Del escenario al andamio: la triste seguiriya de los flamencos de tablao tras el Covid
El flamencólogo Faustino Núñez definía el flamenco como “esa música y baile que gusta tanto a los extranjeros”. E iba un paso más allá: “si por los españoles fuese, el flamenco habría desaparecido hace décadas”. Lo decía al hilo de las noticias que hablaban de la situación desesperada que viven muchos profesionales del arte jondo que viven de tocar para los guiris.
Y Córdoba, uno de los puntos cardinales del flamenco, no es una excepción. Uno de los casos más típicos de los efectos del coronavirus en los tablaos es el de Mariano Romero, una figura muy importante de este otro flamenco cordobés. Un artista que ha pasado nada menos que diecisiete años cantando por Andalucía junto al gran guitarrista Merengue de Córdoba, y que, de la noche a la mañana, ha pasado de estar en los tablaos siete días a la semana a estar subido en un andamio pintando con brocha gorda.
“Menos mal que por lo menos he tenido la suerte de haber sido pintor. Es algo que tenía y he podido echar mano de eso”, explica Romero a CORDÓPOLIS tras una larga jornada de trabajo y con la pintura incrustada en las mismas manos con las que hace tres meses hacía palmas entre quejío y quejío. De la noche a la mañana, recuerda ahora, el teléfono dejó de sonar y Mariano se vio “encerrado y sufriendo, como todo el mundo”.
La semana anterior había estado cantando en Casa Cayetano, que se había convertido en su escenario habitual, del mismo modo que durante años lo había sido el mítico Tablao El Cardenal. Porque la suya ha sido una carrera que no se entiende sin el aliento y el asombro que causaba su timbre gitano y cabal entre los extranjeros.
“Los artistas tenemos nuestra parte de culpa porque vamos a lo cómodo”
Con ese arte se ganaba la vida y metía el dinero en su casa. Y el dinero, de repente, había dejado de entrar. “Esto ha sido un viaje de llevarte por medio. En mi casa estamos ahora mismo nueve. Aunque por suerte mis hijos ya están empezando a trabajar. Pero tú sabes, en Córdoba la cosa está fatal de trabajo”, señala el cantaor, que afirma que en las primeras semanas tuvo que andar “pidiendo ayuda a unos y a otros”.
Porque en casa de Mariano, como en la de muchos otros flamencos de tablao, no había ni había colchón ni ayuda para autónomos. Él no los esconde. “Los artistas tenemos nuestra parte de culpa porque vamos a lo cómodo. Nosotros pensábamos: 'Yo llego aquí, cobro lo mío y fuera'. Y eso es lo que nos ha pasado, que ahora no tenemos nada”, afirma sin rodeos el cantaor, que añade, con esa mezcla tan flamenca de pena y resignación, que en estos meses se le han quitado “hasta las ganas de cantar”.
Su historia es una más de las decenas que hay entre los artistas de tablao en Córdoba, cerca de 500 entre la capital y la provincia, según los cálculos del guitarrista Paco de Dios, otra de esas figuras habituales de los locales para guiris, las peñas y las Matinales de la Posada del Potro, el programa del Ayuntamiento que más y mejor ha tratado al tejido flamenco local en los últimos años.
Paco de Dios: “Algunos tablaos no van a volver a abrir”
Paco de Dios tiene claro que algunos tablaos no van a volver a abrir porque han caído “en un agujero económico”. “Los alquileres en la judería son un robo total. Hay negocios que pagan 15.000 y 20.000 euros al mes. Un local de 20 metros vale 3.000 euros. Y esos no han podido soportar estos meses”, explica el guitarrista, que añade que, si finalmente se producen esos cierres, mucha gente se va a quedar sin sustento.
No es su caso, afortunadamente. Paco dice que lleva once años como autónomo y no tiene ese problema, pero admite que la gran mayoría de la gente del flamenco “no cotizan y se han quedado sin ninguna clase de ayuda”. “La situación es totalmente cruda. No se pueden hacer eventos y este tipo de espectáculos eran parte importante del jornal de muchos”.
