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Sobre este blog

Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

Señales

Señales.

Juanjo Fernández

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Dos sucesos que han sucedido sucesivamente esta semana pasada han removido la Historia. Al menos, la mía.

La Historia es una convención social, como la geografía y sus mapas. También puede ser una convención personal, aunque, uno a uno, una a una, somos sociedad.

Les cuento: el pasado Domingo de Ramos, en Córdoba, Jesucristo no resucitó. No salió de su templo, la Iglesia de Santa Marina (Holly Navy), por un problema hidráulico, es decir, físico, que le impidió traspasar la puerta. Salieron los hermanos y hermanas, la banda de música, salió también su madre, la Virgen de la Alegría (Lady Happiness) y anunciaron que el chavalito había resucitado, pero que no pudo salir a celebrarlo por miedo a la alergia a los plátanos de sombra o al excesivo fervor de la plebe. En Córdoba, Jesús se quedó a la sombra de su cripta. Es una opción.

Tres días después, en mi barrio, yo cruzaba a la hora del ángelus por un jardín frente a una iglesia. A las doce en punto, programado, empezó a sonar el campanario de esa iglesia. Un perro lanudo, blanco, muy guapo, que estaba con su dueña por ese jardín, levantó el cuello y miró a la torre de la parroquia.

Empezó a aullar, no a ladrar: ahúúh, ahúúúh, ahú…

La dueña del perrito ni se enteró porque estaba sentada en un banco hablando por el móvil con unos auriculares inalámbricos.

Yo sí me enteré. Pero no sé por qué aullaba el perro mirando el campanario. No sé si esperaba a que Jesús, retrasado o con resaca, resucitara al fin o estaba de guardián en modo “no salgas, que te muerdo la pantorrilla, porque este jardín es mío”. 

“Un sonido irresistible, un reclamo, que invita a la plegaria”, escribió Santa Teresa de Jesús sobre las campanas que suenan de pueblo a pueblo, de país en país.

Puede ser. Por si acaso, si puedes, corre. Corre siempre.

Como dijo Roland Barthes: “El mundo está lleno de señales, sólo hay que descifrarlas”.

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Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

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