Movimiento es uno de los mejores discos de guitarra que ha hecho nunca un cantaor frustrado. Puede parecer una broma y lo es, ya que, si algo tiene el primer larga duración del guitarrista Luis Medina (Córdoba, 1990) es una aproximación seria, serena y profunda al toque flamenco y al papel de la guitarra como colchón sobre el que reposa el cante.
No es que Medina no vaya sobrado de virtuosismo -las filigranas dentro del disco son como un faro en la tormenta-; es que pone la floritura al servicio de la canción. Y, como resultado, Movimiento, que vio la luz a finales de 2020, ha acabado siendo un disco redondo de flamenco y una primavera en el invierno de la pandemia. Especialmente en el ámbito flamenco, muy tocado por el cierre de peñas, tablaos y la falta de escenarios.
En el kilómetro cero del flamenco de Córdoba, Medina se cita con Cordópolis para grabar una canción -“¿tiene que ser del disco?”, preguntará-. Ocurre a mediados de febrero, con un sol semiprimaveral y apenas una pareja de turistas y un grupo de jubiladas como únicos e improvisados espectadores. La canción que toca entonces no tiene ni nombre. Semanas después la bautiza. “Vida solo hay una. Le va bien al tiempo que estamos viviendo”.
PREGUNTA. Sacar un disco que se llama Movimiento cuando el mundo se detiene no puede ser casualidad.
RESPUESTA. Más que casualidad fue un cúmulo de circunstancias. Como hemos estado paraos, por desgracia, pues yo aproveché para grabar algunas cositas. Y se lo pasé a un bajista que me acompaña, Juanfe Pérez, y entre él y mi percusionista, Javier Rabadán, me animaron, porque me dijeron: “Si tienes ya cosas, ponte. Mejor que este momento no va a haber”. Yo era reticente por el dolor de cabeza que implica ordenar las ideas y meterte en el estudio. Pero bueno, al final, me puse y salió el disco. Y sí, se llama Movimiento inspirado en esta situación. En el libreto explico precisamente lo equivocado que está el concepto de pensar que la vida es siempre monótona. No sé qué filósofo dijo que la vida no es un charco, sino un río. Y el río puede ser el mismo, pero el agua nunca es la misma.
P. Uno no se baña dos veces e el mismo río.
R. Claro. Muchas veces queremos que todo siga igual y la vida es completamente cambiante como estamos viendo ahora. Y la música al ser un reflejo, está también en continuo cambio. Por eso concluyo que esa música es la que se compuso en ese momento y ya no soy la misma persona. Una vez sacado el disco, ya no veo las cosas exactamente igual. Porque todo está en constante cambio.
P. ¿Y cómo has plasmado esa idea en el disco?
R. Pues fíjate que una de las cosas que he hecho ha sido quitarle el protagonismo a la guitarra. La música, que es la que está en movimiento, pasa por un instrumento, pasa por el cante, y es ella la que va fluyendo. Es como la corriente, va de un lado a otro y es la protagonista. Y la guitarra es el hilo conductor.
P. Al guitarrista se le puede ver más estático en el escenario, pero porque el movimiento es más interno, ¿no?
R. Claro, al fin y al cabo es un reflejo interior que transmitimos con la guitarra. La guitarra es un canal o un medio para que salga lo que llevas dentro. Así que yo diría que más que estático es dinámico, porque está en constante movimiento, aunque sea de dentro afuera. Es como una traducción.
Y como traductor, Medina siempre ha tenido trabajo. Sobre todo por su rango estilístico y su dominio en los tres campos de la guitarra –acompañamiento al cante, al baile y como solista de concierto-. Su calidad como intérprete lo ha situado en el escenario junto a leyendas como Javier Latorre o Antonio Canales, y acompasando sus cuerdas a voces como las de La Susi o José Ángel Carmona. Y, al mismo tiempo que brillaba en escenarios y tablaos, iba rellenando sus primeras partituras como compositor o director musical.
