Chema Conesa: “Los fotógrafos de conflicto son la primera línea de la credibilidad de cualquier medio”

El Centro de Arte Contemporáneo Rafael Botí de Córdoba es esta semana un mapa del dolor del mundo. En sus paredes están colgadas 120 imágenes de 40 fotoperiodistas españoles que han documentado con sus cámaras conflictos armados, desastres naturales y situaciones de vulnerabilidad social en todo el mundo. Lo han hecho, en su mayoría, por un salario ínfimo. Y muchas veces para medios extranjeros.
Esta es una constante del fotoperiodismo de conflictos español, explica Chema Conesa (Murcia, 1952), comisario de la exposición Creadores de conciencia, que ha llegado a Córdoba dentro de la propuesta de la Universidad de Córdoba, enmarcado en la programación del Seminario de Periodismo en Zona de Conflicto Julio Anguita Parrado. Conesa, una eminencia dentro de la fotografía española, ha pasado este miércoles hablando sobre el espíritu que hay detrás de esta muestra.
Lo ha hecho, además, ante públicos muy diversos: de chavales de instituto, a público general y medios de comunicación. Uno de ellos es Cordópolis, con el que charla mientras pasea por las estrechas calles de la Judería, haciendo tiempo antes de la visita de un instituto.
La fotografía cabalga a lomos de la estética
PREGUNTA. Háblame un poco del proyecto Creadores de conciencia y de tu labor como comisario en esta exposición.
RESPUESTA. Es una exposición que parte de DKV con la idea de hacer un homenaje a los fotógrafos españoles que estaban destacando mucho en el oficio profesional. Curiosamente, son fotógrafos españoles que triunfan más en el extranjero que aquí, puesto que trabajan casi todos ellos o muchos de ellos, para medios extranjeros, en parte porque son muy pocos los medios españoles que pueden permitirse las coberturas de sitios en conflicto.
Y bueno, el entonces director de esta empresa era un hombre muy concienciado socialmente, que era muy amigo del fundador del Open Arms, y que decidió embarcarse una experiencia personal sobre cómo trabajaban en este barco estos rescatadores en medio del Mediterráneo. Y allí conoció a un fotógrafo, y vio que trabajaba sin ninguna seguridad de nada, en el sentido de que no tenía encargo, no tenía cliente posible, no tenía compromiso de venta… Y, aun así, se estaba tirando meses en un barco para intentar hacer una foto que mereciese la pena. Aquello le impresionó tanto que decidió montar una exposición. Y nos contactaron a Juan Manuel Castro Prieto y a mí para que dirigiésemos este proyecto. El encargo fue reunir 120 fotografías de 40 fotógrafos, tres por cabeza, que conformaran una especie de mapa de los conflictos que vive el mundo.
P. ¿Conflictos armados o de todo tipo?
R. Sí, de todo tipo: desde guerras, hambrunas, problemas de educación, violencia contra la mujer… La idea era hacer una especie de resumen a través de las imágenes. Y a eso me dediqué yo: a seleccionar estos 40 fotógrafos para hacer este proyecto.

