Teoría de la mentira
¿Es todo mentira? Partan ustedes de que eso sería una generalización pero ¿es todo mentira? Si ya hemos dado por hecho que los políticos no trabajan para mejorar nuestros intereses sino los suyos, que los sindicatos no defienden a los trabajadores, ni siquiera a los suyos, que los periodistas no estamos contando realmente lo que está pasando, que los anuncios nos mienten generándonos necesidades absurdas, ¿esto quiere decir que es todo mentira? Veamos, yo se que hay cosas que son verdad, porque las toco, las huelo, las saboreo, las oigo, las veo. En fin, que todo todo no puede ser mentira.
Nuestra formación y el fácil acceso a todo tipo de versiones de la realidad nos han empujado a una vida escéptica de la que ya es difícil escapar, aunque sí hay métodos para ello. Uno, que en mi caso he explotado en los últimos meses, está basado en la ficción. Sí, la ficción como herramienta de vida diaria. Ya que todo es mentira –de nuevo, permitan la generalización- vayamos directamente a la mentira: escojamos un libro, una película, una serie (si son ustedes de series), un comic, y sumérjanse en la ficción, porque la ficción es la salida. Si uno se mantiene en la realidad, que -hemos dicho- es una mentira, llega un momento que no sabe a qué atenerse, que desconfía de todo, que acaba entrando en bucle e implosiona. Implosionar, según la RAE es “romperse hacia dentro” y eso suena fatal. Reconocer esto, para alguien que vive de contar la realidad, es usar esta columna a modo de confesionario, o de terapia.
Así que, ánimo, métanse de lleno en la ficción. Ya les adelanto no obstante (en eso les llevo ventaja), que tomarla como plato único tampoco es recomendable. Uno empieza a desconfiar de si mismo, a no detectar bien los límites de la realidad y la ficción y eso puede generar problemas. El umbral entre la ficción y la realidad está en la salida de los cines. Lo he entendido en el poema de José Luis Amaro que me ha enviado Pedro Roso y que se reproduce en la imagen.
La salida de los cines, con esa sensación de estar desorientado, con esa tentación de volver a entrar y perecer en esa butaca, con esa pereza de domingo por la noche y amenaza de lunes.
La ficción la compagino ahora, por el convencimiento que da la práctica empírica, con lo verdadero. Y lo verdadero es fácilmente detectable. Me parece una osadía explicarles qué es lo verdadero, ustedes lo saben. Sólo es cuestión de detenerse ante ello sin prisa, verlo, oírlo, tocarlo, olerlo, saborearlo y guardarlo en la caja de los asideros diarios para hacer esta mentira más real.
Artículo recomendado e inspirador: Los Creyentes, Jordi Soler
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