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Sobre este blog

Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

La memoria del hambre

Líneales vacíos en supermercado

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Al lineal de lácteos le faltaban muchos tetrabricks. En la sección de huevos sólo quedaban dos docenas de los de codorniz. Las gallinas serán o no felices, pero sus huevos no estaban en el supermercado.

No había aceite de girasol. Hay mucha gente no muy puesta en geografía ni agraria ni de las otras; pero pueden escuchar en la tele que Ucrania es un gran exportador de girasol o de soja y se acongoja –valga el ripio- y se va al supermercado a arrumbar mercancías como si no hubiera un mañana, que puede ser que no haya. O sí.

Apenas quedaban paquetes de papel higiénico, que no sé por qué, pero la gente cuando se asusta por un agente exterior, acaba comprándolo por exceso. Tal vez porque el papel higiénico tiene que ver con la alimentación. Al fin y al cabo es un instrumental que tiene que ver con el proceso digestivo de los seres humanos. Con su parte final, concretamente.

Mis padres pasaron hambre, pero nunca nos lo contaron porque nosotros no pasábamos hambre. Si se puede se oculta cierta memoria sepa usted por qué razón. Naturalmente, mis padres no querían que mi hermano y yo pasásemos hambre, ni siquiera por recuerdo heredado. Lo consiguieron con silencio y trabajo, una especie de maldición bíblica que parece funcionar. Les tocó vivir una guerra civil. Creo que la llaman “civil” porque la gente podría matarse con ropa de paisano y no necesariamente con uniforme. Y una posguerra de carencia de víveres y de transporte, entre otras cosas.

Por mi pueblo pasaban trenes en cuyos vagones viajaban borregos. Hoy pasa un tren de alta velocidad con personas que apenas para.

Lo del transporte es cosa de importancia. Para que te acerquen los huevos y el papel higiénico cerca de casa. La memoria también viaja.

No sé si los que afortunadamente dejan de pasar hambre guardarán su memoria; pero sí sé que el Hambre, que es un personaje más tanto de Las uvas de la ira como de El Lazarillo de Tormes, tiene memoria.

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Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

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