El término militar se usa en contraposición al de civil. El primero hace referencia a aquella persona que forma parte de la milicia y/o que sirve en la guerra. Los civiles son aquellos que no son militares ni eclesiásticos y que conforman la ciudadanía. En principio, toda persona forma parte de la ciudadanía desde el momento de su nacimiento, y como opción personal puede llegar a ser militar o tal vez pueda que sea llamado por el altísimo. Por tanto, todos los militares han sido civiles. Esta es una condición inherente que nos constituye y que se encuentra en estado latente tras los uniformes verdes y las pecheras pertrechadas de insignias. Durante los conflictos bélicos, muchos militares, una vez se prolongan unas semanas la guerra, son personas que no lo eran antes y que son llamados a combatir sin formación, movidos algunos por sentimientos belicistas y/o patrióticos y entiendo que otros de forma obligada. Otros huyen o se ocultan. Muchos son reclutados de manera forzosa bajo severas penas de cárcel. Cuando los conflictos se alargan durante mucho tiempo, los ejércitos empiezan a nutrirse de niños, y algunas guerras siguen sucediéndose con adolescentes arrancados de sus familias, obligados a morir o a matar. Según Unicef, actualmente hay unos 300.000 niños combatiendo en distintos conflictos internacionales.
En la guerra de Ucrania, guerra que eclipsa otros muchos conflictos activos (Yemen, Etiopía, Haití, Palestina…) se ha vuelto a poner en evidencia la estrategia internacional de señalar el bando bueno y el malo en función de los ataques contra la población civil. Son numerosas las noticias que han denunciado los ataques de Rusia contra la población civil ucraniana, sugiriendo que el bando ruso viola de forma sistemática el derecho internacional humanitario que obliga a no llevar a cabo ataques indiscriminados o desproporcionados que dañen a los civiles.
Pero, yo creo que realmente la guerra va de eso, de ataques desproporcionados y daños salvaje a los civiles, no creo que vaya de otra cosa.
La guerra va de destruir la sociedad civil, no solo de vencer a un ejército profesional. En la época contemporánea, algunas de estas acciones contra la población civil han llegado a límites de pesadilla. El nazismo seguramente es el referente de la aplicación del terror contra civiles, pero igualmente las acciones de las dictaduras militares en Centroamérica, especialmente Guatemala, Argentina y Chile llevaron a cabo exterminios raciales e ideológicos que fueron el centro de acción de la estrategia de guerra militar. Nuestro país está lleno de fosas con civiles, personas arrancadas de sus casas y ejecutadas.
En esta guerra de Ucrania, las noticias constantes de ataques rusos contra objetivos civiles sacuden nuestra conciencia y vienen a reforzar nuestra condición de formar parte de eso que se llama OTAN, y que en cierto modo anula la independencia de este país para tomar sus propias decisiones en conflictos internacionales, asumiendo y haciendo propias las decisiones del imperio, de los Estados Unidos.
Pero hay algunas historias clarividentes sobre esto de los civiles y las guerras que nos pueden ayudar a mantener una actitud atenta y crítica sobre los bandos buenos y los malos.
Eric Mendelsonh fue un extraordinario arquitecto alemán nacido en Allestein en 1887. Desde muy joven se sintió cercano los artistas de vanguardia, produciendo toda una serie de dibujos de carácter expresionista que influyeron a toda una generación, en un momento donde la modernidad arquitectónica se estaba fraguando en Centroeuropa. Mendelsonh llevó a cabo un expresionismo muy personal en obras realmente influyentes como la Torre Eisntein (Postdam, 1919-1921) o la fábrica de sombreros de Steinberg, Hermann & Co. (Luckenwalde, 1920-23). Con la llegada al poder del Partido Nacional Socialista, Mendelsohn se vio obligado a dejar Alemania por su condición de judío. Pasó una temporada en Inglaterra y en 1941 se trasladó de forma definitiva a los Estados Unidos donde desarrolló una carrera internacional también muy destacada.
Señala el historiador Bruno Zevi que los reproches antisemitas sobre su persona pudieran venir de antes del ascenso nazi. Mendelsohn no fue invitado a participar en el importante conjunto de viviendas experimentales de Weissenhof (Stuttgart, 1927). La vivienda obrera era una importante preocupación de Mendelsohn. Puede ser que hubiera un veto a su participación por razones antisemitas.
