'El Negro' Cáceres: la historia de un milagro
“Está en manos de Dios y de los médicos. Estamos trabajando para salvarle la vida”, explicó el portavoz médico del Hospital Ramón Carrillo, en Buenos Aires, a la prensa que se interesaba por el estado de Fernando Cáceres, quien se encontraba con asistencia respiratoria y en coma inducido después de haber sido atracado y disparado por tres pandilleros adolescentes en las afueras de la capital argentina. Le descerrajaron un tiro en pleno rostro. Sufrió una fractura en la base del cráneo. Perdió el ojo derecho. Ocurrió el 1 de noviembre de 2009. El término milagro es el que mejor define el desenlace del duro episodio que tuvo que afrontar Cáceres, que actualmente ve el mundo de otro modo desde su silla de ruedas. En Vigo y Zaragoza, las dos ciudades en las que vivió sus años de gloria como futbolista, le rindieron sentidos homenajes. En Córdoba, donde despachó sus últimas carreras como profesional en el campeonato español antes de volver a su país, el suceso se comentó en las redes sociales y de ahí no pasó. Pocos recordaban que el ex internacional argentino formó parte del megaproyecto del curso 2004-05, el año del cincuentenario. No le fueron bien las cosas en El Arcángel. Ni a él, ni a nadie.
“Dentro de unos meses podré vender o regalar la silla de ruedas”, explicó el que fuera poderoso central en la década de los 90 en un acto de alto voltaje emotivo. El 26 de diciembre de 2012 recibió por parte del Real Zaragoza la máxima distinción del club, la insignia de oro y brillantes. Con el equipo maño fue campeón de aquella célebre Recopa de Europa de 1995 que se resolvió con un golazo de Nayim a Seaman, del Arsenal. Un globo lanzado desde el mediocampo cuyo recuerdo hace que se humedezcan los ojos de los seguidores más veteranos. En aquella noche memorable en París estaban Juan Eduardo Esnáider -que marcó- y el sevillano José Luis Loreto, que había brillado en el Córdoba. En la capital aragonesa, Cáceres compartió momentos con algunos de sus compañeros de entonces y con otros que aún están en activo como el meta Pinto, del Barcelona, con el que coincidió en las filas del Celta.
Fernando Cáceres (San Isidro, Argentina, 1969) debutó en la máxima categoría de su país a los 17 años, con Argentinos Júniors. Tras ser campeón de América juvenil y ganar una Liga con el River Plate, cruzó el Atlántico para enrolarse en el Real Zaragoza. Con los aragoneses conquistó la Copa del Rey en 1994 y la Recopa en 1995. Tras un paréntesis en Argentina con el Boca Juniors retornó a España para incorporarse al Valencia, del que saltó al Celta de Vigo para vivir la edad de oro del conjunto gallego. Vistió de celeste hasta 2004. Paralelamente desarrolló un notable papel en la selección argentina, con la que disputó 24 encuentros oficiales entre 1992 y 1997, logrando el título de la Copa América en 1993.
No era un futbolista cualquiera. Tampoco un hombre corriente ni un pusilánime. Su manera de afrontar el desgraciado incidente que marcó su vida se define con unas declaraciones a la revista Garganta Poderosa, editada por jóvenes de barrios marginales de Argentina, y divulgadas por varias agencias. “Esos chicos que me robaron, como todos los demás, deberían haber estado contenidos, porque ningún pibe nace chorro (ladrón). Tendrían que estar en una canchita o estudiando”, explicaba El Negro. “Lo que me pasó no se trata de una lotería, como algunos dicen, porque yo jamás compré un número y acá estoy. Mi castigo, hoy, es la silla de ruedas, pero en tres o cuatro meses la podré vender o regalar. En cambio, ellos, los chicos que me asaltaron, están castigados de por vida, castigados por su historia; obligados a salir a robar. Y eso es mucho peor”, añadió.
Quizá las generaciones de cordobesistas más jóvenes no recuerden que Fernando Cáceres, un mariscal de área de primera magnitud en la década de los 90, jugó su último partido oficial sobre suelo español en El Arcángel. Y defendiendo la camiseta del Córdoba CF. Recordemos. Después de dos temporadas salvándose en la última jornada del campeonato, el Córdoba afrontaba la campaña 2004-05 con la firme pretensión de cambiar su suerte. El presidente, el recordado Enrique Orizaola, soñaba con convertir a los blanquiverdes en un firme candidato al ascenso a Primera División como mejor modo de festejar el cincuentenario de la fundación del club (1954). Después de once temporadas en la máxima categoría española (Zaragoza, Valencia y Celta) y con 35 años, El Negro Cáceres fue uno de los fichajes estelares del Córdoba. También llegaron otros como Mate Bilic, Mariano Armentano, Íñigo Larrainzar, Ariel Montenegro, Juanmi, Francisco, Pablo Sierra, Fredrick Soderstrom… Así, hasta 38 futbolistas utilizados. Para el banquillo se firmó a Esteban Vigo, que venía de hacerlo rematadamente bien en el Xerez Deportivo.
Pero nada salió como se había planeado. Y nada es nada. El equipo se hundió desde el primer momento sin paliativos. Un veto a los medios de comunicación de la ciudad -y los foráneos también- provocó la rechifla nacional y un ambiente irrespirable. El 22 de diciembre de 2004 se celebraba en El Arcángel un tenso Córdoba-Deportivo Alavés. Era la jornada 18 y los blanquiverdes, que eran colistas en la tabla y solamente habían ganado un partido -al Terrassa, 2-0-, comparecían en estas vísperas navideñas con su tercer entrenador en cuatro meses. Qué tiempos aquellos. Ahora, a cualquier cosa le llaman crisis.
A Esteban le echaron después de la jornada 7 y llegó Roberto Fernández, quien sólo se mantuvo cinco partidos antes de que el máximo accionista, Rafael Gómez, echara mano de Rafael Alcaide Crispi. El Córdoba era el último y siguió siéndolo después de aquella jornada aciaga. Una más. Perdió por 1-2 contra el cuadro vitoriano, que con goles de Bodipo y Rubén Navarro superó el tanto local, materializado por Pablo Villa, actual entrenador del Córdoba. Crispi alineó aquel día a Jauregi, Osuna, Selu, Cáceres, Juanmi, Guirado, Francisco, Villa, Txiki, Mate Bilic y Silvio González. Al Negro lo sacó el técnico cordobés del campo en el minuto 56 para dar entrada a Sarmiento. Pocos días después recibía la carta de despido junto a otra decena de compañeros en la mayor revolución invernal que se recuerda en el club, que compuso otro equipo nuevo para terminar despeñándose a la Segunda B. Fue el último partido de Cáceres en España. Luego volvió a su país fichado por el Independiente hasta 2006 y en 2007 se retiró en el Argentinos Juniors. Ahora, ya en su madurez y después de haber salvado la vida de puro milagro, quiere ser entrenador.
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