Cuando echo la vista atrás, hoy 31 de diciembre, los acontecimientos de mi vida los sitúo ya por decenas. Que si casi cuarenta años de cuando acabé la carrera, que si treinta de la compra de aquella casa que tenía una hipoteca al doce por ciento (sí, como lo oyen), que si veinte de la muerte de mi padre o de aquella aventura de irme a ejercer la abogacía a mi manera, como Sinatra.
Los años van cayendo y con el tiempo te das cuenta de que unos lo hacen como auténticas losas y otros como hojas mecidas por el viento que, tras un bamboleo gracioso, solo te rozan y se posan.
El otro día me preguntaron que qué tal el año 2023 y, la verdad, la pregunta me cogió por sorpresa. No sabía a qué se refería mi interlocutor, si a la política, a la economía, a la salud, a la profesión, a cómo está mi familia, o a cómo está mi corazón.
Tuve la sensación entonces de que esa pregunta, cuando te la espetan así, de repente, alguien que además no te conoce mucho, esconde la averiguación de dónde estás tú en relación con la política de un país completamente polarizado. No en vano la palabra “polarización” ha sido escogida como la palabra del año 2023 por la FundéuRAE.
Para los unos este país está atravesando una crisis profunda y para los otros todo va viento en popa, mientras hacen lo que antes era imposible para evitar a los unos. En este río cada vez más delgado entre las dos orillas, estamos los que tratamos solo de bañarnos y guardar la ropa, como medida aséptica para no caer en la locura generalizada en la que caen demasiadas personas que quieren llevarte a una orilla, o a la otra.
O eres de Hamás, o eres el primo de “Bibi» Netanyahu; o eres de la izquierda que pacta con ”asesinos“, o eres un facha redomado, o eres lista si tu opinión es la del interlocutor, o una idiota redomada si te sitúa enfrente. Todo depende de donde te posicione el otro. Tu opinión es lo de menos. El diálogo sereno, la empatía, eso que te hace ponerte en el lugar del otro, la reflexión, la aportación de ideas diferentes, para tratar de obtener conclusiones comunes, ha desaparecido en el 2023.
Por eso, cuando me hicieron la pregunta preferí obviar todo eso que nos polariza. Realmente para mí este año ha sido otra cosa. He despedido a mi madre, que me enseñó la alegría de vivir y me colmó de besos. Creo que al final somos el producto de los besos que nos dieron de pequeños. Retirarse de la vida a una edad más que decente, dejando grandes enseñanzas a los que te siguen, es algo que nos hace crecer a los que nos quedamos. Les recuerdo que las cosas materiales alguien las tirará a la basura.
Y la respuesta fue que me basta con estar sana a una edad donde estarlo es el mayor tesoro; poder disfrutar de la buena mesa, de viajar a recónditos países que abran mi mente inquieta y tomar el sol; disfrutar de esos paseos interminables con la persona que amo, descorchar un buen vino, celebrar y poder trabajar lo suficiente como para poder gozar de la vida. El 2023 me ha hecho crecer y sentir el poliedro de caras casi infinitas que es la vida.
Una lástima que, para otros, como diría Sabina, este año se vaya “con el pesar de no ser comprendido”.
Bienvenido 2024, el bisiesto, el de la oración, el del Dragón y el del año de la Cumbre Mundial contra las Sequías. Ahí es nada. Lo demás, lo ponen ustedes.
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