en realidad, lo que se busca es un ámbito social determinado. Por ejemplo, la escolarización de inmigrantes no se da masivamente en la privada. A pesar de que la normativa debería ser la misma para públicos y privados, evidentemente los porcentajes de escolarización cantan. ¿Dónde está el alumnado con más dificultades económicas o sociales? En los centros públicos.
P. Nueve de cada diez alumnos de familias excluidas van a la pública.
R. Yo creo que más.
P. ¿Y a usted eso qué le parece?
R. Me parece que es un retorcimiento voluntario de la ley. Es decir, esas familias no tienen libertad de elección. No es verdad. Buena parte de los centros concertados, y lo reconocen ellos, cobran unas cuotas determinadas que no todo el mundo puede pagar. Una de las quejas más habituales de algunos de los padres que venían a mi despacho cuando estaba en la delegación era esa. “Preséntenos usted un escrito para que podamos actuar”, le pedíamos. Y nos contestaban: “No, porque si presento un escrito pueden señalar a mi niño”. Hay concertada donde hay negocio. En los ámbitos rurales no hay ni un solo centro concertado. El único sistema que atiende a todo el alumnado que viene de los cortijos diseminados es el público.
P. ¿Se está produciendo una segregación clasista de la educación?
R. Ha existido siempre. Lo que pasa es que, cuando creíamos que esto podía ir equilibrándose algo, se está volviendo a desequilibrar. Pero siempre en los lugares donde educar desde la concertada es rentable.
La libertad de elección de centro es una falacia
P. O sea: que la concertada se está quedando para ambientes sociales concretos y la pública para acoger a familias excluidas.
R. No podemos decir que la pública se esté quedando para eso. Pero lo cierto es que solo hay oferta de concertada donde hay posibilidad de que una empresa educativa tenga resultados económicos.
P. ¿Qué se busca con este sistema?
R. Yo no puedo decir qué se busca. Lo que sí se logra es volver a una situación que creíamos que podía mejorar. No todos los alumnos tienen las mismas oportunidades. Es evidente que un niño de un colegio rural no tiene las mismas oportunidades que uno de Córdoba cuya familia puede elegir entre pública, privada o concertada.
P. Estamos desmantelando o deteriorando el sistema universal de educación.
R. Desmantelando no, pero deteriorando sí. El cierre de unidades y de colegios públicos y, al mismo tiempo, la ampliación de unidades concertadas carece de sentido. Si hay menos población, que la hay, y se tienen que cerrar unidades, lo inexplicable es que se cierren siempre en la pública.
P. ¿De este fenómeno han participado todas las opciones políticas que han gobernado en Andalucía?
R. En la misma medida no. Conciertos ha habido con todas las opciones políticas. Lo que se está viendo ahora es un mayor apoyo a las opciones privadas.
P. Si perdemos la educación pública, ¿qué perdemos?
R. Perdemos el futuro. Sin duda ninguna. Yo pertenezco a una generación que sin la formación que me dio el sistema público habría tenido que seguir trabajando como sus padres en el campo. Muchos de mis compañeros de promoción somos hijos de trabajadores manuales. Y, sin ese sistema educativo, probablemente no habríamos podido mejorar. Durante muchas generaciones los hijos hemos vivido mejor que los padres y todo esto me lleva a pensar que nuestros nietos no van a vivir mejor que nosotros. Y eso es muy preocupante.
P. ¿Le estamos entregando la educación a la Iglesia católica?
R. Yo creo que no. Hace casi un par de siglos la educación era de la Iglesia católica y solo el sobrante estaba en manos del Estado. La Iglesia puede hacer lo que le parezca bien, pero el sistema educativo público tiene que estar garantizado. Y eso es lo que no se está garantizando.
¿Moviles fuera del aula? Sin duda
P. Pero si le estamos entregando paulatinamente la educación a la enseñanza concertada y la enseñanza concertada mayoritariamente es católica, es evidente que le estamos devolviendo a la Iglesia un dominio en la educación que ha tenido desde el siglo XIX hasta hace pocas décadas.
