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La Universidad de Córdoba celebra su 50º aniversario con un concierto en la Mezquita-Catedral

Concierto en la Mezquita-Catedral para conmemorar el 50 aniversario de la UCO.

Redacción Cordópolis

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La Mezquita-Catedral ha sido el escenario solemne de celebración de un concierto extraordinario para conmemorar el 50º aniversario de la creación de la Universidad de Córdoba. La Orquesta de Córdoba, dirigida por Alejando Muñoz; el Coro Averroes y el Coro Ziryab, dirigidos por Albano García y Carlos Castiñeira respectivamente, han interpretado la sinfonía nº 9 ‘Coral’ de Ludwig van Beethoven, contando con las voces de Auxi Belmonte, soprano; Serena Pérez, mezzosoprano; Emmanuel Faraldo, tenor y Javier Povedano, barítono.

Las mil invitaciones que se han puesto a disposición de la comunidad universitaria para conmemorar las bodas de oro de la Universidad de Córdoba se agotaron en cuestión de horas, despertando un gran interés entre el personal de la UCO.

El protagonismo de la música en este acto universitario trasciende la función de prestigioso ornato que la emparenta con fastos y fiestas para manifestar una decidida apuesta de la institución a lo largo de estos años. Esta se concreta en la creciente presencia de la música en Estudios de Grado y Máster vinculados al arte, la gestión cultural, el cine y la educación social, primaria, secundaria e infantil; en la creación de cátedras y aulas para su promoción y difusión; y en el apoyo firme a iniciativas para la práctica de la misma por parte de los miembros de la comunidad universitaria.

Hoy, la omnipresencia de la música en la vida social, política y cultural y su dimensión educativa, decisiva para el desarrollo integral del individuo, la sitúan, en tanto arte y lenguaje de extraordinaria capacidad simbólica y comunicativa, como vía de conocimiento incuestionable para la formación de una ciudadanía crítica y solidaria, espíritu que vertebra la obra que en breve escucharemos. 

Sinfonía nº 9 en re menor, op. 125

La Sinfonía “Coral” fue compuesta por Beethoven hace casi dos siglos. Con ella, el compositor que inaugura el Romanticismo musical quiso transmitir a la humanidad un mensaje de fraternidad que trasciende espacios y tiempos. La naturaleza universal del “Himno a la alegría”, canto de hermanamiento entonado por un cuarteto solista y un nutrido coro que cierra la sinfonía, deviene en poderoso e incuestionable símbolo. Como tal, ha sido objeto de versiones en los más diversos estilos y culturas musicales (recordemos “Himno de la Alegría” y “A song of Joy”, del cantante granadino Miguel Ríos) y de apropiaciones de la más diversa índole durante el S. XX. La más significativa y cercana adopta la conocida melodía, sin texto, como himno de la Unión Europea (1985), expresión de los ideales de libertad, paz y solidaridad.

Este ideario preside la Oda a la Alegría, publicada por el poeta alemán Friedrich Schiller en los años previos a la Revolución Francesa que, según se documenta, Beethoven conocía y tenía intención de musicalizar ya desde 1893. Años más tarde, el compositor deja constancia de su filantropía en el conocido como Testamento de Heilingestadt, prematura declaración de voluntades dirigida a sus hermanos a los 32 años, fruto de las crisis motivadas por los efectos personales y sociales de años de creciente sordera. Así, cuando en 1817 recibió el encargo de la Real Sociedad Filarmónica de Londres de componer la que sería su última sinfonía, comenzó a trabajar en el gran canto final de hermandad que concibió para ella, partiendo de una selección personal del poema de Schiller. La alegría y la libertad, como destino último y realización completa del ser humano, presiden el texto al que Beethoven pone música con una paleta de recursos que magnifica su universal mensaje.

Hacia el himno se orientan los tres movimientos orquestales que completan la obra, arquitectura sonora personal y reivindicativa que representa la lucha heroica de las fuerzas de la alegría contra sus enemigos.

El primer movimiento, Allegro maestoso, irrumpe amenazador, trágico y victorioso, dando paso a un Scherzo, segundo movimiento, que libra la batalla contra los enemigos internos. La serenidad y paz interior del tercer movimiento, Adagio, conduce al poderoso Finale, articulado en cinco secciones: la búsqueda de la alegría y su hallazgo en la conocida melodía que, desde la sección de cuerdas, se extenderá a toda la orquesta, metáfora de la alegría universal; el poder de la alegría, entonado por el barítono y, posteriormente el coro (“Que el hechizo una de nuevo lo que las rígidas costumbres separaron” -Deine Zauber biden wider…-, “todos los hombres serán hermanos allí donde tus alas se posen” -Alle Menschen werden Brüder…-) ; el triunfo de la alegría, canto fraternal contra las desigualdades sociales; la proclamación del abrazo universal, (“Abrazaos millones de criaturas, que un beso una al mundo entero, - Seid umschlungen, Millionen!...); una imponente doble fuga funde el poder de la alegría y el abrazo universal; y un final que celebra la alegría profana.

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