En la biografía de Mendelsohn se cita que colaboró de forma puntual con el gobierno norteamericano durante los primeros años de su exilio en los Estados Unidos, donde llega huyendo del régimen nazi. Estas colaboraciones que durante mucho tiempo pasaron desapercibidas por los historiadores de la arquitectura salieron a la luz hace unos años cuando Mike Davis, sociólogo y activista político, realizó una investigación sobre las tareas realizadas por Mendelsohn para el ejército estadounidense. Mendelsohn fue la pieza fundamental en el estudio de las consecuencias de cierto tipo de armas sobre la población civil alemana en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. El gobierno norteamericano contrató a Mendelsohn para que dirigiera un proyecto consistente en replicar hasta el más mínimo detalle un conjunto de viviendas obreras de la Alemania de esos momentos, en colaboración para la construcción del proyecto de la Standar Oil Company, que usó a presos de la cárcel de Utah como mano de obra. A unos cien kilómetros de Salt Lake City, en el desierto de Utah, se construyó la German Village. Actualmente es el punto militar más contaminado de los Estados Unidos, superando al campo de pruebas nucleares del estado de Nevada. En la German Village se probaron tres generaciones de armas químicas y biológicas. Uno de los edificios aún se conserva hoy día y se conoce como Building 8100. Mendelsohn replicó seis versiones de las viviendas típicas berlinesas hasta los detalles más enfermizos. La réplica exacta de las viviendas de civiles sirvió para preparar los bombardeos de Berlín, con el principal objetivo de causar el mayor sufrimiento y devastación entre la población civil. Las maderas de las ventanas y puertas fueron importadas para que presentaran las mismas densidades y envejecimiento que las berlinesas. Se recurrió a decoradores cinematográficos para recrear los interiores de los hogares civiles, llegando a adquirirse telas alemanas para la confección de cortinas y mantas para las camas. El objetivo era analizar cómo se propagaba el fuego por el interior de las viviendas. Las bombas incendiarias y biológicas fueron probadas una y otra vez hasta dar con la fórmula más dañina posible. Chuchill por su lado ya experimentó con las armas incendiarias y moralmente inaceptables en el bombardeo de Hamburgo, generando una auténtica tormenta de fuego que arrasó la ciudad. Los norteamericanos, con un discurso más humanitario, sin la presión de Londres, y con un cinismo mucho más ácido, comenzaron un discurso público cargado moralidad y de respeto a la población mientras preparaba un escenario de terror y devastación civil. El primer bombardeo de Berlín por parte del ejército norteamericano se centró en generar un enorme incendio que devastó buena parte de los distritos centrales, atestados de población civil, causando 10.000 muertes y dejando sin hogar a 1,5 millones de personas. Más tarde Dresde fue devastada de la misma forma, y una nueva tormenta de fuego sobre Berlín dejó entre 35.000 y 40.000 muertes de civiles. Las bombas biológicas probadas en Utah contenían patógenos mortales que aun hacen imposible entrar dentro del único edificio que quedó en pie. Las consecuencias de esta investigación se ampliaron al estudio de la casa japonesa. En 1945, cientos de miles de japoneses fueron víctimas de las bombas incendiarias lanzadas desde los B-29. El terror generado por los incendios y el uso de bombas de fósforo blanco, que causan una muerte larga y llena de sufrimiento, hicieron que los altos mandos japoneses tomaran la decisión de rendirse. No fue suficiente, y dos bombas nucleares fueron lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Sólo en Hiroshima, murieron 250.000 personas. En el bombardeo murieron también 11 prisioneros de guerra norteamericanos, tal y como se rememora en una placa en el Museo Nacional de Prisioneros de Guerra de Andersonville, Georgia. Ha habido un enorme esfuerzo para reconocer a estos 11 militares como víctimas de la bomba atómica, bajo el razonamiento (no puede ser más cínico), de que aprendamos la lección; las armas atómicas no solo son de destrucción masiva, sino de autodestrucción.
Mendelsohn puso en práctica su venganza y desarrolló sus conocimientos en vivienda obrera, con un giro ácido e inhumano. Siguió trabajando de forma exitosa en los Estados Unidos hasta el final de sus días en 1953. No volvió a Alemania.
Nací en Córdoba en 1974, último año de la dictadura militar. Crecí en el Parque Cruz Conde, un barrio humilde con un gran movimiento vecinal. Mi familia provenía de la provincia, emigraron a la ciudad y empezaron sus caminos desde las portátiles y desde el recién estrenado barrio del Sector Sur. Muchos terminaron emigrando a Suiza.
Me fue bien en los estudios cuando encontré mi camino, antes me aburría en una escuela tediosa y sin sentido para mi. Me licencié en Historia del Arte en la Universidad de Salamanca y vengo desarrollando mi trabajo como profesor titular de Historia del Arte en la Universidad de Córdoba. Investigo sobre arquitectura y urbanismo dentro de su dimensión histórica y social, con una mirada atenta a los procesos postcoloniales, al exilio republicano, a la arquitectura social y rural y a la vivienda cooperativa entre otros intereses. He tenido la oportunidad de trabajar en universidades como las de La Habana, Montevideo, Cornell (Nueva York) o la de Buenos Aires. Dirigí las políticas culturales de la Universidad de Córdoba durante cuatro años, una experiencia difícil para mi.
Cuando regresé a Córdoba tras licenciarme en Salamanca, me vinculé a diversos movimientos sociales como MAIZCA y especialmente a Córdoba Solidaria, coordinadora de movimientos sociales y ONG’d de la ciudad. Posteriormente estuve muy implicado en el Centro Social Ocupado Pabellón Sur.
Escribo para canalizar mis sentimientos de justicia social y democracia en el ámbito de la ciudad en la que aspiro a desarrollar mi proyecto vital. Soy lo que soy gracias a mis amig@s. Echo de menos a David Luque y a la Carmen López, la ciudad era otra con ellas.
¿Lo que más me gusta hacer? jugar en el parque con mi hijo y sus amigos.
Estoy perdido, y por eso escribo.
0