El calor de siempre, otro año más

Hace un mes escribía Enric González sobre las cosas gravísimas que suceden a nuestro alrededor. Guerras, genocidios, invasiones de países, crisis de la democracia, totalitarismos, etcétera. Y concluía que quizás la más grave de todas, opacada ahora por tanta tragedia a corto plazo, es la que nos está cociendo lentamente: el calor.

Este lunes vamos a despedir un mes de junio en Córdoba marcado por unas temperaturas máximas históricas. Aunque muchos se empeñen en que este es el calor de siempre (una vez más) y así lo señalen en los comentarios a esta humilde columna de opinión los datos acaban matando a sus relatos. Tampoco me voy a extender, pero nunca ha habido tantas máximas de más de 40 ºC en Córdoba durante un mes de junio.

Córdoba, y el Valle del Guadalquivir, es la zona campeona del calor en España y en Europa. Este mes de junio ya hemos tenido a un muerto por golpe de calor. Y quien más y quien menos conoce a alguien a quien le ha dado una lipotimia, quien ha sufrido una bajada de tensión o a quien se le han agravado unos problemas médicos que ya arrastraba. Pero eso es a corto plazo, claro. Como la guerra de Ucrania, el genocidio en Gaza o los misilazos en Irán.

A largo plazo habrá que plantearse el futuro en una zona como esta si año tras año vamos batiendo récords de calor. La vida no será imposible pero sí muy complicada. Hay vida hasta millonaria en el Golfo Pérsico. Pero claro, detrás de las ciudades hay un inmenso y deprimente desierto.

A estas alturas, pocos dudan ya de que no, de que este no está siendo el calor de siempre y que hay algo ahí arriba que se ha roto. Los primeros en notarlo, como casi siempre, son los agricultores y ganaderos, los más expuestos a los cambios del tiempo, con cosechas que ya casi nunca salen en la fecha de siempre. Con pastos que se secan en tiempos récords. Con nuevas plagas y amenazas para nuestra alimentación más básica.

El propio Enric González concluía que el futuro no era muy alentador y que le dolía escribir que al menos había nacido hace ya muchos años cuando las perspectivas sobre lo que vendría es que todo iba a ir a mejor. Ahora es al revés. Es complicado ofrecer esperanzas sobre un futuro cada vez más negro. Y es hasta comprensible esa terrible reacción conservadora e individualista de las nuevas generaciones, las que van a tener que sobrevivir achicharrados por algo que ellos no hicieron. Pero nosotros sí.

Pero da igual. Mientras haya una amenaza a corto plazo más importante, como es sobrevivir a una bomba, el planeta no se preocupará por un problema existencial: el cambio climático.