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La prensa y la nueva política

Alfonso Alba

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Un día cualquiera, abres Twitter y te encuentras decenas de tuits y retuits con enlaces a una información en concreto. Que si los SMS que les envió Rajoy a Bárcenas (y que son usados por los nuevos políticos), que si los pitufeos del PP de Valencia (información que usan los nuevos políticos), que si un nuevo escándalo de la trama Púnica (de nuevos nuestros nuevos políticos van al ataque con el tuit y el retuit), que si la Gürtel, los cursos de formación, un alcalde del PP detenido en Granada (al que previamente le habían seguido muchas informaciones de periódicos locales), que si los papeles de Panamá (y la consecuente indignación en redes de todos los políticos).

Otro día, te encuentras con otras informaciones. Que si un supuesto informe sobre la financiación ilegal de Podemos (que muchos compañeros de la prensa han desmontado), que si hay una guerra entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón (que se negó hasta la misma tarde en que se cesó fulminantemente a Sergio Pascual), que si Monedero tiene que hacer una declaración de la renta complementaria por un dinero que recibió de Venezuela (sí, la tuvo que hacer).

No voy a descubrir aquí todos los defectos que tiene este oficio. Tampoco voy a hacer demagogia diciendo que el otro día en la Universidad se levantaron los compañeros de la prensa que se sintieron atacados por Pablo Iglesias pero que no lo hicieron el día del plasma de Rajoy. Critiqué lo uno y lo otro. Los grandes medios, lo sabemos, no son objetivos. Sus portadas y determinadas informaciones tendenciosas responden a intereses concretos. Muchos de estos grandes medios están hoy en manos de la banca, que han convertido la deuda que tenían con ellos directamente en acciones. Hoy, los bancos se sientan en sus consejos de administración.

Tampoco voy a descubrir que el propio Pablo Iglesias se ha sentado con muchos de los dueños de esos medios que ahora critica y para los que Podemos son la peste bubónica. Lo ha hecho. También ha usado un medio como Público, que se ha convertido en su cuartel general. Y lo ha hecho sin importarle que ese medio al que consideran el único objetivo a gente como a mí me debe dinero después de un concurso de acreedores que dura ya cinco años y en el que sus dueños no tuvieron rubor en despedir a todos sus trabajadores.

Pero empiezo a notar que el foco, la diana, se empieza a poner en toda la prensa, en la generalización de todos los que nos dedicamos a este oficio que cada día es más complicado y curiosamente más necesario.

Sin un periodista que publicara los papeles de Bárcenas, los emails de Urdangarin, las movidas de los cursos de formación, los Eres, la trama de Valencia, la Gürtel, la Púnica y tantos y tantos casos de corrupción muchos nuevos políticos se habrían quedado sin argumentario. Hacemos falta. Quizás ahora más que nunca. Así que un poquito de por favor. Tanto a los que nos sacuden en redes sociales como a los que nos despiden, nos asfixian, nos recortan o nos malpagan. Son esas, las empresas que ya no quieren hacer negocio sino otra cosa en las que habría que poner el objetivo, y no en los que cada día luchan por encontrar una buena historia, sea de quien sea y contra sea, y poder publicarla.

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