El ocaso de un mundo
La salida de Francisco Castillero finiquita una generación de personajes públicos que marcaron un largo periodo en Córdoba
Solo eran unas elecciones para elegir al presidente de la Federación de Peñas. Nada más. Pero... ¿de verdad nada más? En esencia sí, pero el resultado ejemplifica que la carga de profundidad de aquella cita era bastante alta. El hasta entonces intocable presidente de esta unión de asociaciones, Francisco Castillero, abandonaba dos décadas marcadas por un acercamiento al poder financiero y político que caracterizó lustros de la vida cordobesa.
Castillero dejó paso, por la fuerza de los votos, a Alfonso Morales. En unos comicios que se celebraron en la Federación de Peñas, cerca de la Mezquita. Un histórico edificio con un espectacular patio central propiedad de Cajasur que el entonces presidente, Miguel Castillejo, había decidido ceder a la Federación.
Aquel gesto altruista también servía para ver el nivel de entendimiento y de imbricación de una entidad popular, como las peñas, con la todopoderosa banca financiera de la Iglesia. Un tejido del que tampoco era ajeno el Ayuntamiento, entonces gobernado por Rosa Aguilar. La alcaldesa marcó sus mandatos por un evidente distanciamiento de las tesis de su entonces partido (Izquierda Unida) en favor de un sentido mucho más personal y popular de acercarse a determinados sectores de población. Y las peñas de Castillero o la banca de Castillejo, unidos a Aguilar, marcarían una época en común.
Castillejo fue el primero en ser desalojado del puesto. Medio por voluntad propia, medio por presiones políticas. Rosa Aguilar tardó algo más en dejar el barco, dimitiendo como alcaldesa y fichando como estrella del PSOE (primero consejera, luego ministra, después como diputada a la expectativa y ahora, de nuevo, como consejera). Y Casillero acaba de ser el último en rubricar su despedida.
Un cuarto elemento completaba la fórmula de aquellos locos años dos mil cordobeses. Otro personaje de reluciente pelo blanco (usaba el mismo decolorante de Castillejo) que había construido un imperio económico de la nada. Se llamaba Rafael Gómez Sandokán. No era raro verlos a los cuatro en las fotos de prensa de la época. Sandokán toco el cielo en la época de la burbuja inmobiliaria, declinó con su condena en el caso Malaya, resucitó en una rocambolesca vida política como jefe de la oposición al PP y se enfrenta a años de cárcel por impagos millonarios a las arcas públicas.
Con Castillero, Castillejo y Sandokán, fuera del mapa, solo la consejera de Cultura, Rosa Aguilar, sobrevive en una nueva vida a aquella época. Ella y el presidente de los empresarios, Luis Carreto quien, como el de las Peñas, llevaba dos décadas al frente de la patronal. Pero Carreto ya ha anunciado que lo deja y que cede el testigo no presentándose a la próxima elección.
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