P. Un proyecto con un título bastante poderoso.
R. Yo aposté por Creadores de conciencia. Y no todos los fotógrafos estaban de acuerdo con esto. Algunos de ellos son simplemente profesionales, y decían: “Yo no vengo a concienciar nadie, vengo a hacer fotos para ser testigo de un hecho”. Pero bueno, al final convenimos que la conciencia no es una cuestión que emita el fotógrafo, sino que es más de quien ve la foto y decide empatizar o no.
P. A veces una imagen tiene una personalidad que está muy por encima de la personalidad del fotógrafo que la capta.
R. Aquí el tema es que el contenido es muy fuerte, por aquello de que estás en primera línea de unos hechos que son muy puntuales y muy serios y que tienen importancia social, política y vital. Y el otro hecho es que estamos hablando de medio de comunicación que son las imágenes. La fotografía tiene sus propias reglas de comunicación y, una de ellas, es que cabalga a lomos de la estética. Porque la fotografía tiene que estar bien construida técnicamente para que esa foto impacte más. Y ahí viene, pues, la eterna discusión entre quienes aplican estética a realidades inasumibles por lo horrorosas que son. Y bueno, pues eso, algunos les acusan de ser esteticistas de la miseria humana. Pero bueno, esto es irresoluble, en el sentido de que el fotógrafo de prensa viene de muchas partes.
En esta exposición, por ejemplo, hay abogados, sociólogos, psicólogos… Bueno, hasta un peluquero o un enfermero que trabaja en un hospital. Es decir, que hay gente que encuentra una vocación haciendo esto. Y esto es una parte de una voluntad prácticamente indestructible en unas personas que deciden hacer esto pese a que los riesgos físicos. Por tanto, solo queda alabarles, porque, obviamente, han construido una generación interesantísima de grandes fotógrafos españoles.
P. En tu caso, te licenciaste en filosofía y letras, no.
R. Sí, hice historia del arte y luego hice periodismo e imagen.
P. Y en una época y un mundo totalmente distintos al que tenemos ahora.
R. Pues hombre, sin duda alguna, aquellos eran momentos felices que tuve la inmensa suerte de vivir. Y digo suerte porque es una mera suerte circunstancial. Lo cierto es que, en aquel momento, la prensa era respetada porque por vez primera estábamos en democracia. Y lo que la prensa decía iba misa. Había una especie de respeto hacia el oficio, cosa que ahora con las redes sociales, pues se ha destruido muchísimo.
P. Si es que queda algo.
R. Yo insisto en que los fotógrafos de conflicto son la primera línea de la credibilidad de cualquier medio para el que trabajen. Y son tan conscientes, que son incapaces y tienen absolutamente prohibido el manipular una imagen en ningún sentido. La única manipulación, entre comillas, es una manipulación filosófica, que es el punto de vista que ellos eligen para hacer la fotografía. Pero el contenido es absolutamente cierto. Trabajan sobre soportes que se pueden demostrar que no están manipulados y esta generación y este oficio es el que está manteniendo la credibilidad de unos medios que, a veces por economía, están dejándose la credibilidad, y en una sociedad que está empezando a tener la sensación de que todo puede ser mentira. Y más ahora, con la inteligencia artificial, que propicia unas imágenes maravillosamente construidas, pero absolutamente falsas.
P. Con el auge de las redes sociales, no solo se ha minado el respeto hacia el periodismo, sino que también se ha cauterizado de alguna manera la conciencia del propio público o la audiencia.
R. Sin duda, esto es un efecto que se nota especialmente en la fotografía y en una sociedad rica y hedonista como la que tenemos en este país. Porque aquí se vive bien en general, obviamente, y estamos muy contentos de tener lo que tenemos y de pertenecer al mundo occidental rico. Y, ¿qué hacemos? ¿Cómo nos defendemos de lo que no queremos ver? Solemos decir para nuestros adentros: “Bueno, esto ya lo he visto yo”. Entonces, ver un muerto más o ver un niño destrozado, o un señor que viaja en patera en medio de las olas, pues generamos la sensación de que eso ya lo hemos visto y con eso nos defendemos. Pero eso no quita la realidad del hecho. El hecho es que son los mejores, los más fuertes, los más atrevidos de estos países en circunstancias de pobreza, los que se atreven a dar el paso, jugarse la vida y hacer este tipo de cosas que no nos atreveríamos a hacer nosotros ni de broma. Por tanto, eso es lo que, de alguna forma, queremos transmitir con las imágenes de esta exposición.

P. Antes has hablado de si merece la pena. ¿Qué te han transmitido los fotógrafos? ¿Les merece la pena aunque estén mal pagados, aunque se sufra y aunque haya imágenes que a veces no les permitan dormir?
R. Es una cuestión vocacional. Están ahí porque quieren. No hay vuelta atrás. Están ahí porque quieren hacer ese trabajo. Y muchos tienen medios para hacer otros, si quisieran. Son ellos los que eligen y, por tanto, no se arrepienten de nada.
P. Ahora en un rato creo que vas a hablar de esto mismo con los alumnos de un instituto, ¿verdad? Hablar de sí algo así merece la pena con chicos y chicas tan jóvenes es abrir un buen melón.
R. Bueno, a mí me gusta enterarme de lo que piensa la gente joven. Y la verdad es que te sorprenden. Estas generaciones zetas, como los llamamos los periodistas o los sociólogos, la verdad es que, bueno, viven un infierno. Para mí las redes sociales son un infierno. Y en ellas, están obligados a obtener likes, obtener puntuaciones sobre su aspecto, su forma de pensar, su forma de ser, su forma de vestir y están sujetos a unas exposiciones brutales. Y la verdad es que siempre me gusta ver cómo reaccionan ante estas imágenes.
“Son muy pocos los medios españoles que pueden permitirse las coberturas de sitios en conflicto”
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