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Andalucía y la República de Iberia, de Estrabón a Rufián.

Antonio Monterroso

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Apeé todo mi tiempo del día 4 en los escaños del debate de investidura. Ni Reyes ni Correo, quieto en casa, donde la política es compañía corriente desde mi abuelo Pacífico. Una vida, como tantas, marcada por la maldita guerra. Desde Radio Pirenaica hasta la puesta en marcha del Diario El Mundo, más o menos, todo fue la guerra, y desde que se pudo, política. A veces me tienta el escribir de pura política (pronto se me pasa), siendo yo nieto de un rojo y de un azul, tanto que ahora la gente se gana el parné hablando de fachas y comunistas. Para los jóvenes, no: no son apps de Google Play.

De todo lo fútil, lo vil, lo manoseado, lo cínico, lo tétrico, que vimos ese día, lo que más me tocó (de lo demás estamos ya desafortunadamente sedados) fue escuchar el ¡Viva Andalucía Libre! ¡Gora Euskadi Askatuta!, ¡Viva Galiza Ceive! y Visca Catalunya Lliure! con el que colofonó su discurso la boquita de amarguillo del efebo de Santa Coloma. Y más me dolió ver que hubiera andaluces que lo aplaudieran.

La verdad es que mientras escribo se me viene a la cabeza la España que tienen mis 42 años. La mía, desde hace tiempo, es, sin límite alguno, puramente andaluza; ello lo han incentivado estos debates. Es una cuestión más de terruño que de estatuto. De amor propio que de militancia. Ha ido creciendo conforme, lógicamente, más nos han ido degradando y ridiculizando con ferias y romerías, con el calor de agosto, con el paso del Quema, con la madrugá, con los shiste que Joaquín, con la Pantoja y con la Duquesa, con el sol, los chiringuitos y los espetos, con el que te pinsho, con la miseria, con la marginación de Al-Andalus. Con ser la chacha grasiosa de España, entre unos y otros. La única, o de las pocas voces generales, generalistas, universales y críticas que nos han defendido como pueblo histórico, como humanidad digna, como honra, han sido los poetas de ese certamen literario y musical antológico anual del Cádiz de cada febrero al que, por desgracia, los incultos en la materia confunden con un cualquier carnaval. Que nunca dejen las olas de vivirnos en las letras.

No Rufián, no, nen, no somos iguales. No cabemos en el mismo exhorto. Tú puedes pedir y chulear ahora porque un día a nosotros nos sometieron a páramo, a corral, a yerma: sí, esa misma dictadura y los mismos fachas que tanto te convienen, que son, los que más os favorecieron, a vosotros, los ricos del norte. Nos extirparon la motricidad, la raíz, la savia y la cultura para que anduvierais más rápido y más preparados los que ahora nos pedís. No os debemos compañía y menos rendición. Como decía un amigo extremeño, tú te quejas por tus peajes, y cuando te pusieron los peajes, nosotros íbamos en carretas.

A la maquinaria catalana, esa que es capaz de pagarnos con nuestro dinero, le hace falta una cara amable. Les hace falta la versión cándida del asunto, la simpática, la graciosa, la acogedora, para blanquear lo injusto, lo asimétrico, lo más antisocial que hay: dividir a los pueblos. Y, dentro de ellos, por castas, por escarnios, por afrentas, porque sí. Tu pretendes amalgamar a la región, el país, la nacionalidad, la nación más histórica y desarrollada de toda la península ibérica, por supuesto Andalucía, con unos territorios menores, absolutamente menores, en la historia de la misma, como son tu Cataluña y el País Vasco. Galicia es sólo la otra parte de la afabilidad que os sirve de efecto sedante.

Iberia, tal y como vosotros la volvéis a querer, era antes de los romanos (no los meto en esto) un cúmulo de pueblos menores, a menudo sin frontera clara, y más o menos agrupados culturalmente según unos parentescos más agrestes que sociales. Es quizás la etapa más comparable a la que se nos viene encima ya que Teruel Existe: más que la medieval, quizás, por cuanto no mediaban cuestiones de religión como conflicto general ni como frontera.

No sé cuánto Rufián habrá leído a Estrabón para nombrar esos cuatro puntos cardinales ibéricos en el mismo sentido que el autor de Amasia. Ya que el debate está en la identidad local por encima de la general, o mejor, en ser distinto y más que el de al lado, en los orígenes ancestrales de vascos y catalanes, vayamos a ver qué somos cada uno, si es que de historia hablamos, cuando cada uno éramos sólo cada uno, antes de que nadie homogeneizase administrativamente la península. Es decir, antes de los romanos.

