Esos días
Es uno de esos días en que, simplemente, no quieres. En que no quieres saber la identidad de las víctimas, la historia de sus vidas, no quieres ver sus rostros. Uno de esos días en que lo más sensato es no poner la televisión, no encender el ordenador, no entrar en las redes sociales y mantener el periódico a una distancia prudencial. Pero esos días hay que contar las cosas. Ayer, en Santiago, fue uno de esos días para los colegas que allí trabajan.
Tienes que hacerlo. Aunque no quieras. En general, yo odio escribir de sucesos. Y tal vez por eso, porque lo odio, me he tenido que pasar cientos de horas tecleando sobre ellos. Atentados, desapariciones, asesinatos, algún caso de torturas, violaciones y accidentes. Tampoco es nada extraordinario para un corresponsal de provincias cuya función es responder a cualquier roto y descosido.
Pero reconozco que, antes de que la adrenalina empiece a fluir, casi siempre me inunda una pesadumbre que me atenaza, me inmoviliza y me jode. Tal vez es miedo. Tal vez es tristeza. Tal vez sean las dos cosas. Pero dura lo justo. Luego, te pones la armadura y sales al encuentro de lo que haya pasado con una visión de túnel que te aísle de todo lo accesorio que no sea buscar los datos, las cifras, y el relato más fiel posible a los hechos.
Y aun así, esa parte técnica de la información -la reconstrucción de la secuencia, los motivos por los que se ha convertido en noticia, las características mecánicas de la misma- resulta más llevadera y menos ardua que la fase siguiente: la centrada en las vidas que se han perdido.
Siempre hay alguien sentado en una redacción que quiere saber más que los nombres, apellidos, edades y nacionalidad de los fallecidos. Y que te pidan eso es muy doloroso. Es duro para cualquier periodista que tenga un mínimo de entrañas, pero mucho más, lógicamente, para el allegado o el familiar que, en mitad de esa pesadilla surrealista, tiene que lidiar con reporteros que solo están haciendo su trabajo.
El equilibrio es muy complicado. Y no creo haberlo descubierto, todavía. Respetar el duelo y el derecho a informar. Solo sé que yo he sido ese reportero más de una vez. Y que lo he intentado hacer lo mejor posible. Aunque fuese lo último que quisiese hacer, aunque fue el último lugar donde quisiese estar.
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