Rafael del Castillo radiografía las entretelas del Ayuntamiento en su despedida
Cuando tenía 14 años, el padre de Rafael del Castillo citó a su hijo -quien cuatro décadas después iba a convertirse en concejal de Asuntos Sociales por IU en el Ayuntamiento de Córdoba- a tener una charla en privado con él. Cerró la puerta, le sentó a una mesa y le dijo que lo que estaba a punto de escuchar era lo mismo que él mismo había escuchado de su abuelo años antes. Y éste de su padre. Y así por varias generaciones de Del Castillo.
Con esta anécdota ha empezado Rafael su despedida como edil del Salón de Plenos. “Todo lo que me dijo lo llevo en la mochila. Cosas buenas. Cosas no tan buenas. Una de ellas fue que los hombres no lloran. No me dijo nada de las películas o de momentos como éste. Ya veremos”, bromeó delante de todos los concejales anticipando una emotiva despedida.
Hace un mes Del Castillo anunció que dejaba el sillón y volvía a dar clases a su instituto público como profesor de Informática. Su marcha sorprendió y lanzó dardos al PSOE, su socio de gobierno, evidenciando los desencuentros. Pero este martes, el concejal dimisionario solo ha tenido palabras de agradecimiento, si bien su discurso, de un tono general positivo, no ha estado exento de un poso agridulce que ha servido para que su audiencia se asomase a cómo se respira, se discute y se vive en los pasillos del Ayuntamiento.
El Consistorio es un medio ambiente extraño donde surgen relaciones inesperadas. “Quién me iba a decir a mí que un anti taurino confeso y militante como yo se iba a hacer amigo de un torero”, dijo Del Castillo sonriendo a la bancada de enfrente, donde le escuchaba José Luis Moreno, edil del PP y antiguo matador de toros.
El concejal saliente intervino después de escuchar un emocionante discurso de una asociación de familiares de pacientes de enfermedades raras que reconoció el trabajo del edil y pidió al resto de grupos que tomase nota. El concejal también escuchó las palabras de sus compañeros de bancada, tanto de la oposición como de su colega en el activismo de Stop Desahucios, Rafael Blázquez, integrante en Ganemos. “Es mi amigo y mi hermano en la lucha”, dijo. Blázquez añadió que iba a echarle mucho de menos por “su capacidad de acuerdo y diálogo”. Un detalle que, dejó caer, no ha encontrado en las recientes reuniones políticas con IU para acordar las ordenanzas. Una colleja directa a Alba Doblas, delegada de Hacienda.
Tras las intervenciones de los grupos, De Castillo repasó su relación con cada uno de ellos. Especialmente interesante fue su reflexión sobre su propio equipo municipal, en el que se incluye Doblas. “Estoy muy preocupado por ella porque no sé con quién va a discutir ahora. Y, sobre todo, con quién se va a reconciliar tanto como conmigo”, se preguntó sin ocultar las costuras que se han tensado dentro del grupo municipal. “Discusiones que, sorprendentemente, no tuve con Pedro García, primer teniente de alcalde, a pesar de que las habíamos tenido, y mucho, antes del Gobierno. Espero repetirlas a partir de ahora”, rió. Su gran apoyo, reconoció, fue Amparo Pernicihi, delegada de Infraestructuras: “Con ella siempre me he compenetrado muy bien, ha sido mi complemento y me ha ayudado a afrontar los problemas”.
De Ciudadanos agradeció el trató personal, a veces efusivo en el cariño, que contrastaba, según él, “con la virulencia de sus intervenciones en el Pleno”. Por eso les invitó a replantearse esa dualidad tan marcada. Del PSOE reconoció su buena relación en lo personal y señaló con especial cariño a Carmen González, edil socialista de la que fue profesor, “aunque no la veía mucho por clase, aunque sí por los exámenes”.
Rafael del Castillo se despidió asegurando que había puesto su trabajo como edil “por encima de mi compañera y de mis hijos”. Y recomendó lo contrario: “No hagáis lo mismo, pero yo no he sabido hacerlo de otra forma”.
En su lista de agradecimientos, por último, incluyó a la sociedad cordobesa y a la militancia, a los trabajadores del Ayuntamiento y, especialmente, al Área de Servicios Sociales, junto a ONG y colectivos ciudadanos con los que más ha trabajado. “Seguro que ha habido errores y pido perdón por ellos porque no fueron voluntarios”. Un sonoro y cerrado aplauso de todos le ha hecho ver que los errores, de haberlos, fueron mínimos.
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