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El hombre que corría más que los papeles

Alfonso Alba

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El día en que alguien se decida a escribir una biografía sobre Rafael Gómez Sánchez alias Sandokán ya tiene titular, y se lo puso el presidente de los empresarios de Córdoba, Luis Carreto. Allá por la década pasada, cuando Gómez pasaba por ser el empresario de más éxito de la ciudad y construyó, sin temor de Dios, las naves de Colecor, el Ayuntamiento le impuso la multa más alta jamás firmada contra nadie por una sanción urbanística: 26 millones de euros. Entonces, un día, a Carreto le preguntaron por el asunto y por Gómez, del que dijo que “corre más que los papeles”. Y no le faltó razón.

Esta semana hemos conocido que la Fiscalía Provincial de Córdoba ha concluido, por fin, la instrucción del mayor supuesto delito fiscal de la historia de la ciudad, presuntamente cometido por el propio Gómez. Sandokán, a través de sus empresas, en las que otra vez sin temor de Dios se encargó de colocar en puestos de decisión y responsabilidad a toda su familia, dejó de pagar hasta 70 millones de euros en impuestos durante cuatro años. Hasta entonces, parece que había cumplido religiosamente con el fisco. Pero en 2003 dejó de hacerlo, siempre supuestamente. Y empezó a acumular un delito fiscal tras otro.

En 2009, la Agencia Tributaria dijo basta. Parece que fue por la denuncia de otro famoso emprendedor de la ciudad, al menos eso es lo que dice el entorno de Gómez en petit comité, pero Hacienda se puso las pilas y llevó al Juzgado a Gómez. Se le embargaron las naves de Colecor (nunca llegó a lograrlo el Ayuntamiento, que siempre llegó tarde) y se inició un proceso del que no se supo nada (nunca se publicó en prensa hasta que lo hizo este medio hace ahora un año y medio). Ahora, seis años después, el proceso judicial en su fase de instrucción llega a su fase final. Quizás hayan sido demasiados esos seis años en los que Gómez, mientras estaba imputado por un delito fiscal de 70 millones de euros, decidió, tampoco sin temor de Dios, presentarse a las elecciones municipales dos veces. En 2011 dio la campanada y cosechó más de 20.000 votos. En 2015 fueron 8.000. Bastantes.

Ahora, su futuro, y el de su familia, está en manos de los jueces. La Fiscalía le pide 44 años de cárcel. A cada uno de sus cuatro hijos 22 años de prisión. No es moco de pavo. Y salvo que los jueces consideren prescritos los delitos, todo apunta a que acabará ingresando en la cárcel más pronto que tarde. Este megaproceso judicial, mucho más importante aunque menos mediático para su futuro que el del caso Malaya, puede poner fin a la historia de un hombre hecho a sí mismo, que corría más que los papeles, excéntrico, atrevido y poco temeroso. La historia de un hombre que gracias a la fiebre del ladrillo construyó un imperio en Córdoba y en la Costa del Sol, amasó una fortuna (para dejar de pagar 70 millones en impuestos tuvo que generar muchísimo más dinero, obviamente) y se tambaleó.

Dicen que la justicia o es rápida o no es justa. Han pasado muchos años desde que Gómez dejó de tener un imperio y de correr más que los papeles. Complicado futuro se le presenta.

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