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Córdoba central

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Alfonso Alba

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“Si hay algo que funciona bien en Córdoba es el tráfico”. El amigo Carlos Puentes, aka Meteofreak, me hizo esta reflexión el otro día, detallando que probablemente sea una de las cosas de las que los cordobeses nos demos menos cuenta. Solo cuando salimos del terruño, cuando vemos el caos de Granada, Málaga o Sevilla, cuando desde la A-4 por Toledo divisamos la boina de contaminación de Madrid, y cuando nos pasamos la vida en un atasco tratando de entrar a cualquier barrio de Barcelona, nos demos cuenta de esto. Y creo que sí, con matices, el tráfico es de las pocas cosas que funcionan bien en Córdoba.

Madrid, el centro de todo, acaba de estrenar un ambicioso programa de movilidad para sacar coches contaminantes del centro de la ciudad. No coches. Coches contaminantes. Un matiz importante. Córdoba hace años que emprendió un ambicioso programa de movilidad, pactado en 2003 en un plan del casco histórico, por el que sacó a muchos coches del centro de la ciudad. Los contaminantes y los que no lo eran.

Este plan sigue pendiente de concluir y probablemente habría que revisarlo para hacerlo aún más ambicioso. Ahora nos parece una locura lo que ocurría antes. Yo he buscado aparcamiento en La Corredera, en la plaza de las Cañas o en las calles Alfonso XIII y Claudio Marcelo cuando venía a la ciudad a hacer alguna gestión en el Ayuntamiento. Ahora no se me ocurriría tamaña barbaridad. O dejo el coche en un aparcamiento público del entorno o lo aparco al otro lado del río para llegar andando (y más rápido y tranquilo que antes) hasta el centro.

Madrid, en su magnitud, es una ciudad pensada más para el coche que para el peatón. Granada, con su sierra, sufre la contaminación de unos atascos imposibles que colapsan sus rondas de acceso. Málaga y sus híperrondas sufren atascos diarios a primera y última hora. Y el centro de Sevilla es irrespirable, en esas calles estrechas a las que siguen entrando coches y donde se siguen produciendo colapsos insalubres. Pero el casco histórico de Córdoba, con excepciones, no. O solo cuando llueve, cuando la calle Jesús y María se convierte en un aparcamiento de padres esperando a sus hijos de los colegios. Porque todos sabemos que en Córdoba, a esas horas, no llueve agua, sino ácido.

Córdoba, insisto, no tiene un problema con el tráfico. Pero sí que lo tiene con el transporte público. Y la movilidad personal. La ciudad aún carece de esa ordenanza que regule una movilidad que lo está cambiando todo. Y de que siga adelante ese ambicioso plan que solo permite entrar al casco histórico a los residentes y los servicios, unido a otro de aparcamientos disuasorios en los alrededores. Un ejemplo: María Auxiliadora. La entrada a esta zona de la Axerquía sigue siendo libre. Y encima colapsada con gigantescos autobuses turísticos y de Aucorsa que tienen destrozadas las calles, que hacen que los peatones asustados se refugien en las aceras y que sus monstruosos motores empeoren una calidad del aire que nos ahorra el paso diario de centenares de coches.

Parece que todo pasa en Madrid. En Córdoba ya empezó hace años. Lo que no se ha hecho es seguir avanzando. Nos puede pasar como con el carril bici, que tuvimos el primero y el mejor de Andalucía, y ahí nos quedamos.

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