El cambio climático existe. Solo los ilusos pueden negarlo. Pero también existe la acción humana, esa que tantas veces escoge el camino equivocado de los que tiene a su albedrío. La foto que ilustra estas líneas es una playa de la Costa del Sol. Hace mucho tiempo. Cuando hubo playas verdes y vírgenes. Hoy plagadas de cemento y, eso sí, de los inefables chiringuitos.
Si, esos oasis de olor y sabor frente al mar que se prodigan por todas las costas mediterráneas y hasta en el Atlántico sur. En una mesa de un chiringuito de la costa malagueña dos hombres conversa:,
- ¿Has leído lo del chiringuito ese de Ibiza al que va el tío mega rico de Amazon? Fondea expresamente el barco allí solo para comer. Y la lista de espera dicen que es más larga que la que había en su día en El Bulli.
- Bueno, la de este tampoco está mal. Que para coger mesa este agosto tenemos que echar una instancia cada vez que venimos (ríen)
- Mira, yo no lo entiendo. Cualquier chiringuito es arena, playa, mar enfrente, sardinas, arroz y pescaíto fresco. Frito, a la plancha, a la brasa o espetado y ¿para eso hay que gastarse lo que leí?
- ¿Cuánto leíste?
- ¡Mínimo 250 eurospor persona y hay quien se gasta, por lo visto, hasta 1.500 euros! Ojo, por cabeza
- Definitivamente hemos perdido el oremus. Pero, y ¿qué te dan de comer?
- Caviar, hijo, caviar. En todas las formas y en todos los platos. ¡Lo que tú y yo nos estamos comiendo aquí, pero con un pelotón de caviar encima! Ahora la única forma de demostrar ser más que otro es hacer un derroche exhibicionista de algo que no pueda pagar el que te mira.
- Acabáramos pues.
Y es que el verano es una época de exhibición continua y los chiringuitos, el escaparate idóneo para ello. No somos nadie sin exhibir el último look como el de la influencer, la mesa del chiringuito más demandado, el rolex que por fin tienes o ese cuerpo de infarto trabajado todo el año hasta con preparador y más abdominales que Rocky. De nada sirve “ser” si impúdicamente no exhibes el “tener”.
Tanto nos exhibimos que llegamos a perder el pudor, ese valor humano tan devaluado. El pudor como moderación, modestia y protección de la intimidad. Sin pudor, exhibimos las rupturas, las infidelidades y hasta las enfermedades. Puedo entender que haya personas que pretendan dar ejemplo, pero me pregunto si no será también esa exhibición de dolor una forma de impúdico exhibicionismo. Los ejemplos de quienes la aprovechan para obtener dinero en base a la curiosidad y la pena inducida que infligen a los espectadores son evidentes.
En fin, que los chiringuitos son, además, como la vida misma. Los hay para todos y para todos los gustos. Ya lo decía picanton Georgie Dann cuando cantaba “el chiringuito, el chiringuito, está el menú del día, conejo a la francesa, pechuga a la española y almejas a la inglesa ” … Y ahora, también, el chiringuito con caviar a la “millonesa”.
Arena en los pies y mesa de mimbre, exactamente como usted y como yo, pero con el impúdico pelote de oro negro a modo de guinda. Chin pum.
Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada.
Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta.
¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.
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