Falta de ambición
Última entrada del año. Tiempo de balances. Y, curiosamente, en el caso del Córdoba, que tantos puntos positivos podría abarcar, el año se resume en un presente lleno de incertidumbres. Un descosido del que hablábamos hace un par de semanas, que hoy ya clarea la ropa interior.
Incertidumbre, porque la gran duda del principal club deportivo de la ciudad es su ambición real. En tiempos donde los mensajes oficiales rebotan en la coraza escéptica general, insistir una y otra vez en el objetivo del ascenso a primera división, ni lo hace más posible, ni lo hace más creíble. Los hechos desde distintas instancias del club apoyan esta impresión.
En primer y fundamental lugar, por la política del club. Es cierto que el concurso en que se halla inmerso parece encaminado. Pero también lo es que, tras un año y medio de gestión del nuevo equipo directivo, tras importantes ajustes en el coste de la plantilla y sus fichas, hablar de ascenso se antoja un mantra desesperado cuando la realidad es una desamortización continua de cualquier atisbo de mejora deportiva. Se aduce que debemos ser un club vendedor. Pero si valoramos cómo está el mercado en la actualidad, no es descabellado pensar que la mejor carta de que disponía el club ya ha sido jugada. Más de dos millones y medio de euros en venta de jugadores y la mejor taquilla de nuestra historia gracias a una inolvidable eliminatoria copera con el Barcelona no parecen haberse reflejado (ni que se vaya a reflejar) en el potencial deportivo del equipo. Los dos mejores jugadores de la temporada pasada (Borja García y Javi Hervás), el principal valor de mercado (Charles) y el único jugador que ha demostrado hacerse un sitio regular en alineaciones de primera división (Ximo Navarro) se han ido, sin que ninguna de las incorporaciones hayan aportado ni en previsiones (si acaso Joselu, cedido), ni desde luego en prestaciones reales la compensación o mejora necesaria para hacer mínimamente creíble el mensaje. Más allá, el entrenador sobre el que pivotó el potencial milagro fue dejado marchar sin dejar un euro, en una maniobra tan decepcionante (y legítima) por parte del propio Jémez como resignada y falta de convicción motivadora por parte del club. Sólo un año de cierto éxito y ya nos encontramos desmontando, a los hechos, lo que tantos años costó volver a ver. Tampoco ayudaron las bravuconadas del presidente instantes después de perder la eliminatoria de play off frente al Valladolid. Carlos González ha encadenado a partir de ese momento no pocos errores más. El protagonismo de la dirección deportiva no parece tan claro a cualquier ojo atento al día a día del equipo. Y la política de renovaciones parece depender más de las filias y fobias con los representantes que con las necesidades reales del equipo y con la idiosincrasia del vestuario. Porque renovar por varios años a jugadores tan veteranos como López Garai o Cristian puede no ser una mala decisión (desde luego no la más necesaria), si no fuera porque parece tremendamente descompensada frente a otras que tendrían que llegar, especialmente la de Fuentes. Las negociaciones con este jugador, así como las que se están desarrollando con López Silva o Caballero, lejos de avanzar, se están necrosando y amenazan con agriar un vestuario que ya de partida no está tan unido ni implicado como el año anterior. La falta de ambición institucional se transmite a una plantilla cuyo estado de excitación e ilusión desbordante no era fácil de mantener sin Paco. Si entendemos inconsciente no tener una política de contención en cuanto a fichas, también resulta poco inteligente no ser flexible en la misma ante valores ya contrastados, y especialmente de la casa (lo que siempre necesita un vestuario cuando vienen mal dadas). No sirve de nada dedicar varias fichas profesionales, por bajas que sean, para un centenar de minutos que bien podrían cubrirse con la cantera, y aprovechar esa reducción de fichas para mantener aquellos jugadores que ya están involucrados en el proyecto y sirven al mismo. Para colmo, anunciar fichajes y cambios en la plantilla en el momento más dulce del equipo, y a falta de una semana para el parón navideño, ha sido la última ocurrencia del presidente. Los jugadores contestaron con un vergonzoso partido ante el Recreativo.
La plantilla: Jugadores que, en el mejor de los casos, apenas han jugado en primera división, y que en el fondo no tienen confianza en hacerlo, no sienten la presión semanal de ganar una vez sí y otra también. Sólo así se explica que un grupo que ha demostrado ser tan bueno en lo futbolístico como el que más (sólo el Lugo, el Recreativo y un tiempo Las Palmas han superado en juego claramente al Córdoba en sus enfrentamientos) no sea capaz de encadenar ni dos victorias consecutivas salvo en alguna contada ocasión. De tres seguidas, ni hablamos. Para colmo, algunos jugadores claves en el vestuario, como López Garai, se permiten retar (y no sólo una vez) a la afición si ésta protesta. Una afición que, tras innumerables años de decepciones, ha acogido un año de buen fútbol con la única subida en abonos de la categoría si exceptuamos los equipos ascendidos. Una afición, además, que mantiene una de las medias más altas de asistencia. Si López Garai tuviera la decencia de volver a ver el partido frente al Recreativo, debería pedir disculpas por no entender la reacción de la grada.
Del entrenador hablamos hace algunas fechas. Su trabajo es bueno, pero su mayor debe es que quizá transparenta demasiado la falta de fe en el objetivo. Y cuando los jugadores no han dado la talla, ha sido algo desconcertante con los cambios. Ha tenido demasiadas dudas en la delantera. Y poca empatía para sacar lo máximo de algunas de las piezas imprescindibles, nos guste o no, como Joselu.
Falta ambición institucionalmente. La de los hechos, no la de las palabras. A partir de ahí, es fácil que se descuelgue la fe de algunos protagonistas, principalmente los jugadores. También que descienda el atractivo del proyecto para los jugadores que se trata de traer; y, desde luego, se afecta la paciencia del aficionado. Vasos comunicantes. Toca llenarlos de ilusión real, no virtual. Y, señor López Garai, la afición es la única que no es culpable.
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