“Niña, es que no miras por donde pisas”, me decía mi madre cada vez que volvía a casa con una rodilla hecha un cristo. Que había que mirar por donde se pisaba me lo repitieron hasta la saciedad y yo nada. Si vuelvo la vista atrás veo que, como Camilo, “tengo más ruinas que Machu Picchu” de tanto caerme.
Hace unas semanas me caí en el sentido más literal del término. En el figurado ni les cuento. Andar acelerada queriendo arreglar el mundo con el móvil en la mano, sin mirar al suelo y hacer otras cosas mientras caminas, te puede llevar a comerte el asfalto. Una suerte solo haberme partido un labio. Mas morros que “Carmen de Mairena” unos días y ya.
Y es que no me acostumbro a aquello tan zen de que cuando se fríe un huevo, hay que freír el huevo. Sin más. Lo leo, lo releo y nada. Y hasta me echan de las clases de yoga porque abarcar lo inabarcable, llegar donde es casi imposible, arriesgarte a cambiar algo de tu mundo, ser autónoma, tratar de estar radiante, lista y hasta ocurrente, sonreír, ganar juicios, hijos, pareja, casa… ¿y mirando atentamente por donde pisas? Imposible.
Y es que creo que la certeza absoluta de saber por donde caminas es sencillamente imposible. Desconfíen de los que nunca tropiezan. ¿Quién no tropezó con un amigo que le arrancó de cuajo la confianza en la condición humana? ¿quién no se enamoró de la persona inadecuada ? ¿alguien no se ha desangrado alguna vez? Topar y caer ante desleales y mezquinos, ante psicópatas soterrados de los que abundan cada vez más, sufrir a los estafadores de la vida, los que te engañan por dinero y encima se creen honrados y de justicia… “¡Es que sigues sin mirar por donde caminas!”, escucho allí al fondo. Y yo digo, “claro, a cojón visto, macho seguro”.
Pero hombre si se cae hasta Risto Meijide. Tan seguro de si mismo, tan hiriente tantas veces, tan cruel con la debilidad de otros. Y ahora va y se cae en lo más llano. Los cachos de la esposa angelical que parecía su hija. ¡Risto, tio, si te lo dijimos todos! Pero, así es la vida. Hasta el mismísimo Rey -el emérito - tropezó por lo visto una y otra vez. Vean la serie documental Salvar al Rey y luego me cuentan. Querían salvarlo a toda costa unos y otros y él nada, erre que erre. Aunque, eso si, tropezar con Corina no es moco de pavo… la deslealtad como postre sin que nadie lo pida y cuando has pagado tu la comida es asquerosa.
En fin que la vida es esto. Tropezar. Si no seríamos autómatas, robot de esos que el telediario dice que tendremos en cada esquina en el 2030. Yo, por si acaso, voy a seguir caminando como siempre. Recorreré caminos, experimentaré nuevos dolores y desengaños, pero disfrutaré más y mejor de lo bueno. Andaré bajo la lluvia o el viento, entre las viñas, aunque me parta un labio, aunque me roben en mi cara y en nombre de la justicia…¿quién soy yo para no tropezarme?
Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada.
Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta.
¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.
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