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Sobre este blog

Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

Titulitis

Birrete y título

Juan José Fernández Palomo

26 de julio de 2025 20:25 h

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En apenas dos días, una prometedora joven política profesional pasa de tener un doble grado universitario en Derecho y Ciencias Jurídicas, una licenciatura en Misuri y ser profe universitaria a no ser nada de eso, dimitir de lo poco que era e, inmediatamente, ser contratada como, ni más ni menos, “tertuliana” en una tele (una de las máximas aspiraciones laborales de cualquier cuñada o cuñado al que la parcela en prime time de perol le parece poca audiencia).

Para colmo, la señora en cuestión, “sólo sé que se llama Noelia” (cantaba Nino Bravo), se ha convertido en un referente moral para unos pocos porque, oh cielos ¡ha dimitido!. Y también ha llorado un poquillo delante de las cámaras, ha visto llorar a sus padres y ha asegurado que cree que “nadie que se sienta en el Gobierno es buena persona”. Vaya por Dios.

Lo que parece la penúltima tontería que nos ofrece nuestro petardo ecosistema parlamentario se ha convertido en un pequeño terremoto, más bien tembleque, y el personal de todo signo se ha puesto a revisar los currículos propios y ajenos, a ver si están inflados, maquillados o mutilados, o si los diplomas y títulos son de Harvard o de Aravaca, si las tasas están o no pagadas, si la medalla es de oro o de chocolate, si sigues tocando la pandereta en la tuna de distrito o si con la orla de las fotos de mis compis ya me vale.

La titulitis es una enfermedad que viene de mucho atrás y parece cíclica. Mi generación, por ejemplo, fue educada para aspirar a tener una formación académica y obtener un título para que alguien te ofreciera un empleo. Como eso no siempre ocurría, te decían: “Crea el tuyo propio, el autoempleo”. Qué bonito, pues me habéis engañado. Si lo sé, no vengo.

Entre lo del Plan Bolonia, los chiringuitos académicos y la proliferación de franquicias universitarias privadas con nombres chachis va a ser muy difícil que alguien se quede sin título. Sólo tiene que pagarlo. O, mucho mejor, que alguien lo pague, aunque sea a posteriori.

Todo eso en nuestra magnífica y electromagnética tierra donde lo que mejor ha funcionado desde siempre es el enchufe.

De los gordos, ya puestos.

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Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

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