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La tierra prometida

Djukic, pensativo sobre el césped quemado de la Ciudad Deportiva | ÁLVARO CARMONA

Paco Merino

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Todo este disparatado asunto del sabotaje de la Ciudad Deportiva, de la Policía investigando quién era el señor de la mochila que se paseó echando herbicida por el césped, de las acusaciones y denuncias, de las ruidosas apariciones de fantasmas del pasado, de la chusca pelea política, va a servir para que todo el mundo se entere de algo que era bien sabido en el círculo futbolístico pero que permanecía oculto al gran público. Detrás del brillo de la Primera División se esconde una realidad cochambrosa.

El Córdoba CF no tiene en su ciudad un lugar en el que prepararse con unas mínimas condiciones. La Ciudad Deportiva -nombre excesivo para la realidad de la instalación- cedida por el ex presidente Rafael Gómez es un sitio para salir del paso, un recinto repleto de taras que se usa porque no hay más remedio que hacerlo y que conviene no enseñar. Como esa habitación de los trastos que suele haber en cada hogar y a la que corres para cerrar la puerta cuando hay visitas, para que no la vean. Está como para que venga el Barcelona a Córdoba un día antes del partido y pida un sitio para entrenar. La imagen chapucera recorrería el mundo. Eso no sucederá porque seguramente el Córdoba CF ya habrá advertido a sus vecinos de la Liga de que no tiene alojamiento para ellos. No lo tiene ni para él.

Ahora el Córdoba tiene previsto ir a entrenarse a Sevilla. Sí, allí mismo. Es un caso inédito. Que un club de Primera tenga que marcharse de su ciudad por no poder disponer de una instalación apropiada -El Fontanar y Rabanales no dan la talla; El Arcángel ya está suficientemente “cascado” para cargarlo más- es un episodio que, evidentemente, no deja en buen lugar a ninguno de los protagonistas. Para terminar de “arreglarlo” llegan el sabotaje, las puyas del presidente González, las réplicas viscerales de Rafael Gómez, la denuncia del ex jugador y encargado de mantenimiento Pepe Urbano, la reaparición de José Miguel Salinas y el cruce de acusaciones entre grupos políticos habituados a utilizar el fútbol como munición fácil según les interese. Un circo. Y esta vez no quedará en un producto de consumo interno. Se van a enterar en todo el mundo de cómo funciona Córdoba.

El equipo de los 50 millones, este Córdoba de Primera al que le han prestado futbolistas el Real Madrid, la Juventus, el Inter de Milán, el Benfica, el Manchester City o el Sporting de Lisboa, se tendrá que ir a Sevilla para que le cedan ahora un campo de entrenamiento. Viajarán en autobús añorando los buenos tiempos, cuando podían al menos ver algo de verde bajo sus botas antes de terminar la sesión y montarse, empapados de barro y sudor, en sus vehículos particulares para trasladarse del Camino Carbonell al Estadio El Arcángel y poder ducharse con agua caliente. Ésa es la trastienda de la Primera División.

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