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La Velá, el caimán, y la resistencia

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Ángel Ramírez

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Estábamos indolentes como de costumbre cuando viene una concejala de festejos y nos suelta una catequesis. Parecía que iba a hablar de la programación de las fiestas de la Fuensanta y soltó una jaculatoria de rosarios, procesiones a la catedral, ofrendas florales y bendiciones de aguas del pozo que todo fue como una regresión hipnótica. Los de la resistencia cordobesa tendemos a la contemplación, pero tres padrenuestros y un avemaría nos activan, además, y lo que es peor, se han llevado al caimán. En una ciudad en la que los relatos hegemónicos son torturantes y morbosos con mártires, custodios y dolientes varios, resulta que tenemos una historia de un caimán perdido entre las huertas de la Fuensanta, un montón de relatos divertidos (alguno truculento) con sus campanitas, su bella y la bestia, condenados a muertes, cojos, esa coexistencia armónica paganomonoteísta, y hasta el propio caimán disecado en el claustro de la iglesia, y van y se lo cargan para contar la misma historia de todos los pueblos católicos del mundo mundial.

Pienso que la señora Caracuel se ha equivocado, en primer lugar por ningunear a las asociaciones vecinales por enésima vez, en segundo porque en términos de marketing no hay color, y por último porque los resistentes que sufrimos de falta de liderazgo y de un santo grial que nos haga superar nuestro escepticismo nos podemos venir arriba si nos ofrecen una causa a la altura de nuestro pensamiento. Además verás como hagamos un frente intelectual con el Córdoba CF para recuperar su Koki, que el caimán se ha convertido ya en mascota del buque insignia de la cultura cordobesa, fenecidas las aspiraciones de capitalidades culturales, y ese frente ya es para tenerle un respeto.

Aunque la batalla no se presenta fácil, porque ahora además de la resistencia y los contrarreformistas ha entrado en la refriega la que Rafael Ruíz, periodista del ABC, llama la tercera Córdoba. La denominación (la tercera España) viene del papel que algunos intelectuales jugaron en la guerra civil, o más bien lejos de ella, y en su aplicación al caso se resume en “mojarse menos que un dedo malo”, o al menos esperar a ver quién es el ganador para decidir qué piensa uno. Ya lo contaba Gila con aquello del me meto, no me meto, me meto, no me meto, me metí y entre los siete le dimos una… que parece que ahora es una gran virtud. Esto si se hace imprescindible, porque lo más característico de la tercera Córdoba es el dontancredismo, que tiene deudas estéticas con el manoletismo y filosóficas con el senequismo de garrafón. Alude Rafael Ruíz a que lo que la define es el sentido común, pero como categoría explicativa me parece poca cosa, porque el sentido común no es más que la posición del que enuncia,  lo cual ayuda poco para montar un diálogo constructivo.

Así que aquí andamos contrarreformistas, resistentes y dontancredos a ver si somos capaces de organizar un guateque sin que nos liemos a palos. Yo propongo como transaccional organizar un simposio científico a ver qué es más creíble, si el agua milagrosa del charco en las raíces del cabrahigo, la aparición de San Acisclo y Santa Victoria, Simón el Cojo, Andresín o el panadero. Y después que hagan lo que quieran, siempre que nuestros representantes se comporten como tales en lugar de como imanes de religión alguna. Con eso me basta.

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