Duelo a muerte en Las Tendillas

Manolo el del Correo siempre dice que su bar, el más antiguo tirando cañas de cerveza de Córdoba, desaparecerá con él. Cuando él se marche, cuando se jubile, echará el cierre uno de los locales con más solera de la ciudad. ¿Quién no se ha tomado una caña en el Correo? Espero que aún queden décadas para que Manolo eche el trapo definitivamente sobre los grifos, para no volverlo a retirar jamás.

Mientras, a su alrededor irán creciendo franquicias. Ya ocurrió en Gondomar y Concepción, calles que deberían unirse y llamarse directamente Amancio Ortega. Empieza a pasar en Cruz Conde y en otras zonas de la ciudad: el comercio tradicional desaparece y es sustituido por tiendas que es posible encontrar en cualquier ciudad del mundo, en cualquier centro comercial de un pueblo de más de 50.000 habitantes en cualquier punto del Planeta. Poco a poco, las ciudades empiezan a parecerse entre ellas cada vez más: la gente viste igual, come lo mismo, bebe las mismas cosas y acaba comportándose de manera similar.

La apertura de un Starbucks en Las Tendillas no es algo ni bueno ni malo, creo. Era algo imparable. Córdoba era de las pocas ciudades turísticas del mundo que carecía de un establecimiento como este. Y podemos dar gracias a que sus promotores no han elegido ningún local junto a la Mezquita, como en su día hizo el Burger King. Entonces, recuerdo las inofensivas protestas en las que un grupo pequeño de personas arengaba aquello de “en la Mezquita se come tortillita”, y rechazaban la apertura de esta gran cadena de comida rápida.

Las protestas pasaron, quedaron en anécdota, y Burger King siguió forrándose a las puertas mismas del Patio de los Naranjos. Por eso quizás me hacen tanta gracia algunos tuits indignados con la apertura del Starbucks de Las Tendillas, justo enfrente del bar más singular de la ciudad. Poco a poco, sin que nos demos cuenta, todas las ciudades se homogeneizan. Es la globalización. No sé si nos hemos dado cuenta.