Amor carpetovetónico
Mientras escribo La Estafa, escucho martillazos metálicos y de descarga de materiales. El ruido lejano rebota desde la plaza de Las Tendillas, donde se está levantando una especie de grada con vistas a la Calle Nueva. La escena se repite todas las primaveras, dependiendo de cuándo caiga la Semana Santa. Coincidiendo con esos siete días grandes, y una vez convenientemente engalanado, ese balconcito artificial, cubierto y pagado con dinero de los vecinos, servirá para acoger a un grupo selecto de cargos públicos que verá desfilar todos los pasos de las Cofradías y Hermandades que recorran la carrera oficial. Y entre los allí sentados, habrá ediles en el papel de ediles, alcaldes en el papel de alcaldes, subdelegados, militares de uniforme... Representantes públicos ejerciendo como tales en un acto que es un hecho puramente religioso.
Es natural, tenemos que agradecerles los servicios prestados a las imágenes que por allí circulen. Y es que nuestro país es de los pocos estados mundiales en el que las distintas deidades que componen nuestro monoteísmo religioso -¿sorprendido?- son funcionarios en activo que velan por el buen hacer de la Administración pública. Y su labor celestial se deja sentir especialmente en los Ayuntamientos y los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado -¿vuelve a sorprenderse?-. Así, la Virgen del Amor recibirá la Medalla de Oro al Mérito Policial, con carácter honorífico, el próximo Miércoles Santo, en un acto que se celebrará por la mañana en la plaza de la Merced de Málaga y que servirá para afianzar los lazos entre esta hermandad y la Policía Nacional. En septiembre de 2012, el Gobierno concedió la Gran Cruz de la Guardia Civil a la Virgen del Pilar.
Y como decía, la Administración local también goza de buenos contactos con la espiritualidad. En 2011, en un pleno extraordinario del Ayuntamiento de Baena, la Corporación municipal aprobó una moción conjunta presentada por socialistas y populares para nombrar a Jesús Nazareno, patrón de Baena, como alcalde perpetuo de la ciudad.
Está claro: hay banquillo.
Como vemos, España sigue siendo un Estado aconfesional. Pero a su manera. Mucho más comprensivo que nuestro vecino francés, siempre tan maniático con eso de separar lo divino de lo humano. Y es que sería tan triste vivir en un país donde un funeral de Estado como el que Rouco regaló a Suárez fuese impensable...
Pero estamos de suerte. A diferencia de los franceses, este año en España volveremos a ver a nuestros representantes políticos santiguarse como cargos públicos y a policías, guardias civiles y militares de uniforme desfilar -¡con un fusil de asalto y la bayoneta calada!- junto a una talla religiosa. Carpetovetónico y entrañable.
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