R. Probablemente.
P. ¿Y a usted qué le parece eso?
R. A mí me parece que es una vuelta atrás en la historia. Independientemente de que todo aquel que quiera una formación religiosa tiene derecho a ella, el Estado tiene la obligación de garantizar la educación pública para todos los ciudadanos.
P. ¿Es conveniente revertir conciertos educativos?
R. Si no son necesarios, claro que sí.
P. ¿Y es partidario de lo que se conoce como libertad de elección de centros?
R. Ya he dicho que la libertad de elección del centro no deja de ser una falacia. Solo hay libertad de elección para un tipo determinado de población y de familia. Cuando un inmigrante llega aquí, y lo sé por experiencia, los que tenemos que escolarizarlo sabemos dónde hay plaza y dónde no hay plaza. Y curiosamente en los centros concertados nunca tienen plaza.
P. ¿Y eso es legal? Los centros concertados que están sostenidos con dinero público tienen la obligación de asumir todo tipo de alumnado.
R. Claro, pero ahí las plazas están cubiertas. Donde hay vacantes siempre es en los mismos sitios.
P. ¿Hacen trampa?
R. Yo no me atrevo a decir que hacen trampa, pero lo cierto es que solo hay que mirar las estadísticas y ver dónde están escolarizados los alumnos con dificultades de todo tipo: económicas, sociales o intelectuales.
P. Esto a la larga va a producir que la mayor parte de las familias de la clase media van a preferir llevarse a sus hijos donde no hay conflictos.
R. Efectivamente. Yo creo que la calidad de la educación pública está garantizada. Lo que pasa es que muchas familias, a la hora de elegir centros concertados, lo que andan buscando es la seguridad del entorno social.
El reto del futuro es garantizar la igualdad real de los alumnos
P. ¿Hay que sacar la religión de las escuelas?
R. En las escuelas públicas la religión no debió entrar nunca. No estamos hablando solo de la religión católica, sino de todas las religiones. Lo que pasa es que eso es imposible con la legislación actual. No quitaría ni un solo derecho a los creyentes de cualquier religión el hecho de que se impartiese fuera de los centros. Al menos de los centros públicos.
P. Los concertados están sostenidos con dinero público. ¿En esos también habría que sacar la religión?
R. Hay una cosa que se llama libertad de centro y les da derecho a establecer cuáles son sus criterios. Yo ahí no entraría.
P. ¿Y es partidario del ideario escolar?
R. El ideario escolar es una cosa que se aprobó legalmente. En una de mis primeras entrevistas de trabajo yo iba con mi currículum flamante y muy orgulloso de mi memoria de licenciatura con sobresaliente. Las únicas preguntas que me hicieron eran referentes a mis creencias religiosas. Por supuesto, no me contrataron.
P. Eso quiebra la universalidad de la enseñanza.
R. Claro. Eso pensaba yo. Por eso no me contrataron.
P. ¿Qué batalla se perdió con Educación para la Ciudadanía?
R. Es una batalla que nunca se debió librar. Debió ser una asignatura independientemente de lo que ocurriese con la religión. Había que haberse impuesto una materia no ideológica. Uno de los problemas que ha tenido la sociedad española es que la moral religiosa que lo impregnaba todo desapareció, pero no fue sustituida por una ética civil de ningún tipo.
P. El Estado tuvo que renunciar a una asignatura de valores constitucionales y parece que el pulso lo ganó la Iglesia católica.
R. Lo erróneo fue el planteamiento. Y, por supuesto, la legislación habría permitido establecer una materia con ese nombre o con cualquier otro, pero que no fuese de enfrentamiento con la Iglesia sino una materia como se imparte cualquier otra.
