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Cristian López

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La historia de un club va siempre ligada a su contexto. Una relación indisoluble en la que el gran desafío es sobrevivir al paso del tiempo, más si cabe cuando se trata de un deporte minoritario, en el que tu propia y humilde pasión debe enfrentarse a las disciplinas más masivas. Así fue como se estableció en sus orígenes el Club Bádminton Córdoba. Un grupo de apasionados a dicho deporte quisieron un día unirse y formar un colectivo para disfrutar de su gran afición. Y para más dificultad añadida, el reto suponía hacer visible un proyecto casi sin tradición en la ciudad. Pero los sueños, a veces, no entienden de obstáculos infranqueables, pues la intención siempre encuentra alguna posible vía de escape. La aventura de dicha entidad comenzó en el colegio Aljoxaní, situado en el barrio de Fátima, y concretamente en el tercer trimestre del curso 1988-89. Sin mayor pretensión que el disfrute y el aprendizaje, señas de identidad que se mantienen tres décadas después, un grupo de alumnos y profesores comenzó a reunirse los sábados por la mañana en torno a una red, un volante y una raqueta.

Esos simples ingredientes sirvieron de caldo de cultivo para una pasión que, quizá sin saberlo entonces, a muchos les acompañaría durante el resto de su vida. Esa semilla que surgió entre las aulas acabaría convirtiéndose, tras un paso previo como escuela deportiva municipal, en lo que hoy en día es el Club Bádminton Córdoba. Fueron creciendo los alumnos y estos se convirtieron en entrenadores que, ya inscritos en la competición de la delegación cordobesa de la Federación Andaluza de Bádminton en la temporada 1991-92 -entonces bajo la denominación de CB Aljoxaní (dependiente de la AMPA del colegio)-, trataron de ir transmitiendo su propia pasión a otras muchos niños que comenzaban a ver cierta atracción en el zigzag aéreo de la pluma.

José Valentín, presidente del club, es uno de esos precursores que mantienen su fiel vinculación desde los inicios y él mismo rememora que han tenido una evolución “con muchos altibajos”, ya que “como deporte minoritario que es, nuestro número de jugadores ha sido muy irregular. Épocas con muchos jugadores, otras con menos. Muchas dificultades para encontrar lugares para entrenar”, recordando que “siempre hemos estado en lugares pequeños, en gimnasios de colegios e institutos, y eso nos ha limitado mucho”. Con todo, hubo momentos de efervescencia en los que se obtuvieron resultados notables, tales como un tercer puesto en la Liga Andaluza de bádminton, además de contar en sus filas con medallistas en Campeonatos de España y de Andalucía.

No obstante, como se ha dicho, la dificultad para encontrar un sitio donde echar raíces ha impedido al Club Bádminton Córdoba generar unas señas de identidad propias en forma y lugar. El citado Aljoxaní, el IES Gran Capitán, la sala deportiva de Fidiana y las instalaciones de la UCO en Rabanales, actual ubicación del club, son algunos de los enclaves por los que ha ido pasando la entidad. “El bádminton cordobés nunca ha destacado especialmente debido a las dificultades que tenemos los clubes de la capital para acceder a instalaciones como esta que tenemos ahora”, lo cual “limita mucho las posibilidades”, admite Valentín, subrayando en que “estos momentos el nivel de los clubes de la provincia está un poco por encima que el de los de la capital, quizá porque ellos tienen más facilidades para acceder a las instalaciones”. 

Sea como sea, el club califa cuenta a día con unos 40 o 50 jugadores, y se encuentra en plena fase de promoción tras ir recuperando poco a poco la normalidad tras la pandemia. Y es que las bases son el principal recurso de la entidad, ya que solo a través de la cantera se puede garantizar la supervivencia en el futuro. “Los niños que tenemos han respondido muy bien sus familias, y se han comprometido porque eran conscientes de que había que competir. No había otra forma de salir a flote”, puntualiza Inma Rojas, entrenadora y directora técnica, la cual hace hincapié con orgullo en el aumento del número de jugadoras, uno de los grandes lastres que ha tenido el club desde su fundación. 

Una familia. El compromiso de todos. Los jóvenes que hace años empezaron llevan ahora a sus hijos a que aprendan de su pasión. Un amor entre volantes, cuya llama seguirá ardiendo mientras haya unos pocos locos que siguen disfrutando de esa disciplina. Crecer y crecer desde los más pequeños. La única receta del verdadero éxito. 

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