De nosotros, los vagos y ladrones del Sur (Carod Rovira existe) los griegos y romanos dicen:

- “La región atravesada por el río Baetis no teme ninguna comparación con cualquiera de la tierra habitada en cuanto a la calidad de los bienes que produce (Strab. III, 1.5). Toma el nombre de Bética por el río, o de Turdetania por sus habitantes, también llamados Túrdulos... Son considerados los más cultos entre los íberos, tanto que conservan memoria escrita de su historia desde hace más de 6000 años. El resto de iberos conocen la escritura, pero ni en una única lengua ni en una única formaSon considerados los más cultos entre los íberos, tanto que conservan memoria escrita de su historia desde hace más de 6000 años. El resto de iberos conocen la escritura, pero ni en una única lengua ni en una única forma( Strab. III. 1.6)”

- “La Turdetania es una región maravillosamente afortunada, produce de todo y en gran abundancia. Tiene una gran facilidad de comercio: es simple vender el exceso de producción debido al gran número de actividades comerciales. Además de la construcción de barcos, exportaban telas, aunque ahora sólo exportan la preciada lana negra, cuya belleza es insuperable. La riqueza de las exportaciones de la Turtetania se manifiesta a través de la grandeza y número de barcos. Sus mercantes llegaban hasta Pozzuoli y Ostia, puerto de Roma, en número comparable al de las ligeras naves del norte de África (Strab. III. 2.4)”.

- “No se encontraría una expresión adecuada si se quisiese alabar tanta riqueza. A la riqueza de la tierra se añade la civilización de las costumbres y de las instituciones políticasA la riqueza de la tierra se añade la civilización de las costumbres y de las instituciones políticas”.

De vosotros, de los que habitáis desde la costa norte de Iberia hasta los Montes Pirineos, los antiguos dicen que “vuestro modo de vida selvático no deriva sólo de la guerra, sino de vuestra lejanía, y que eso os impide vivir en comunidad y amor por el prójimoeso os impide vivir en comunidad y amor por el prójimo (Strab., III.3.8)”. Respecto de los que, más al sur, viven en vuestras tierras cercanas al Ebro, parece que lo hacían “en aldeas dispersas, siendo igualmente selváticos, algo que parece común a todo este territorio”, y que las ciudades, en este territorio que va entre las estribaciones vascuences y los límites catalanes, “parecen contribuir poco a la civilización parecen contribuir poco a la civilización(Strab., III. 4.13)”.

A los andaluces esta situación de localismo se nos queda pequeña e insignificante. O quizás hace falta todavía mucho más para despertarnos. Vivimos en una Andalucía en la que una parte de la mitad de la sociedad, normalmente de centro-derecha, piensa (o ha pensado hasta hace poco) que es una deshonra ser andaluz. Que somos unos incultos. Y que los niños deben estudiar en Madrid. Su bandera, preferentemente la de España. Vivimos en una Andalucía donde, una parte de la otra mitad de la sociedad, normalmente a la izquierda, piensa (o ha pensado hasta hace poco) que ser español nos asimila a los de la pulserita, a los de la corbata con las líneas de la banderita, a los señoritos castellanos de sangre pura y casta vieja. Su bandera, preferentemente la de la franja morada.

Después de lo de estos días, pocas dudas quedan de que vamos al cambio de nuestro sistema parlamentario y territorial actual. Claro es que hay un diseño que pasa por verter la soberanía de los ciudadanos a los territorios y despojar por tanto de cualquier función simbólica a la monarquía que, en ese momento, lógicamente, no tendrá justificación. No me asusta, no me ofende, sólo opino.

Si tenemos que ir a otra cosa, a la República de Iberia, vayamos como históricos andaluces a algo que de verdad sea republicano y federal: es decir una casa común, simétrica y democrática, de todos los pensamientos e ideologías, solidaria de unos y otros, como lo es Alemania. Ya veremos qué pasa con nuestro gentilicio.

Si nos aprietan, si nos chulean, si nos utilizan, si Rufián decide meternos en su saco, entonces, vayamos simplemente como andaluces. Con Machado, Lorca, Al-Andalus, y la Bética por delante. Que me perdone Velázquez, Juan Ramón y todos los que olvido.

Ahí, en la historia de los pueblos, entonces nos veremos.

(P.S. Los textos son para Rufián y los que son igual de insolidarios que él. Discúlpenme catalanes y vascos en general)

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