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Castro del Río: pueblo-fortaleza con una muralla que abraza la antigua ciudad

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Alejandra Luque

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A tan sólo 40 kilómetros de Córdoba y en la zona alta de la campiña se levanta Castro del Río, cuna de numerosas civilizaciones, convirtiéndose en un municipio rico en yacimientos íberos, romanos, árabes y cristianos. Sobre su territorio destaca, sin lugar a dudas, una muralla de origen almohade que guarda en su interior lo que fue la antigua ciudad y que hoy se conoce como Barrio de la Villa.

Sobre cimientos romanos y obras anteriores, los almohades levantaron en el siglo XII esta cerca que se mantiene, con añadidos cristianos posteriores, aportando uno de los ejemplos de ciudad fortificada de la provincia de Córdoba. La muralla llegó a contar con hasta 40 torres de las que algunas aún pueden observarse. A su interior se accede desde cuatro puntos diferente: desde el sur por la Cuesta de Santo Cristo, desde el norte por al Cuesta de Martos, desde el este por la puerta del Sol y a través de su mirador, y desde el oeste por la Puerta del Agujero.

El casco amurallado, formado por calles estrechas y casas blancas y solariegas, se sitúa en una elevación del terreno, lo que denota el carácter defensivo de su origen. Su callejero va desde el Castillo, junto a la Puerta de Martos y Llano de San hasta la Plaza de San Fernando, con el Ayuntamiento y el Arco del agujero, una apertura practicada en la muralla en 1420. A pesar de este cuádruple acceso, en su origen, la Puerta de Martos era la única entrada al recinto. Se mantuvo intacta hasta mediados del siglo XVIII: en 1733 se hundió el muro que la unía al castillo para que pasaran las carrozas del séquito de Felipe V y en 1743 se demolió entera para ampliar la entrada a la Villa.

El Ayuntamiento, restaurado en su mayor parte, tiene en una de sus instalaciones una recreación de la que pudo ser la casa del escritor Miguel de Cervantes, quien estuvo encarcelado en Castro. Entre los edificios públicos que alberga el barrio de la Villa destaca el Pósito Municipal, un edificio del siglo XVIII que se utilizaba para almacenar el grano y que actualmente se destina a diferentes espacios expositivos. En él encontramos el Museo de la Madera del Olivo, material que se trabaja en este pueblo desde hace siglos debido a la alta presencia de estos árboles. Aunque en un principio se utilizaba para hacer los muebles de los cortijos, su uso se extendió en el siglo XVIII y en el XX se hicieron las primeras carpinterías.

Otra de las salas del pósito es un viaje al pasado de los oficios que se extendieron en la comarca en la que podemos ver cómo eran las antiguas cocinas o hasta dónde llegaron las inundaciones que asolaron la localidad a mitad del siglo XX. En la tercera sala tiene su sede la Fundación Musical Joaquín Villatoro en la que un pequeño rincón se ha destinado a una colección de Ginés Liébana. En la misma calle en la que se ubica el pósito se emplaza también la Capilla de San Acisclo y Santa Victoria, hoy sede a un museo de arte contemporáneo dedicado al cordobés Antonio Villatoro.

Si continuamos por esta misma calle nos topamos con La Gutenberg, una centenaria imprenta tipográfica, regentada por Miguel Morales, que hoy día sigue realizando tipografía con tipos móviles. Al mando de estos timones de la escritura también está su hijo, Miguel Morales, y ambos continúan ofreciendo un producto más usado en revistas conmemorativas o publicaciones especiales.

El paseo lo terminamos en el castillo de Castro, una fortaleza almohade del siglo XII que tiene en una de sus caras un monumento de El Arcángel, el único de estas características fuera de la capital. Alrededor de un patio de armas se levantan cuatro torres que han sido testigos de la historia y que hoy se usa para actividades culturales. En el siglo XIII, por ejemplo, Fernando III mando fortificarlas y de su construcción anterior no quedan restos. Desde hace una década, el Ayuntamiento de Castro está llevando a cabo un proyecto de rehabilitación y conservación después del estado ruinoso en el que se encontraba tras la guerra civil y su empeoramiento durante los años 80. Durante el conflicto bélico, el castillo fue usado como acuartelamiento y en una de sus torres se aprecia perfectamente lo que viene a ser el manual de instrucciones d e una emisora de radio.

Pero el recinto amurallado de Castro es mucho más. Atrás hemos dejado multitud de rincones e historia para que sea el visitante quien los descubra.

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