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Ramón Gutiérrez

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El Gran Teatro de Córdoba ha acogido durante los último dos días Malvivir, espectáculo protagonizado por Aitana Sánchez-Gijón, Marta Poveda y Bruno Tambascio con fragmentos de La hija de Celestina, de Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo, La niña de los embustes, de Alonso de Castillo Solórzano, La pícara Justina, de Francisco López de Úbeda, y Tres letrillas y un romance, de Francisco de Quevedo.

Todo un carrusel interpretativo por parte de las actrices, especialmente por parte de un Aitana Sánchez-Gijón, que ha estrenado este montaje en pleno estado de gracia laboral, mientras permanece en la cartelera su primera película con Pedro Almodóvar (Madres paralelas), y cuando está a punto estrenar a finales de mes la serie El corazón del imperio en Movistar+ y el audiolibro de La regenta.

La actriz ha sido el principal reclamo de Malvivir, que cuenta en primera persona la vida secreta de la pícara Elena de Paz, mujer libre, rebelde, ladrona, ingeniosa, embustera y fugitiva que desafía todas las convenciones de su época y paga el precio de su libertad.

Así, Malvivir es el viaje a la cara oscura del Siglo de Oro, un recorrido por las distintas capas sociales, escenarios y personajes de una época turbulenta y fascinante. También es la historia del amor desgarrado y salvaje entre Elena y Montuìfar; dos pícaros miserables en una España de esplendor y hambruna, de ensueño y engaño, de fe y brujería, de ilusión y muerte. La obra presenta una visión tragicómica del siglo XVII, una reflexión sobre la libertad y la supervivencia y un rescate de la literatura picaresca femenina del Barroco. La dramaturgia es de Álvaro Tato y la dirección de Yayo Cáceres.

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