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Perioindigno

Víctor Molino

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El Periodismo es la mejor y la peor profesión que existe. A la vez, sí. Es buena por el abanico de posibilidades que ofrece a quien se dedica a ella. Se trata de una carrera multidisciplinar, humanista donde las haya y muy dinámica.

Es muy buena porque no aburre y, además,  cultiva. Un periodista no deja a aprender nunca, no deja de estar cerca de la gente, de los hechos, se permite el avance de temáticas, el análisis, el contraste… Pero tiene un lado malo. Muy malo.

Ayer, 24 de enero, se celebró el “día del patrón” (San Francisco de Sales). Un reducido grupo de profesionales cordobeses, menos de treinta, se reunieron para, de manera austera, almorzar en un conocido restaurante y valorar la coyuntura profesional.

Es una pena, porque la ciudad cuenta con más de un centenar de comunicadores (la gran mayoría licenciados) que se dedican a esta profesión. Pero bueno, al menos, se sostuvo el encuentro.

La mínima comparecencia de personal, casi justificada en algunos casos por motivos laborales, estuvo enmarañada curiosamente por una noticia. Negativa, eso sí. En la misma jornada, el rotativo más importante de la provincia advirtió a su plantilla el número de personas que iban a ser apeadas de sus puestos de trabajo.

En este contexto, parece fácil reconocer que eso ocurre en otros ámbitos labores. Pero en el caso del Periodismo, hay una diferencia: Que no siempre se cuenta lo que ocurre. Es decir, que la profesión periodística, la misma que concede cobertura a las vergüenzas y desvergüenzas del ámbito social, no atiende a los principios de la verdad cuando habla de sí misma. Incluso la propia verdad, se oculta.

El problema es que los medios de comunicación y los periodistas son poco corporativos. Falta unidad. Faltan medios para abordar las asquerosas desigualdades que atesora. El Periodismo es una profesión extremadamente competitiva en la que se prioriza el ego individual y empresarial y se olvida el significado profesional.

Los periodistas, ese colectivo que secunda informativamente cualquier manifestación, queja y/o crítica contra el desempleo no dicen su verdad. Así luce el pelo.

El Periodismo, en constante evolución en cuanto a contenidos, formas de contar, comunicar y a tecnología se refiere, ha involucionado como profesión. Es una de los pocos ámbitos donde hay gente que trabaja sin cobrar.

Donde, ya desde becario y a sabiendas de que el futuro es más que negro, se soportan jornadas laborales sin horario únicamente para procurar hacerse un hueco en el asqueroso mercado.

Es una profesión que trata a los veteranos sin aprecio y que desprecia también a los noveles. Es una profesión en la que se denuncia lo mismo que se hace con uno y en la que eso mismo se deja de contar cuando atañe a “tu empresa”.

Es una profesión extremadamente vocacional, siempre abierta a la crítica de cuerdos y no cuerdos, donde siempre convive lo maravilloso con lo ruin. Hoy, el Periodismo no debería llamarse como tal. El ejercicio en la actualidad sólo es Perioindigno.

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