Es el caso de su sobrina, la cantaora Rocío de Dios, y de su marido, el guitarrista Rafa Ruz. Los dos acuden este jueves al Patio de la Judería, uno de los tablaos más importantes de Córdoba, un patio cordobés histórico, que lleva convertido en restaurante-tablao desde el año 2012. El propietario abre las puertas e impacta ver el local vacío, despojado de la alegría inherente a los tablaos, unos lugares donde hasta una seguiriya -el palo flamenco más triste- es un motivo de fiesta entre el público.
En ese mismo escenario Rocío y Rafa han tocado muchísimas veces. Antes del 14 de marzo, entre los dos tocaban unas diez veces por semana y se sacaban un dinero importante, unos 200 euros por bolo, según el guitarrista. El matrimonio tenía cerrado el verano al completo y les iba a ir muy bien entre tablaos, festivales y fiestas privadas. Y de repente, como fichas de dominó, todo se fue viniendo abajo.
“Nunca había sonado tanto el teléfono por temas de trabajo. Pero no era para trabajar, sino para cancelar un bolo detrás de otro. Todos cayendo hasta el 100%”, afirma Rafael. Rocío recuerda que aquella semana de marzo había estado trabajando todos los días y de repente todo se paró “sin fecha para volver”.
Ninguno de los dos era autónomo. Ninguno ha tenido ingresos durante los meses de abril, mayo y junio. Como matrimonio aprietan juntos a la espera de que amaine el temporal. “En nuestra vida privada hemos sido un equipo y teníamos claro que este virus no iba a poder con nosotros. Ha dado un giro de 180 grados a nuestra vida, pero sabíamos que no iba a acabar con nosotros”, sostiene Rafa.
Rocío reconoce que lo que peor ha llevado ha sido vivir sin contacto con el público. “Es nuestra gasolina y lo llevamos regular. No poder tocar hace que lo vivamos de una manera triste”, afirma la cantaora, mientras que su marido añade que “el escenario es un incentivo muy grande para un artista”. “Es como una droga. Un chute de adrenalina muy grande”, tercia al respecto.
La Asociación Nacional de Tablaos Flamencos
Ante esta situación y en plena crisis ha nacido la Asociación Nacional de Tablaos Flamencos, que aglutina los tablaos más importantes de Madrid, Barcelona, Sevilla, además otras localidades de referencia para este tipo de establecimientos a nivel nacional, que “suponen el 90% de la actividad en el mundo de lo jondo”, según el propio colectivo.
La asociación ha recibido el respaldo más mediático que podían tener, el de la artista Rosalía, que se ha sumado a las peticiones que hacen tendentes a la consecución de algún tipo de ayuda específica para el sector y sus artistas. Rocío y Rafa, por ejemplo, se muestran partidarios de este tipo de regulación, que daría seguridad a quienes viven de él.
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Mariano también se adhiere, aunque no sin antes entonar el mea culpa. “Ahora todos los artistas, con esto de la crisis, queremos resolver todo corriendo. Y yo, por lo menos, no lo veo así. Ahora toca mirar por el empresario, que también está malamente. Antes todos callaítos como perros. Pues ahora hay que mirar por ellos un poquito. Porque el empresario nos ha dado trabajo, muchas veces bajo cuerda”, señala Mariano.
El cantaor no puede evitar acordarse estos días de las palabras que tantas veces le repetía su mujer: “Nene aunque cantes, tienes que buscarte un trabajo”.
“Y tiene razón, porque si yo hubiera estado trabajando, pues ahora podría haber echado mi parito”, concluye Romero, que antes de marcharse se congratula de que el teléfono haya vuelto a sonar y de que, en las próximas semanas, vaya a volver a cantar en la Posada del Potro y en Las Tendillas. Paco de Dios también está enfrascado cerrando fechas.
“Los artistas flamencos somos como atletas de élite. Tenemos que estar todo el día tocando para cuando llegue el gran día”, afirma el guitarrista. El día llegará. Lo que está por ver es cómo de rubio es el público que asiste a los espectáculos flamencos en un año en el que, paradojas de la vida, se cumple una década desde que la Unesco reconoció al arte jondo como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
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