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El amoniaco producido por los purines esparcidos en una finca de olivos impide a los vecinos salir de sus casas

Tractor que esparce los purines

María Berral

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Dos meses llevan algunos de los vecinos de Encinarejo y Villarrubia sin poder salir apenas de sus casas debido al amoniaco que producen los purines que el dueño de una de las fincas esparce en esta. Así lo ha explicado a Cordópolis Joaquín Martín, vecino de Villarrubia.

Una empresa de Encinarejo compró una finca de unas 50 hectáreas, según detalla Martín. Fue entonces hace dos meses cuando, al recoger la cosecha cuando empezó el problema. El nuevo dueño plantó olivos intensivos y empezó a irrigar, “no ha encontrado mejor forma que hacerlo que con purines de una macrogranja de cerdos”, señala. Lo que estos purines producen es amoniaco, que “inunda la atmósfera y llega hasta Encinarejo”, afirma.

El gas dificulta la respiración de los vecinos aparte de su mal olor, “el amoniaco se te agarra a la garganta”. Además, Martín explica que el encargado que tienen en la finca esparce el abono durante las noches “para que no le vea ningún vecino ni haya nadie del Seprona, ni Guardia Civil”. Aunque a veces se alarga hasta la madrugada, “hoy he llegado y estaba a las 7 y media todavía”, apunta.

Según cuenta el vecino, hay quien ha manifestado sus quejas directamente al encargado de la finca, sin embargo, asegura que la respuesta ha sido a la defensiva y “se ha encarado” a estos. Por ello, él ha decidido tomar otras vías y se ha puesto en contacto con Ecologistas en Acción de Córdoba, quienes les han aconsejado denunciar a Seprona (Servicio de Protección de la Naturaleza) de la Guardia Civil, donde ha realizado la denuncia. Este viernes, además, se ha reunido con el alcalde de Encinarejo para trasladarle la situación y la queja.

Martín señala que todos los vecinos de la zona son mayores y que incluso hay “una señora mayor con un hijo enfermo también, que le ha pedido que no echen más purines”. Aunque se les ha hecho caso omiso. El olor les hace “imposible salir de las casas”, incluso confiesa que su nieta de tres años que reside en Córdoba no va a verlo por la situación. “El otro día vino y me dijo abuelo, qué peste”, cuenta.

Por último, Martín señala que la situación también afecta a las aves que durante las noches se refugian en los olivos así como a los acuíferos ya que esta es la última finca antes de una cantera que da al río. Por ello, asegura que continuará haciendo lo posible para frenar este comportamiento por parte de su vecino.

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