P. ¿Qué significa la guitarra para ti?
R. Te podría decir que no veo la vida sin este instrumento y en cierto modo es verdad, pero, por encima de todo, es una forma de sacar afuera las movidas que tengo dentro de la forma más sincera posible. Los sentimientos que yo expreso con la guitarra no los expreso de otra manera. Yo no me desnudo de esa manera con nadie. Esa soleá, esa alegría, esa esperanza de que todo cambie, a lo mejor no lo puedo expresar con las palabras, pero sí con la guitarra -a través de un palo, de otro, de una armonía, unos ritmos-. Así que creo que la guitarra es la manera más honesta que tengo de desnudar mi alma.
P. Y, al mismo tiempo, es lo que te da de comer.
R. Claro, claro. Por lo menos hasta ahora. Con esto de la pandemia he tenido que volver a impartir clases. Así que la guitarra sí que ha sido también una manera de buscarme la vida.
P. ¿Cómo es pasar de un día para otro de estar tocando todos los fines de semana a tener que volver a dar clases, además online?
R. La semana anterior a la pandemia estuve en el Festival de Jerez con tres espectáculos distintos. Imagínate el cambio. De eso a estar encerrados de buenas a primeras. Así que he retomado las clases y ahora mismo tengo a siete personas. La suerte, para mí, es que había estado dando clases en el pasado, durante cuatro años, hasta que el volumen de trabajo me lo impidió. En 2019 estuve en Japón un mes y el invierno pasado otros dos meses. Pero bueno, yo soy optimista y quiero ver lo poco positivo. Esto que estamos viviendo es una cosa muy dura, pero teniendo salud y pudiendo tirar palante, todo pasa. Más se perdió en la guerra y por la tarde hubo toros.
P. ¿Y qué clase de guitarrista se aprecia en Movimiento?
R. Este disco no está pensado como una exhibición. Simplemente ha sido un ejercicio de introspección. De buscarme yo. Y yo realmente donde me encuentro cómodo es acompañando. A mí lo que me gusta es acompañar al cante. Es lo que he hecho siempre.
Movimiento efectivamente huye de los discos “para guitarristas” para situarse como un trabajo “para flamencos”. La prueba es el elenco de músicos que han acompañado a Medina en su primera aventura discográfica: Jesús Corbacho, Ángeles Toledano, El Choro, Álvaro Paños, Sergio de Lope, Juanfe Pérez, Iván Carpio, Alfonso Aroca, entre muchas otras figuras.
Entre ellos, también, El Calli, el gran cantaor cordobés fallecido hace unas semanas, que grabó con Medina El tuerto, la segunda canción del disco y la última grabación registrada por el patriarca de “Los plantones”. “Ha sido un regalo, una suerte y a la vez una pena que sea lo último que haya grabado”, afirma al respecto el joven guitarrista, que, si por algo ha destacado, a pesar de su juventud, ha sido por su entendimiento con todas las generaciones del arte flamenco.
P. Como flamenco has tenido tres escuelas: el conservatorio, los tablaos y las peñas y los concursos. ¿Qué te ha aportado cada uno?
R. Antes del conservatorio yo he dado clase con Juan Muñoz El Tomate, que ha sacado a los mejores guitarristas de Córdoba, como pueden ser Manuel Silveria o su hijo el Tomate, Patrocinio, Vicente Amigo… Esa ha sido mi principal escuela. Donde he aprendido todo. Luego entré en el Conservatorio, donde había muchos maestros, buenos maestros, que me dieron más amplitud y unos conocimientos más profundos de la guitarra. Pero la base del flamenco me la ha enseñado El Tomate. Y luego, los tablaos son la Universidad. Ahí es donde te fraguas bien. En los tablaos es donde más se aprende el oficio en sí; el oficio del arte. Igual que un albañil tiene su oficio y con mirar una pared sabe lo que tiene que hacer, los tablaos es lo mismo: en los tablaos no se ensaya y con mirar al bailaor ya sabes cuando te va a meter una escobilla y cuando quiere que metas una falseta. Los tablaos han sido mi escuela principal.
