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Caballero, la paradoja y el eterno retorno

Carlos Caballero sonríe en un entrenamiento junto a Florin | MADERO CUBERO

Paco Merino

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Valladolid fue el escenario de la vuelta del medio blanquiverde tras una ausencia obligada desde septiembre del año pasado

La primera cara nueva del Córdoba en el mes de enero es la más antigua. Menuda paradoja. Carlos Caballero (Madrid, 1984) llegó al club en verano de 2011 y tiene firmado un contrato hasta junio de 2018. Si lo cumple en su totalidad, sería el futbolista con más temporadas en activo como blanquiverde en la historia moderna del club. Llevaba algo más de cinco meses sin tocar bola en el césped, después de que un error del club en la tramitación de su ficha le dejara inhabilitado desde el mes de septiembre. Con la apertura del plazo de fichajes se reactivó su licencia. Fue, de hecho, el primer refuerzo para la plantilla de Oltra. El técnico valenciano le convocó de inmediato en cuanto tuvo oportunidad para hacerlo. Vio desde el banquillo los encuentros ante el Mallorca (3-1) y el Almería (0-1). Celebró los triunfos con sus compañeros en el vestuario. Su retorno en Valladolid fue feliz en lo personal, pero desgraciado en lo colectivo.

Oltra le llamó para salir en el descanso del encuentro en el José Zorrilla, cuando los blanquiverdes acababan de perpetrar una primera parte horrible y estaban a merced del Valladolid, que iba ganando por 2-0 desde los diez minutos. Los pucelanos pudieron haber marcado algunos más. El asunto estaba realmente feo. Y a Caballero le dijo el míster que saliera a tratar de enmendar las cosas o, como mínimo, a adecentar el mal trago para el cordobesismo. El de Alcorcón suplió a Luso y despachó 45 minutos más bien intrascendentes. Se mimetizó con el empanamiento generalizado en su equipo. Esa media parte ha sido el mayor tiempo de juego que ha tenido en lo que va de curso, pues antes del percance en los despachos había actuado de manera esporádica en la Liga, siempre saliendo desde el banquillo. Trató de reactivar el juego del Córdoba en una zona en la que el Valladolid estaba mandando bajo el liderazgo del veterano Álvaro Rubio. Caballero tuvo como compañero en el doble pivote a Víctor Pérez, que estuvo desaparecido por completo, y en el tramo final encontró la alianza del efervescente Sasa Markovic, que puso energía, orgullo y algún disparo a puerta.

A Caballero se le notó el tiempo de inactividad. Está por ver si Oltra le da minutos en una fase de temporada que se presume determinante. El próximo sábado, ante el Leganés, el centrocampista podría reencontrarse con El Arcángel, su casa desde hace un lustro. Será un episodio más de una trayectoria singular, un eterno retorno por circunstancias de lo más descabellado. Ha tenido dos periodos de inactividad en torno a los seis meses y ambos han sido provocados por el fuego amigo: un compañero, Nwanko Obiora, le rompió la rodilla en un entrenamiento y eso le hizo perderse el ascenso a Primera; el propio club, en una gestión errada con su licencia, le dejó fuera de combate desde septiembre y hasta ahora. Caballero volvió en Valladolid, el sitio en el que jugó un play off de ascenso a Primera y en el que el domingo pasado puso la primera piedra del resto del camino.

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