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El militar cordobés de la Armada Invencible que cumplirá su última voluntad 436 años después

El óleo sobre la Armada Invencible de Nicholas Hilliard.

Juan Velasco

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“Mando que se diga por mi ánima nueve misas a la limpia concepción de Nuestra Señora de Santa Marina, en el altar de San Roque; mando que se digan por mi ánima en los Mártires de la Puerta, el Colodro, cinco misas a los Bienaventurados Mártires; [...] mando que se digan por mi ánima nueve misas a las Angustias de Nuestra Señora, para que ella me sea mi intercesora con su hijo [...] que yo perdón pido de cuantos males he hecho, y así le suplico ser merecedor de hacer cumplir este testamento. El verdugo no me da más lugar”.

Esas son las últimas palabras que escribió hace 436 años Antonio de Ulloa y Sandoval, un militar español, que tuvo la suerte de dejar un testamento antes de ser decapitado en la cárcel de Galway (Irlanda), donde se ajustició algunos de los pocos supervivientes del naufragio de la Armada Invencible el día 5 de octubre de 1588.

El militar viajaba, junto a más de un millar de tripulantes, en alguno de los tres barcos -El Lavia, la Juliana y la Santa María de Visión-que se estrellaron el 23 de septiembre de 1588 contra la costa irlandesa en mitad de una gigantesca tormenta que no pudieron orillar. Únicamente sobrevivió un centenar de indefensos y exhaustos marinos, soldados y civiles. Antonio Ulloa de Sandoval fue uno de ellos.

Estuvo un mes encarcelado hasta que fue ejecutado. No sin que antes, el verdugo le permitiera escribir unas palabras, aunque, por lo que dejó escrito, metiéndole algo de prisa.

Un testamento adjunto en una carta

Aquel testamento llegó a España un año después, en 1589, a través de una carta de Baltasar López del Árbol, alférez de los Tercios, natural de Granada y preso en Drogheda (Irlanda), dirigida a Hernando Hurtado de Mendoza, general de Fuenterrabía y de la provincia de Guipúzcoa. La misiva la trajeron dos católicos que huían de la persecución protestante, sin saber que incluía adjuntas las últimas voluntades de Antonio de Ulloa y Sandoval, natural -según López del Árbol- de la localidad zamorana de Toro.

Y más de 430 años después, el investigador Pedro Luis Chinchilla, autor del ensayo Prisioneros de la Armada Invencible y de la web armadainvencible.org, decidió sacar a la luz las últimas palabras que escribió aquel militar español antes de que la hoja le rebanara el cuello y corriera la misma suerte que otros 300 marinos, soldados y nobles, que fueron mandados ejecutar por el virrey inglés de Irlanda, William FitzWilliam el 9 de octubre de 1588, y que hoy yacen enterrados en una fosa común en el cementerio de Forthill.

Chinchilla publicó el testamento en su web dando por buenos los datos de López del Árbol y ha estado buscando infructuosamente los vínculos de Ulloa de Sandoval en Toro. “Allí evidentemente no estaban. Al revisar el documento original, pude comprobar que todas las advocaciones señalaban iglesias cordobesas. Me puse entonces en contacto con la cofradía de la iglesia de Nuestra Señora Coronada y, efectivamente, todos los templos que mencionaba Ulloa correspondían a un barrio concreto de Córdoba, el de San Agustín. Ulloa podría haber nacido en Toro, pero vivía en Córdoba sin duda alguna”, explicaba el investigador a El País.

Así que, tras contactar con la cofradía cordobesa, Chinchilla va a poder cumplir la última voluntad de Antonio de Ulloa y Sandoval, que será velado con tres misas por su alma en el altar de la capilla de la iglesia de San Agustín. Será entre el 3 y el 10 de marzo, 436 años después de que su mano temblorosa firmara su última voluntad.

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