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¿Qué está pasando en Medina Azahara?

Alfonso Alba

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Los datos, que no las intuiciones, no suelen engañarnos. A la vez que vienen más turistas que nunca a Córdoba (y que empiezan a provocar las saturaciones de las que hablábamos la semana pasada) está bajando el número de visitantes al yacimiento de Medina Azahara, donde desde hace varios años no se puede visitar una de las joyas de su corona, el Salón Rico, y donde esta semana el museo ha estado cerrado por una “disfunción administrativa”, que es un eufemismo usado por la Consejería de Cultura que me lleva a pensar en otras cosas más graves.

Hace 15 años, Medina Azahara se las prometía muy felices con la exposición de los Omeyas y una extraordinaria exposición que se vio en medio mundo. Años después, más felices aún con el estreno de un centro de interpretación único (con varios premios) y con un presupuesto excelente (se hablaba que tenía más dinero que toda la Delegación Provincial de Cultura). Pero hoy, el yacimiento atraviesa una crisis extraña motivada, parece ser, por la falta de ese extraordinario caudal de dinero que tenía antaño y quizás también por la desidia.

El foco mediático está puesto ahora en los museos municipales, que también, y su cierre en algunos festivos. Los turistas llegan y se encuentran la puerta cerrada. El Ayuntamiento se ve estrangulado por la ley del Gobierno que no quiere que las instituciones contraten a más personal por si se vuelve a desviar el déficit y el Consistorio no quiere privatizar el servicio (que es para lo que se ha aprobado esa ley, no nos engañemos). Pero en Medina Azahara el problema parece ser otro.

El salón rico vive dos procesos de restauración interrumpidos no por la falta de dinero sino por problemas administrativos con las adjudicaciones de los contratos. El museo ha estado cerrado porque de repente cumplió el contrato con la empresa de vigilancia, sin que nadie reparase en que eso podía llegar a pasar. La promoción, divulgación y, sobre todo, la facilidad para llegar al turista que inunda Córdoba deja mucho que desear.

Hoy sigue siendo para un turista casi tan difícil llegar a Medina Azahara como hace décadas. Apenas si hay dos autobuses al día, apenas si se divulga el yacimiento, apenas si se hacen cosas entre sus restos más allá de las que de manera quijotesca y heroica plantea la Asociación de Amigos de Medina Azahara, casi los únicos con verdadera conciencia de lo que supone para la ciudad poder tener un segundo foco de atracción turística casi tan importante como la Mezquita.

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