Hasta el último momento dudé si enfocar a Suiza, que me encanta: entre otras cosas por la belleza espiritual de la montaña, el CERN, la impasible nieve y lo quejica que es el dinero. ¿Un lugar helvético para disfrutar como en casa con tus amig@s? El imperdible Balthazar Downtown St. Moritz by Paco Morales.
Pero el algoritmo condujo el post al Altiplano, a las lindísimas vicuñas, y después a las tiernas cabras de cachemira de las estepas de Mongolia y a las migrantes de la industriosa y verde Escocia, que, ¡dónde va a parar!, encajan más en mis zurdos referentes y la necesidad común de abrigarse estos meses fríos, polarizados o monstruosos, dependiendo de sobre quién caiga el chorro gélido y las facturas energéticas.
El caso es que por fin (en el hemisferio norte) hace invierno, y se vende bien y rápido el stock de abrigos, plumíferos, gorros, guantes, calcetines de lana merina y cachemir, incluso vestimenta asequible de ZARA y Oysho para disfrutar de los deportes de nieve y el après sky en lugares como Sierra Nevada, Baqueira y Grandvalira (Andorra).
Cuestión distinta es el porcentaje de hogares que se envuelven en la bata-manta y el forro polar tan apañado que venden en el área de bazar de las cadenas de supermercados, conciudadan@s que, a pesar de las mejoras y medidas, sobreviven en pobreza energética, agravada por el inclemente clima continental con mala leche de algunas ciudades. Y si no debería preocuparnos más lo fácil que es hacer callo ante la adversidad ajena y actuar como si a todo el mundo le fuera muy bien y tuviésemos sólidamente avanzadas nuestras tareas como humanidad respecto a los objetivos 2030.
Mas las vicuñas y alpacas, las cabras blancas, grises y marrones de cachemira y las ovejas merinas patrias, lanzan sus miradas desde las fotografías porque quieren que hable de su lana o de sus fibras prodigiosas -que lo son- y se reconozca a las comunidades indígenas y locales que las cuidan, además de la excelencia y el confortable calor natural que sus tejidos y prendas de punto aportan al cuerpo.
Aunque no es “oro suave” todo lo que abriga. La fibra de vicuña, como antes la lana de cachemira, el lujo del 100% cashmere, se ha puesto de moda al tiempo que ha crecido la demanda, de manera que quien compra debe analizar si apuesta por el comercio justo de L.A.M. y marcas como La mamita, por el lujo de millonarios elaborado sobre cimientos justos en bienestar animal y beneficio para quien produce, de Loro Piana, Brunello Cucinelli o Zegna o por la cuadratura del círculo (asequible-duradero-bases justas-sostenibles), de Brora, GOBI, Jonhstons of Elgin o Falke.
La vicuña es un tesoro que toca la fibra. Hay que tener paciencia y esperar dos años a que pueda ser esquilada, y el acuerdo que las protege las quiere en libertad, manejadas con mimo por comunidades indígenas expertas. Alguna queja se ha oído de los ganaderos en un reportaje de la BBC sobre el precio que los poderosos quieren pagar por esta fibra de los dioses.
¡Cómo no pedir a la Pachamama que cunda su sabia forma de repartir y compartir, tan necesaria!
Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación
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