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El hombre tranquilo en la reunión de los resignados

Djukic, en la banda de El Arcángel | ÁLVARO CARMONA

Rafael Ávalos

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El estreno de Djukic, calmado durante todo el partido, termina con un empate que bien vale para no torcer el gesto definitivamente, pero que no acaba con la decepción del cordobesismo

“Hoy tenemos que ganar”, comenta uno al otro. “A ver qué hace el equipo con Djukic”, responde el otro al uno. La conversación no tiene una línea clara. Los dos aficionados aguardan en la entrada del Fondo Norte. Esperan una cola en que todos los diálogos destilan cierta resignación y no poco optimismo. La esperanza nunca se pierde, mucho menos cuando uno está a punto de entrar en El Arcángel. Sin embargo, mientras el corazón dice sí, la cabeza frena la fe. “La Real está muy mal”, le indica un señor a su hijo. Cada cual busca su clavo ardiendo al que aferrarse, el mismo que quema cuando faltan tres minutos para un final nuevamente doloroso.

A las diez de la noche, vibra el estadio. Suena el himno. Todos en pie, bufanda en alto y voz al viento. En la banda, un hombre guarda la calma. Está tranquilo. Apenas lleva por estas tierras cinco días. Tiene corbata, pero no chaqueta. Es 25 de octubre, pero parece agosto en su despedida o septiembre que saluda. Atiende el espectáculo y a buen seguro en su interior piensa que nada puede ir mal. No muy lejos, otro tipo suspira. Tiene un juicio por delante. Mientras, en la grada continúa el aliento inagotable. “Esto es increíble”, apunta un seguidor al de al lado. Está sorprendido por la actitud de una afición que sigue fiel a pesar de la cadena de decepciones.

Con el balón en juego, la película dista poco de otras vistas anteriormente. El hombre tranquilo no pierde la calma. Ni siquiera cuando el rival, el equipo que dirige el tipo juzgado, toma ventaja en el marcador. Uno respira aliviado, el otro mira al césped y piensa que quizá algo puede ir mal. En la grada, la resignación gana la partida. Pero la esperanza sigue viva. Los chascarrillos se cruzan con las críticas. El lamento a veces es generalizado. Transcurre el tiempo y las sensaciones son las que son. El duelo es poco vistoso. Aburrido se podría afirmar. Aparecen los bocadillos. Si uno llega el estómago, las penas lo son menos.

Pero esa afición herida nunca se rinde. Poco necesita para volver a rugir. Una acción en ataque, una parada del guardameta visitante, una simple combinación… Cualquier atisbo de mejoría es suficiente para que El Arcángel suene a Primera. Una categoría a la que se quiere agarrar un Córdoba que despierta muy lentamente. Tanto que por instantes bosteza antes de intentar dar un zarpazo. Aunque no araña. Y en la banda, los nervios no pueden con el hombre tranquilo. Esto no debe de terminar mal, por mucho que tampoco acabe bien. Y una mano desata la locura. El tipo juzgado tiene una sentencia que le espera. Es clara, como la calma de Djukic en la reunión de los resignados.

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