Diario del Confinamiento. Horror Vacui
Empieza el verano, de madrugada, como nacen los amores.
El verano que nació de una primavera muerta mientras el sol la luna y los astros han seguido ahí. En la bóveda, en el cielo.
Creo que el gobierno ha hecho que la cosa sea así. Llega el verano y llegamos a la nueva normalidad. Tal vez sea un decreto. Miro el BOE y se explican cosas, de turismo y de fronteras y de provincias y de esas cosas. Pero no dice nada de los planetas moviéndose en la bóveda celeste. Tampoco habla de los derviches girando con los brazos abiertos y un sombrero rojo. El BOE oculta cosas en el interlineado del negro sobre blanco, como el libro oculto de los mayas, como la Piedra de Rosetta, como los silencios en una película de Dreyer.
Un arquitecto hizo una bóveda de piedra en la Toscana y le puso así nombre al Cielo. Tan sencillo como eficaz; pero no fue fácil.
Los humanos inventan cosas y se quedan tal cual. Inventaron el miedo y la llave inglesa, y todo eso es inquietante. Yo le tengo miedo al futuro, lo reconozco. A un futuro pequeño y cercano al que llaman “vacío”.
Un miedo chico y cercano que no depende solo de mí, sino también de los que viven a mi lado. Un miedo pequeño que nos va a hacer redefinir las sonrisas, que nos va a robar algún beso, que reconvertirá los chistes sureños.
Sí. Tengo miedo a la invención del nuevo miedo, justo cuando empieza el verano, cuando
la ola en la orilla del Mediterráneo me lame el pie explicándome una historia.
Porque sí. Cierto. También le tengo miedo al pasado. Debo rellenar ese vacío.
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