La escolarización de inmigrantes no se da en la privada pese a la normativa
P. ¿De qué es síntoma el pin parental?
R. Los padres tienen derecho a determinadas cosas, pero la educación es asunto del Estado. Yo no tengo por qué aceptar que un padre me diga cómo tengo que impartir las clases. En absoluto. Hay una estructura suficientemente garantista y, si un profesor hace algo que no debe, el sistema tiene formas de control.
P. ¿Y qué puerta abre el pin parental en la educación?
R. Lo que está provocando es que muchos profesores se retraigan y dejen de hacer cosas positivas. Yo recuerdo que en algunas ocasiones hemos desistido de realizar ciertas actividades porque el enfrentamiento que podía provocar no merecía la pena.
P. ¿Móviles fuera del aula?
R. Yo creo que sí. Sin duda. No por coartar al alumno. Hoy día el alumno es incapaz de estar un tiempo seguido atendiendo y eso tiene mucho que ver con las nuevas tecnologías, que, sin embargo, son tremendamente útiles. Yo no puedo estar en clase pendiente del WhatsApp como profesor. Pero el alumno tampoco.
P. En el mundo de la imagen en el que vivimos, ¿el libro es un problema?
R. Para mí, que me dedico ahora básicamente al libro, a la lectura y a la escritura, creo que sí.
P. ¿La lectura es una batalla perdida?
R. Yo creo que no. Ahí yo soy optimista. A mí no me preocupa que el libro sea en papel o no. Yo llevo en mi dispositivo electrónico cien o doscientos libros vaya donde vaya y ya no cargo con el papel.
P. ¿Qué revolución pedagógica es urgente?
R. La de simplificar la educación y, sobre todo, la burocratización. De lo que se quejan mayoritariamente los profesores desde hace mucho es de que buena parte del tiempo que podían dedicar a la educación se lo tienen que dedicar a la burocracia. Se puede simplificar mucho. Yo he tenido que leerme todas las leyes orgánicas educativas que han salido. A veces, apenas se molestan en cambiar los contenidos, pero le cambian los nombres y complican las cosas.
La memoria sigue siendo imprescindible en la enseñanza
P. ¿El principal desafío hoy es el déficit de atención?
R. No sé si el principal, pero, desde luego, uno de los principales, sin duda ninguna.
P. ¿Por qué los niños hoy son tan dispersos?
R. Son hijos de la sociedad que les ha tocado vivir. Todo va más rápido. Tenemos tal cantidad de información que, si quieres estar pendiente de todo, necesariamente te tienes que dispersar. Si quieres dedicarte a leer, escribir o hacer un trabajo concreto, no puedes estar pendiente del móvil.
P. ¿Para qué sirve la memoria?
R. Para mí, es imprescindible. El recuerdo es una cosa esencial. Lo contrario de la memoria es el olvido.
P. ¿En la enseñanza es un arma básica?
R. Yo creo que sí. Y no en el sentido antiguo de la palabra memorizar. Si las cosas las tengo a mano, no tengo por qué guardarlas en la memoria.
P. ¿La formación del profesorado es la gran asignatura pendiente?
R. Creo que no. La formación del profesorado se ha cuestionado mucho. Cuando llegó la crisis una de las cosas que se planteó fue que había que reducir la formación del profesorado. A mí me parece que la formación es una de las cosas que se hicieron bien. A nadie se le ocurriría decir que un médico no tiene que seguir formándose en nuevas tecnologías.
P. ¿Y las editoriales son las que mandan?
R. Recuerdo que en mi departamento éramos muy exigentes con las editoriales. Hacíamos un barrido de todo el mercado y elegíamos lo mejor. Y, a veces, elaborábamos nuestros propios materiales curriculares. Si quieren tener negocio, las editoriales tienen que adaptarse a las necesidades del profesional y no al revés.
P. ¿Cuál es el reto del futuro?
R. Garantizar la igualdad real de todos los alumnos.
P. No está garantizada.
R. No está garantizada. Es decir: la posibilidad de que todos los alumnos tengan los mismos derechos.
La cosa ha cambiado tanto que muchos profesores adelantan su jubilación
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