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¿Pero por dónde va a entrar Cristiano Ronaldo?

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Paco Merino

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Los alrededores de El Arcángel son un hervidero en las horas previas al inicio del partido ante el Real Madrid | Muchos seguidores blancos conocen el estadio cordobesista por primera vez

Hay fútbol en Córdoba. Pero fútbol del que paraliza una ciudad y condiciona la rutina -aunque sólo sea por el caos del tráfico y las inevitables conversaciones al respecto- de todo el personal, le guste o no este deporte que hoy es más negocio que nunca. Entre la variopinta fauna que merodea los alrededores de El Arcángel hay dos especies que destacan. Una es la del seguidor blanquiverde veterano, cuyas batallitas hay que escuchar inevitablemente hoy. “Yo vi jugar aquí a Puskas en los 60”, cuenta uno a un grupo de adolescentes que no tienen ni de a quién se refiere el buen señor. Seguro que se reirían si alguien les enseña una foto del tal Puskas, leyenda mundial como Alfredo Di Stéfano, al que también presumen algunos de haber visto pasar por Córdoba. Esos mitos de balompié eran hombres maduros y gorditos, con una estética que tiene muy poco que ver con la imagen de los ídolos actuales. No lucían abdominales ni lanzaban un berrido furioso cuando marcaban.

El otro especimen llamativo en el entorno de El Arcángel era el del madridista despistado. “Es grandecillo el campo”, explicaba uno, con acento cordobés, a propósito del recinto que acoge al equipo de su tierra. Un ente ajeno, una formación de la que seguramente apenas conoce a dos o tres futbolistas porque han salido en el Marca o el As, o en los Deportes de Cuatro. El equipo de su corazón es el Real Madrid y por eso se afiliaron a la peña. Han ido a verlo más veces que al Córdoba -de hecho, nunca estuvieron aquí- y se dejan por él la garganta y el dinero. Y nadie puede culparles por ello. Hoy es su día más especial.

La gente se agolpa en el pasillo por el que pasará y entrará a las cocheras -si puede- el autobús del Real Madrid. Todos se afanan por saber en qué zona dará cuatro o cinco zancadas, con los cascos y las gafas puestas, con ese gesto tan suyo de autosuficiencia y ese tupé cincelado con pericia, el gran icono del madridismo: Cristiano Ronaldo. Quieren verlo y, si pueden, tocarlo. Hay muchas chavalitas con la equipación rosa del Madrid y algún peluche en las manos. Muy tierno todo. Mientras, la afición cordobesista habla de supuestos imaginables con esfuerzo. Las razones para pensar en un resultado positivo del Córdoba se basan en fórmulas tales como “el fútbol es imprevisible” o “hasta los más grandes pueden tener un mal día”. Es la hora de soñar con ver algo grande. Como Almudena, una niña que va con su madre y su abuelo al fútbol. Lleva una camiseta de Bebé con el número 24. El portugués se la regaló después de usarla en el partido de su debut en El Arcángel. “¿Te imaginas que marca y te lo dedica?”, le digo a la chiquilla. Su sonrisa es una victoria.

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