P. Quedan los concursos.
R. Los concursos son bastante importantes. Pero no por el valor que tengan. De entrada, no creo que tengan mucha cabida los concursos en el mundo del arte. Cuando hay mucho nivel no tiene ningún sentido. ¿Por qué? Porque cada uno siente de una manera. ¿Cómo valoras una pintura impresionista o una pintura realista? Los concursos son una forma de enfrentarse a que te juzguen. Y a los nervios. Porque ahí estás tú sólo. Y eso te enseña y te ayuda a avanzar. Pero, más allá de eso, y de que te de un poco más de difusión o reconocimiento, no le veo yo mucho sentido. Y eso que yo, gracias a dios, tengo muchos premios. Pero eso no significa que toque mejor que nadie, sino que en ese momento, a esas personas del jurado por lo que sea les ha gustado más tu manera de ser.
P. Los premios, además, no tienen mucho reflejo comercial.
R. Reflejo ninguno. Los premios no te dan eso. Con suerte que a lo mejor te vea alguien y apueste por producirte un disco en un momento dado. Pero no es lo habitual.
Luis Medina ganó uno de sus primeros premios con 18 años en la Fundación Cristina Heeren, aunque el campanazo lo pegó en 2017 y 2018, los dos años seguidos en los que se hizo con un premio de guitarra en el Festival Internacional del Cante de las Minas. Ese último año también fue seleccionado por la AIE como artista flamenco para realizar Un silencio para la calma, un espectáculo de guitarra de concierto en el circuito Flamenco en ruta por distintas universidades españolas. Todo ello, preludio de su primer disco, que ha acabado autoproduciendo.
P. Supongo que la falta de industria musical alrededor del flamenco es algo que hace que, en momentos como el actual, los flamencos estéis más solos que la una. Al final has optado por producir el disco a través de crowdfunding.
R. Totalmente. Siempre hemos estado solos y seguimos estando solos. En el caso de Movimiento, la idea ha sido también que sirviera como carta de presentación. Porque, a la hora de programar festivales, especialmente en festivales internacionales de guitarra, no es lo mismo presentar un dossier de trabajo que un disco.
P. Tú te has empeñado, además, en escribir tus propias letras, que es algo que me parece muy necesario, por eso de renovar los cantes.
R. La mayoría de ellas son mías sí. A mí lo que pasa es que, como me gusta tanto el cante, hay temas que los pienso desde ese punto de vista. Y muchas veces compongo a partir de la letra. Pero no es que yo piense que las letras son para enriquecer el cante, que ya es bastante rico de por sí.
P. Cualquiera diría que eres un cantaor frustrado.
R. Pues suena a topicazo pero a mí me encantaría cantar. Todo lo que escucho en mi casa, la mayoría es cante. Ahora estoy escuchando la antología de La Niña Los Peines de 13 discos que sacó la Junta de Andalucía, y que andaba yo detrás de eso. Pero es que hay tal cantidad de materia prima con la que jugar, no ya para un cantaor, sino para un guitarrista, y de ideas que te dan los propios cantes, que es impresionante. O sea, que muchas veces, nada más que mirando atrás y siendo capaz de aportar tu visión se pueden hacer muchas cosas. Es que el flamenco tiene una complejidad enorme. Es que, dentro de cada cante, hay una variedad increíble.
P. ¿Ser de Córdoba te marca como guitarrista?
R. Un poco sí. Sobre todo porque hay una escuela y una manera de tocar que, aunque no es tan pronunciada como la escuela de Jerez o la escuela de Granada, tiene unos elementos propios. Yo muchas veces no me doy ni cuenta. Pero ha habido varias personas que me han dicho Plaza grande suena a tu tierra. Creo que en Córdoba hay un toque un poco más sereno. Lo que caracteriza a la guitarra en Córdoba es un señorío a la hora de tocar más profundo.
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