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Diario del Confinamiento | Pasando el plumero

Limpieza con un plumero.

Juan José Fernández Palomo

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He pasado el plumero a los libros de mis estanterías suecas. Cosas que uno hace exclusivamente cuando el Gobierno decreta el estado de alarma. Dos veces ha sucedido desde el restablecimiento de la Democracia en España, en 2010, cuando se cerró el espacio aéreo por una huelga de controladores aeronáuticos y ahora.

Cuando lo de los controladores no pasé el plumero, así que ésta es mi primera vez. Todo empezó bien, porque encontré el plumero, artefacto depositado en un sitio remoto de una alacena que tiene al estornudo como efecto secundario.

Cuando me mudé a la casa en la que hoy habito ordené mi biblioteca según un criterio absolutamente personal sin rigor bibliotecónomo alguno, pero que yo, se supone, entendería.

Y una mierda. Al pasar el plumero he encontrado libros que yo creía perdidos o prestados sin devolución a cualquier colega del que no me acuerdo. Libros que eché de menos e intenté buscar infructuosamente.

Cuando eso ocurría, culpaba automáticamente al presunto amigo que no me había devuelto el libro; con el agravante de qué no me acordaba de a quién se supone que se lo había prestado cuando no lo había hecho. Un círculo maligno impropio de un carácter envidiable como el mío.

Peor es el caso de los discos, aunque este tiene una explicación más plausible. A veces me acuerdo de algún cedé que me gustaría escuchar (por ejemplo, mientras le paso el plumero a los libros), voy al mueblecito y no lo encuentro. Inmediatamente creo que lo he prestado y no me lo han devuelto.

Pero esto se explica porque suelo prestar discos después de invitar a los colegas a comer y tras una sobremesa de ingesta de bebidas espirituosas y sesiones musicales. Cuando, por fin se van, suelen llevarse discos recomendados para que los vuelvan a escuchar en sus casas. Y yo encantado.

Por ejemplo: he comprado tres veces el disco Omega, de Morente y Lagartija Nick, y sólo tengo un ejemplar (le voy poner un candado). No sé ni cuándo ni quién levantó de mi casa los otros dos ejemplares. Con mi beodo permiso, claro.

Agradezco a mi Gobierno su gestión de la pandemia, al menos porque he pasado el plumero por los libros y he encontrado alguno que creía prestado; es decir, posiblemente perdido.

(De los que me he encontrado prestados sin que yo los haya devuelto no hablo)

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