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Almas de partitura al son de la batuta de la inclusión

Isabel y su tía son integrantes del Coro Gospel 'Libertad' y personas sin hogar

Alejandra Luque

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Cuando a Isabel le cambió la vida hace casi tres años, jamás imaginó que iba a poder relanzar el vuelo y dedicar a la música un tiempo en su día a día. Ella y su tía Pilar viven en la calle. Ese es su hogar. Una paradoja. Su cruz es también su libertad porque están despojadas de cualquier apego a lo material. Viven con lo básico que les facilitan desde la Fundación Prolibertas y valoran hasta la extenuación poder reunirse con otras personas distintas a ellas y vivir unas horas de música. Ambas forman parte del coro gospel Libertad que la organización puso en marcha en abril y que este viernes se ha estrenado en el aniversario de los 20 años de la fundación en Córdoba.

La profesora de la formación, Beatriz Rico, apenas tiene 23 años, pero ha sabido gestionar todas las casuísticas que se dan en iniciativas de este calado. El aspecto formativo y musical queda relegado a un segundo plano y prevalece la parte más humana de las personas, como es la empatía e incluir en la sociedad a personas que, por un motivo u otro, dejaron o las dejaron excluidas. Durante estos dos meses, esta músico -titulada superior en música por el Conservatorio- ha transmitido a 13 personas su forma de entender y disfrutar la música. Al principio, el coro estaba formado por más personas, tanto por sin techo como por voluntarios de Prolibertas como vecinos del barrio. Sin embargo, el número fue descendiendo por “el compromiso” que requiere iniciativas de este tipo.

Para comprender un poco más esta cuestión, no podemos dejar a un lado cuál es la situación personal de las personas sin hogar. Muchas tienen sus necesidades cubiertas gracias a Prolibertas, pero no dormir en la calle no puede ser fácil. Para quien duerme resguardado -no sólo del frío o del calor, sino también de la maldad humana- es duro escuchar a quien te cuenta que ya se “acostumbró” a dormir en la calle. Este ha sido el caso de una integrante del coro, persona sin hogar, que lo acabó abandonando a pesar de poseer una buena voz y ser una enamorada de la música. De ella, Beatriz tiene uno de sus mejores recuerdos. “Toco en la Orquesta Joven de Córdoba y un día comuniqué que tenía un concierto, pero que la entrada costaba dinero. Cuál fue mi sorpresa cuando, tras finalizar, allí estaba ella, guapísima emocionada. Y se había gastado diez euros, que es muchísimo para ella, sólo para venir a verme”.

Después del primer mes de toma de contacto, los últimos 30 días han sido de intenso trabajo y de ensayos en la Casa Libertad. Si el reto de montar un coro gospel amateur era grande, Beatriz lo ha hecho aún más al seleccionar dos canciones, que han interpretado este viernes, y que se alejan por completo del español. Así, los 13 integrantes del coro han tenido que aprenderse un tema en inglés -Every body clap your hands- y africana -Asimbonanga- . Francisco es voluntario del comedor de Trinitarios y decidió, junto a su mujer, apuntarse al coro, aunque finalmente él ha sido el único que ha continuado debido al idioma de las canciones. El carácter inclusivo de la iniciativa es lo que le movió a continuar, “poder estar con personas de distinta condición social”. Y se ha acabado “enganchando”.

Además de vecinos del barrio, al coro se han unido otras personas como Ángela, de la zona de la Avenida de Cádiz. Para ella, una experiencia “fabulosa” que le ha permitido “conocer a otros compañeros que están muy desfavorecidos”. “Ha sido muy enriquecedor y te hacer ver la vida de otra manera. Comprendes lo afortunado que eres con lo que tienes porque ves enfrente a otras personas que están mucho peor”. Como Isabel, que lleva casi tres años “viviendo en un zulo, en la calle”, como ella misma explica. Con un hijo a su cargo, en 2018 se quedó sin trabajo y sin casa y decidió emigrar a Barcelona a probar suerte. No la tuvo y regresó a Córdoba, donde tampoco encontraba “qué comer ni dónde vivir”. Recurrió entonces a Prolibertas. Aunque sigue viviendo en la calle, asegura “estar levantando cabeza”. “Tengo todas mis necesidades cubiertas de ducha, comida, ropa y hasta asistencia médica”. Cubierto lo básico, a sus 45 años encontró otro motivo para vivir y levantarse cada día. “Desde pequeñita me ha gustado mucho la canción”. Detrás de ella, su tía Pilar intenta no perder el paso en las indicaciones que Beatriz les da porque la música va acompañada de un pequeño baile. Una cojera se lo impide. A veces lo consigue y otras no, pero no cesa en su empeño. Su forma de afrontar la vida.

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