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Cuando el andaluz se habló en el Parlament

Cartel PSA

Pablo Rabasco

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Por primera vez, el euskera y el catalán van a poder utilizarse en el lugar más representativo de la diversidad de ideas y culturas que es esta España, en el Congreso de los Diputados. Y lejos de sentir una alegría generalizada por lo que a mi parecer es una expresión de libertad y diversidad, lo que me llega es una nueva herida. Se vive como una pérdida, como un ataque contra el castellano, contra esto que se considera España. No sé, quizás podamos darle la vuelta a la cosa y tratar de ofrecer pequeñas ventanas por las que mirar de otra forma.

A finales de la década de los 70, en Cataluña residían 840.000 personas nacidas en Andalucía. Hoy día sigue siendo la comunidad con mayor número de andaluces residentes con unas 570.000 personas. Es cierto que aquí hemos tenido que hacer las maletas para trabajar en otras regiones más ricas, pero no veo que el análisis deba ser solo el de la mano de obra barata que va donde está el trabajo, entendiendo esto como una forma de control, de ciudadanos de primera y de segunda. Esto se dio, pero no por ser catalanes. Se da en todo el mundo. Se llama capitalismo. No podemos olvidar que, en esta Andalucía, de terratenientes y grandes propietarios, la tenencia de la tierra en un puñado de manos ha condicionado de forma extraordinaria los modos de vida, hasta el punto de generar enormes bolsas de pobreza que no tuvieron muchas más opciones que salir a buscar el pan y la alegría. Y muchas salieron hacia Cataluña, la que se considera la novena provincia andaluza.

En 1980 se produjo algo extraordinario. El andaluz, nuestra habla, que ya se venía escuchando por los barrios obreros de Barcelona, Mataró o Sabadell, usado por centenares de miles de andaluzas/es comenzó a escucharse en el Parlament de Catalunya. “El PSA (Partido Socialista Andaluz que cuatro años más tarde pasó a llamarse PA, Partido Andalucista) obtuvo dos escaños en las primeras elecciones autonómicas, esas que ganó un joven Jordi Pujol. El PSA obtuvo 71.841 votos y con ello los dos escaños de Francisco Hidalgo y Pepe Acosta (se quedaron a 200 votos de un tercer escaño). Los andalucistas sacaron más votos que el actual Partido Popular en ciudades tan importantes como Tarragona o Reus.

El partido de Rojas Marcos argumentaba “la insuficiencia de partidos catalanes tanto para el tratamiento de la importante minoría andaluza en Cataluña como el respeto a los compromisos de solidaridad y ayuda con el pueblo andaluz”. Los andalucistas apelaban a la “extraordinaria aportación de fuerza de trabajo que el pueblo andaluz ha hecho a Cataluña en los últimos treinta años”. Se trataba de no olvidar “la marginación social y laboral de las masas de inmigrantes” a la vez que se apoyaba abiertamente la reconstrucción política de Cataluña “tras cuarenta años de represión y arrasamiento”.

Francisco Hidalgo y Pepe Acosta formaron parte de la constitución de la patria catalana. Ambos cordobeses, o casi. Francisco Hidalgo, de Posadas llegó a Cornellá con 25 años en 1974, para trabajar como maestro de escuela. Anteriormente Cataluña era lugar para encontrarse con sus tías inmigrantes. Pepe Acosta era de Nerja, pero desarrolló su carrera profesional en la Universidad de Córdoba donde llegó a ser catedrático de Derecho Constitucional y profesor honorífico.

Nuestras formas de hablar, nuestros acentos, resonaron en el Parc de la Ciutadella. Y con ellos, las de centenares de miles de inmigrantes andaluces.

Gabriel Rufián, hijo y nieto de andaluces defiende la libertad de los pueblos a poder expresarse y decidir. Rufián se siente catalán como yo me siento andaluz. Y lo puede expresar por fin en su lengua.

Me contaba una vez el escritor Eduardo Galeano y su compañera Helena Villagra, que cuando llegaron a España exiliados, perseguidos por las dictaduras uruguaya y argentina, llegaron a vivir un barrio humilde de Calella (Barcelona). Allí sintieron el abrazo del sur en sus vecinas andaluzas. Los olores de las comidas, las formas de hablar y eso que no debemos perder nunca, la alegría de vivir.

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