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Claro, los gimnasios…¡

Ángel Ramírez

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Parafraseando de nuevo al que dijo lo que decía Borges, todo lo que ocurre tiene la costumbre de ocurrir en un sitio, y tenemos un problema con los sitios. La ciudad, las personas, nuestra economía necesitan disponer de lugares en las que se desarrollen la creatividad, se hibriden proyectos, ideas, en los que se produzcan nuevas propuestas y los artistas desarrollen su trabajo con y para la ciudadanía. Y lo cierto es que el mercado o los mercaderes no nos lo ponen nada fácil. Si alguien quiere desarrollar cualquier proyecto en nuestra ciudad (también en otras) una de las principales barreras de entrada que encuentra es el de contar con lugares adecuados y a precios asequibles. Especialmente es así cuando se requieren espacios amplios y flexibles, capaces de albergar sesiones de trabajo individual, espacios de colaboración y acciones de exhibición y participación ciudadana.

Pienso en espacios ahora sin uso que podrían reunir la producción y la exhibición, no estrictamente culturales, creativos, donde compartan proyectos artistas, tecnólogos y colectivos ciudadanos. Proyectos igualmente híbridos, empresariales, con y sin ánimo de lucro, orientados a la formación, la sensibilización y la producción. Existen edificios que podrían cumplir estas características, buena parte de ellos son de titularidad pública, y los que son de propiedad privada prefieren en su mayoría participar de la dinámica especulativa y mantenerse vacíos a la espera de un aprovechamiento comercial tradicional, una recalificación o su demolición.

Pensaba en todo ello cuando me tomé unas cervezas con un amigo que trabaja en el Instituto Municipal de Deportes y me contó cómo funciona la red de equipamientos deportivos municipales. Los gimnasios, claro, los gimnasios (centros de wellness les llaman ahora). Las instituciones públicas han provisto a los ciudadanos de servicios educativos (colegios), sanitarios (centros de salud) y de participación (Centros Cívicos) con una red extendida por todo el territorio de equipamientos de titularidad y gestión pública. Igualmente han construido una red de centros deportivos que comenzaron con el mismo modelo pero que ha ido transformándose mediante concesiones administrativas a empresas privadas, que aun así mantienen su carácter de servicio y precios públicos (los gimnasios son un modelo interesante por otras cosas, como bien cuentan Paco Nevado y Guadalupe Esquinas). Mejor o peor, lo cierto es que la ciudad ofrece servicios básicos gratuitos o a precios razonables mediante una política sostenida de reserva para usos públicos de espacios en las distintas áreas de la ciudad.

¿Podemos imaginar una nueva generación de equipamientos a partir de modificaciones en el modelo, orientada a la producción y disfrute de cultura y economía creativa contando con el impulso de las instituciones? Se trataría de, partiendo del patrimonio público sin uso actual, y mediante concesiones temporales a través de concurso público y con elementos de los sistemas de “incubadoras de empresas” (un plazo máximo de permanencia de los proyectos para garantizar oportunidades a los que “llegan más tarde”) distribuir por toda la ciudad nodos de una red orientada a nuevas formas de hacer economía y sociedad. Espacios de coworking, experiencias de economía solidaria y colaborativa, fomento del arte público, formación específica en artes y programación cultural generada por la propia ciudadanía tendrían sus sitios en la ciudad. Sobre las instituciones recaería un protagonismo y esfuerzo menor que en los servicios citados anteriormente, básicamente deberían mejorar las condiciones de su patrimonio, diseñar e impulsar las concesiones y garantizar la generación de valores públicos accesibles a la ciudadanía por parte de los distintos proyectos.

No sé si es que me ha dado el sol más de la cuenta hoy en la piscina pero no lo veo complicado, se trataría de que las instituciones activen un patrimonio ya existente para dar cabida a la Córdoba más dinámica e innovadora (sí que me ha dado el sol…). Pues voy a seguir con esto, ¿alguien se anima?

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