14N-1
No tengo muy claro si los periodistas hemos de parar en una jornada de huelga. Siempre, no obstante, he tenido conciencia de trabajador, como otro cualquiera, de cualquier gremio u oficio, como suelen llamar los periodistas viejos a la profesión. Ahora, por fin, cuando los plumillas comprobamos que no somos ajenos a la cruel realidad del desempleo y a los 20 días por año comunicados por twitter por el editor, muchos comienzan a afiliarse a los sindicatos, aunque sean corporativos. Ya es algo, después de que las Asociaciones de la Prensa hayan servido durante décadas para el arroz del patrón y comidas de hermandad.
Ya sabrás que nuestro “oficio” es, después de la construcción, el que más empleo ha destruido en España desde que explotara la burbuja y con ella se vaya imponiendo a hierro y fuego el Nuevo Orden Mundial que preconizaban los intelectuales del neocapitalismo 21.
Es verdad que la irrupción de internet y la telefonía móvil están suponiendo una descomunal competencia con los mass media, y que la publicidad que los alimenta esta mudándose a la banda ancha y al 3G. Este factor, unido al éxodo de lectores/espectadores al mundo digital está provocando igualmente el cierre de cabeceras rentables que ya no lo son tanto, teniendo en cuenta además que, salvo los más solventes y reputados medios, descienden en su mediocridad al abismo de la indiferencia, cuando no al rechazo social.
Hoy el periodismo se confunde más que nunca con la propaganda. Con el mensaje que elaboran las esferas del poder para que los ciudadanos consuman una información que les convenza del sacrificio, que de esta crisis se sale, de la bondad de las entidades financieras, de la justicia y equidad de los recortes, de la supresión porque no hay más remedio de la paga extra, de la bajada del sueldo, del incremento de la jornada, de lo mal que funciona lo público para venderlo a la empresa privada que explota y deteriora, de que sabemos lo que hay que hacer y lo vamos a hacer, de que se salvarán 600 mil familias de los desahucios por el Real Decreto, de las bondades de la familia Real, del necesario gasto en armamento, de suprimir la sanidad a los extranjeros que vienen a quitar el empleo a los españoles, de desmantelar por higiene y limpieza (étnica) a los gitanos rumanos que son un peligro... y así centenares de titulares y minutos de vídeo y radio que conforman un mundo que diseña el que no quiere perder sus privilegios y revienta al prójimo para ser aún más rico y poderoso.
Sin embargo, por mucho que los medios insistan en vaciar de contenido las páginas y pantallas y rellenen sus huecos con catástrofes y crímenes horrendos, por más que se empeñen en mostrar una y otra vez las calamidades de los desastres naturales y no desciendan en ahondar en las causas que los provocan y publiquen machaconamente una y otra vez los tópicos más manoseados y quieran convertir el cementerio nuclear del Cabril en un parque temático, hoy la realidad ya supera la ficción de los grandes medios y va buscando acomodo en miles de web y blogs donde, de momento, y en esta parte del orbe, aún no hay censura como en los medios convencionales, donde la automutilación intelectual sustituye al que prohíbe y silencia.
Tal vez por eso, tomé mi cámara el 14N, me eché a la calle y compartí con el resto mis compañeros trabajadores algunas horas de ese día en el que gritamos a coro que los derechos no se regalan, se conquistan y se defienden juntos.
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