Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Lee ya las noticias de mañana
REPORTAJE

En la mente de un estilista de la fotografía que puso el foco en la cara B de Andalucía

Uno de los marginados que retrató Atín Aya.

Juan Velasco

0

Fue un periodista que acabó en las galerías. También un obrero de la fotografía. Un foco para los que está en la sombra. Y un silencio antes de un disparo de flash. Fue padre, hijo y amigo. Atín Aya, nacido Joaquín Aya Abaurre (Sevilla 1955-2007), fue muchas cosas. Pero sobre todo fue los ojos con los que miraba a través del objetivo de sus cámaras.

Este miércoles, la Semana del Cine de Córdoba, Cinema24, ha estrenado el documental Atín Aya, retrato del silencio, dirigido por Hugo Cabezas y Alejandro Toro, que supone una inmersión en la obra y la personalidad del fotógrafo sevillano, un artista bastante desconocido por el gran público, casi en consonancia con las personas sobre las que fijó el foco en su trayectoria: gentes sin nombre, parte de una Andalucía que rara vez salía en los medios de comunicación o en los catálogos de las galerías.

El cordobés Hugo Cabezas, de hecho, señala que la película viene a hacer un poco de justicia en torno a una figura que, si bien es reverenciada en los círculos fotográficos, había quedado relegada a un segundo plano de nuevo, tras el auge de reconocimiento que tuvo hace una década con el estreno de La isla mínima, la galardonada película de Alberto Rodríguez que estaba inspirada parcialmente en sus imágenes de las marismas del Guadalquivir.

Atín Aya, retrato del silencio ha llegado a Córdoba tras proyectarse en los festivales de Sevilla y Huelva. Esta tercera parada es, para Cabezas, un poco más especial, en tanto a que el realizador y director de fotografía es cordobés. “No te voy a engañar, a mí me hace especial ilusión proyectar esta película aquí, en mi tierra”, reconoce. 

Entre el silencio y la verdad

La idea de resucitar la memoria de Aya surgió cuando Cabezas y Toro revisaron su legado fotográfico, oculto entre el de otros nombres más mediáticos. “Sentimos que había caído en el olvido y queríamos devolverlo a nuestros días”, explica Cabezas, que indica que el principal reto consistió en trasladar al cine no solo las fotografías de Aya, sino también su esencia, un desafío que requería capturar la quietud, la profundidad y el simbolismo de sus retratos.

Para ello, los directores optaron por un formato inusual de 5:4, evocando el formato que el fotógrafo utilizaba. “Queríamos que el espectador sintiera que estaba viendo uno de sus catálogos”, comenta Cabezas sobre una decisión técnica que subraya la intención de convertir cada fotograma en una ventana a la obra del artista.

Un artista que era un hombre culto pero reservado. Un fotógrafo que optaba por hacerse casi invisible, buscando que fueran las propias imágenes las que hablaran por sí mismas. “Desde el principio supimos que el título debía reflejar eso. Retrato del silencio no solo remite a su estilo fotográfico, sino también a su propia personalidad”, aclara el documentalista cordobés sobre un fotógrafo que exploraba la Andalucía rural y marginal, mientras los medios y los poderes de las grandes urbes vivían seducidos y embrujados con los fastos de la Expo del 92.

De hecho, Aya ejercía una dualidad fascinante: mientras trabajaba como fotógrafo oficial de la Expo, dedicaba sus horas libres a retratar las marismas y los pueblos olvidados. Para él, las personas en los márgenes de la modernidad eran las verdaderas protagonistas de su época.

La cara B de la Andalucía

Lejos de las camisetas y gorras de Curro, la mascota de aquella exposición universal, las imágenes de Aya desvelan una Andalucía detenida en el tiempo, donde la miseria convivía con una belleza brutal. Sus retratos de jornaleros, pescadores y campesinos capturan en algunas imágenes una plasticidad similar a la de algunos pintores, aunque con un enfoque más documental que artístico, fruto de su trabajo previo como fotoperiodista.

“Él lo que hacía era aprovechar los viajes en los que le habían contratado para fotografíar determinados sitios de Andalucía. Mientras hacía aquellos trabajos, aprovechaba su momentos de descanso para irse a buscar ese otro mundo”, explica Cabezas sobre un universo que, todavía hoy, sigue, en buena medida, congelado en el tiempo.

“Lo sorprendente es que, cuando visitamos las marismas siguiendo sus huellas, encontramos que muchas cosas no han cambiado”, confiesa el documentalista, que apunta que, probablemente, si siguiera vivo hoy, Atín Aya estaría captando las condiciones de vida de los migrantes que trabajan en la fresa de Huelva o los invernaderos de Almería.

Un legado inexplorado

No obstante, su legado más que vivo, lo que está es inexplorado. El documental revela que buena parte de la obra de Aya sigue siendo inédita. Según Cabezas, su hija María ha custodiado el archivo con esmero, pero aún queda mucho por descubrir, incluyendo series completas como un trabajo sobre Cuba que solo se ha exhibido una vez.

“Ese material nos ha dejado boquiabiertos”, confiesan los directores. Cada imagen inédita invita a revisar no solo la obra conocida, sino también a interrogar la narrativa oficial de la transición andaluza hacia una modernidad que, todavía hoy, tiene una cara B que los medios, las redes y los algoritmos optan por ignorar, y que precisa de estilistas como Atín Aya para que el silencio no se convierta en olvido.

Etiquetas
stats