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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Renacer

HammamCordoba1 -

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Para renacer hay que morir. No existe otra manera. Aunque duela, aunque esa muerte nos arrastre al fondo, aunque creamos que no habrá futuro, aunque las entrañas se desgarren y sintamos que todo está perdido. Hay que morir para volver, libres, sin servidumbres ni ataduras.

Es como cuándo mudamos la piel quemada y después de mucho dolor, tras esa epidermis muerta y arrugada nace otra, distinta, rosada, sin manchas. Me he quemado muchas veces y he muerto en alguna ocasión - más de una - y ahora después de haberse descarnado mi alma de pequeña escritora, de inventora de párrafos que no de palabras, me he regenerado una vez más para volver a sentir la necesidad de coger la pluma y el papel y escribir con ansiada libertad sobre la realidad de una Córdoba de la que me cuesta irme, tanto como sobrevivir en ella.

Hablaré en esta nueva etapa sin ataduras de sentimientos, de pasado, de presente y de futuro, de vida y de muerte, de la historia que a veces nos oprime, de olvidos imperdonables, de recuerdos, de amores y desamores, de las cosas más simples de la vida y les ofreceré mis sinceras e íntimas reflexiones en este azafate, una bandeja de plata de la que mi abuela decía, cuándo algo no le gustaba: “ no lo quiero, ni en un azafate ”. Agárrense los segadores de libertad porque ni en azafate salvaremos a algunos.

No ha debido ser casualidad que mi alma haya renacido en una calle que un día murió para renacer. Una calle otrora repleta de lupanares, carteristas y vividores, de hombres despiadados que buscaban refugio en mujeres vencidas por la vida. Esa calle con nombre de cardenal ( Fray Zeferino González y Díaz Tuñón que aunque poco tiempo en Córdoba, dejó huella ) concentraba, que paradoja y en palabras de Julio Romero de Torres, a las “vividoras del amor”. Una romántica imagen del pintor de una realidad que fue bien distinta, la de aquellas mujeres de faldas apretadas y carnes desgastadas, de dientes impares y tintes de pelo baratos que en realidad no vivían, ni siquiera sobrevivian, sino que morían cada día un poco en las noches de aquel Cardenal Gonzalez.

Pues en esa calle, también renacida y redimida de tanto oprobio, hay un hamman donde el otro día sentí lo más parecido a nacer de nuevo, a emerger del líquido amniótico. Me sentí sanada y renacida. Tal vez el agua. No se si el silencio revelador. O la luz que te atraviesa desde los oculos del techo. Las manos que te mecen, flotar, sentir la ingravidez. Nada te pesa y por fin descubres que la vida merece la pena solo por esos instantes. Morir para renacer de nuevo. Y aquí estoy. En esta Córdoba tan eterna que nunca ha muerto para renacer de nuevo. Para quienes morimos tantas veces, tal vez sea esa la auténtica pena.

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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