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El 'Sálvame' de la política

Alfonso Alba

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El martes pasado, en un foro organizado por la Fundación Cajasol en el Círculo de la Amistad, la alcaldesa, Isabel Ambrosio, pronunció un discurso de cerca de una hora, en la que hizo hacer un retrato de hacia dónde se dirige su gobierno y también salir al paso de las últimas polémicas que han acechado a su gestión (los toros y el minuto de silencio por las víctimas en Siria). Tras el discurso, hubo un turno de preguntas abierto al público. El turno, obviamente, fue libre.

Solo cogieron el micrófono tres personas. La primera, un señor mayor que durante más de cinco minutos criticó la gestión del equipo de gobierno, principalmente porque quisiera (sic) retirar el cuadro de San Rafael del vestíbulo de Capitulares. La segunda, una señora que aseguraba que había escuchado que la Semana Santa podían hasta prohibirla. El tercero, un socio del Círculo de la Amistad que tiró de los estatutos de la casa para asegurar que allí estaba prohibido hablar de política (claro, en el Círculo de la Amistad nunca se ha hablado de política).

El nivel de las preguntas puede servir un poco para testar el termómetro de cómo las polémicas en las que se ha visto inmerso este equipo de gobierno han calado y cabreado a un determinado sector de la población. Toros, Semana Santa, religión, tauromaquia y minutos de silencio.

Quiero pensar que la situación en Córdoba no es particular, sino que responde a algo que va mucho más allá: a la profunda fragmentación que se está produciendo en España en todo lo que tiene que ver con la política, y en las acaloradas discusiones que cada día se producen en cualquier contexto.

Un ejemplo: un amigo periodista catalán me contaba que en la pasada Nochevieja se fue a una fiesta rave a Barcelona. A las 7:00 de la mañana, muchos de los asistentes estaban hablando del proceso catalán y del papel de la CUP. Se fue.

Hemos pasado muchos años lamentando la falta de interés de los ciudadanos por la política. Sin embargo, siempre pensamos que si alguna vez regresaba el interés por la política a este país sería de otra manera. Los debates televisivos, la radicalidad de muchos contertulios en su exposición de motivos, la demagogia y el uso partidista de los medios de comunicación está haciendo que todo eso se reproduzca en la calle. Hemos sustituido los debates de Sálvame donde la gente se gritaba porque fulanito se había acostado con zutanita con los debates en los que la gente se grita porque Irán quiere dar un golpe de estado en España gracias a Podemos, y cualquiera que tenga el carnet del PP lleva a su casa sobres llenos de dinero.

Todo eso, desde luego, se está trasladando a las provincias (como gusta decir desde Madrid), y desde luego no va a traer nada bueno.

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