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Todo vuelve a estar en su lugar en El Arcángel

Córdoba CF- Granada CF en El Arcángel | ÁLVARO CARMONA

Rafael Ávalos

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La afición sonríe de nuevo, tras la dolorosa campaña en Primera, en el reencuentro con su equipo, que recupera el sabor del triunfo en el coliseo ribereño

Está el que tiene dudas. También el pesimista, el que cree que todo va bien y el que simplemente calla y observa. Están todos. Todos los que no se encuentran en su retiro vacacional. Es 1 de agosto y hay quien busca un lugar de descanso, lejos del calor. Quizá la playa, quizá la montaña. El que continúa en su casa, no lo duda. Y no falta a su cita con El Arcángel. El coliseo ribereño vuelve a abrir sus puertas. Al fin, piensan muchos. Sobre todo aquellos que a duras penas logran superar el tiempo en el que el balón no rueda. Ya lo hace otra vez. El aficionado, sea cual fuere, regresa a su reino. Cumple el ritual: toma asiento, mira al terreno de juego y suspira. Otra vez en el fútbol. Es como el primer día de escuela. Llega el compañero de grada y el saludo precede a la conversación sobre el equipo, que todavía está en formación. Uno muestra agrado por los fichajes, el otro llama a la calma. Todo vuelve a estar en su lugar.

La entrada no es precisamente la mejor, pero tampoco es mala. La afición del Córdoba regresa a su estadio, junto a su equipo. Suena la música y los jugadores calientan. La grada, poco a poco, cobra mayor vida. El fútbol está de vuelta. El invitado a la fiesta del reencuentro, el Granada. Un Primera, como lo fuera el conjunto blanquiverde hace apenas unos meses. “Este año por lo menos vamos a ganar más partidos en casa”, bromea un seguidor en su asiento. El comentario jocoso es sin embargo un reflejo de la realidad: el cuadro califal tuvo un triste paso por la elite. Tan triste que bien podría haber significado un siniestro total en la fidelidad de su masa social. Pero no es así. El dato de abonados ya lo dice todo. También la presencia de unos 8.000 espectadores en un estadio que todavía no vibra. Aunque distinto es cuando los primeros acordes del himno de Manuel Ruiz Queco preceden al instante mágico. Las gargantas son un corazón e impresionan a los nuevos.

Nuevos que hacen las delicias de una afición que disfruta, que recupera la sensación de efímera felicidad al acudir al estadio. La tragedia de Primera está reciente, y duele, pero la herida comienza a quedar cerrada. Aunque Rene Khrin vista ahora la elástica del rival. Un adversario que nada puede ante un conjunto que desea agradar y que agrada. “Este equipo me gusta”, comenta un aficionado tras una acción ofensiva del Córdoba. Cuidado con la euforia, que luego sucede lo que sucede. Al descanso, el cuadro blanquiverde vence por 2-0 y ofrece una imagen olvidada. La que quiere su técnico, la que desean sus seguidores. El día del retorno es distinto, especial. Tanto que cualquiera puede recibir una ovación. Como se la lleva Razak, que está de vuelta. O como se la lleva el propio Khrin, que antes del partido saluda a la que fuera su afición y cuando camina hacia el banquillo no responde a los aplausos. Hasta Xisco parece conectar de nuevo con el cordobesismo, y éste con el delantero. Buen juego, dos goles y felicidad. Todo vuelve a estar en su lugar.

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