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REPORTAJE

La pionera que anticipó el nuevo periodismo y el reportaje inmersivo, y cuya obra ha sido rescatada en España

María Leitner, en una de las pocos fotos suyas que se conservan.

Juan Velasco

6 de julio de 2025 20:02 h

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Hacía periodismo encubierto 30 años antes de Gunter Wallraff (considerado el padre del periodismo de infiltración). Y novelaba sus crónicas periodísticas 30 años antes del auge del nuevo periodismo americano que encumbró a Tom Wolfe, Truman Capote o Gay Talese. Su nombre, muy probablemente, sea desconocido para la mayoría de los lectores y periodistas, pero Maria Leitner (1892-1942), una reportera y novelista nacida en el entonces Imperio Austrohúngaro, anticipó el periodismo híbrido mucho antes que algunos de los nombres citados, que conocieron la gloria cuando ella ya había fallecido.

Ahora, casi un siglo después, su obra, largamente olvidada en el “bloque occidental” tras la Guerra Fría, está siendo rescatada. También en España, donde la editorial El Desvelo, que forma parte del grupo cordobés Almuzara, ya ha puesto tres títulos de esta autora a disposición del público hispanohablante.

El último es, quizá, el que más pueda llamar la atención: la novela Elisabeth, una muchacha hitleriana. Un trabajo que la autora publicó por entregas en el año 1937 en un diario francés y que constituyó una enmienda a la totalidad de la propaganda nazi que tan fácilmente pudo penetrar en las psiques de gran parte de la Europa de su época.

Era una novela, pero partía de varios testimonios e historias reales, que la propia autora ficcionó, según remarca Javier Fernández Rubio, editor de El Desvelo, que cuenta que conoció la figura de Leitner a través de la traductora Olga García, catedrática de Literatura Alemana en la Universidad de Extremadura.

El editor y periodista Javier Fernández Rubio

Un viaje constante

Ella misma escribió el prólogo del primero de los tres libros de la autora que ha publicado esta editorial, Hotel América, una novela-reportaje en la que su autora documenta la cara oculta del sueño americano de los años 30, algo que, en aquel momento, también constituyó la base del trabajo de autores como Ergon Erwin Kisch. El texto de García constituye casi la primera biografía de la escritora y periodista húngara en castellano. Y permite vislumbrar la azarosa vida de una mujer que hizo de su compromiso ideológico su seña de identidad, y que lo pagó con la imposibilidad de echar raíces y con tener que estar constantemente en movimiento.

La vida de Maria Leitner fue un viaje continuo, una “existencia transnacional” marcada por múltiples destinos como Budapest, Estocolmo, Viena, Berlín, Moscú, Norteamérica, el Caribe y París. En 1896, su familia, de condición en parte judía aunque no practicante, se trasladó a Budapest, donde el alemán y el húngaro eran las lenguas de uso cotidiano. Maria completó su educación secundaria y, aunque se desconoce si cursó estudios superiores, algunas fuentes sugieren que inició estudios de Historia del Arte en Viena, continuándolos en Berlín, donde realizó sus primeras prácticas periodísticas.

Durante la Primera Guerra Mundial, fue corresponsal en la neutral Suecia. De regreso a Budapest, colaboró en el periódico Az Est y formó parte de la vanguardia literaria. Sus hermanos, Max y Johann, estuvieron activamente comprometidos con el Círculo Galilei y el movimiento comunista húngaro. Tras la caída del gobierno comunista de Béla Kun en 1919, Maria se vio obligada a huir de Hungría y, en 1920, llegó a Berlín como exiliada política.

Allí, comenzó a traducir para la recién fundada Internacional Juvenil Comunista y reanudó su actividad periodística. Leitner era una mujer de fuertes convicciones ideológicas, marxista reconocida, y fue miembro del partido comunista desde ese momento. Realizaba traducciones del inglés al alemán y del inglés al húngaro para su hermano János, editor del único periódico comunista para la población húngara en EE. UU.

Pionera del periodismo de inmersión en América

A partir de 1925, Maria Leitner comenzó a trabajar para el gran imperio mediático berlinés Ullstein, que la envió a América. Durante cuatro años, de 1925 a 1928, recorrió Estados Unidos de norte a sur y la costa Oeste, pasando por ciudades como Pensilvania, Charleston, Atlanta, Tampa y Washington. Su objetivo era desvelar “la otra cara del sueño americano”, enfocándose en cómo vivían los asalariados, empleados y obreros, especialmente las mujeres trabajadoras.

Para ello, practicó un periodismo de investigación encubierto. Desempeñó alrededor de 80 empleos de subsistencia (camarera, pinche de cocina, obrera, sirvienta, etc.), camuflándose entre los más desfavorecidos de la sociedad americana. Fue testigo del racismo contra la población de color y los latinos, del machismo hacia las mujeres y del desprecio hacia quienes no se ajustaban a la ética laboral puritana.

Maria Leitner.

Además, su periplo viajero la llevó también a Centroamérica y Sudamérica, a Venezuela y las islas del Caribe. Su audacia la llevó a adentrarse en “zonas prohibidas” (no-go areas) para otros periodistas, como la colonia penal de la Isla del Diablo frente a la Guayana Francesa.

Sus reportajes de esta etapa fueron recopilados en el libro Una mujer viaja por el mundo (1932), el segundo que publicó El Desvelo. En estas crónicas, abordó temas complejos como el crimen, el castigo, los derechos humanos, el poder y la dominación, cuestionando el sistema legal.

Obra literaria y lucha antifascista

Pero la obra de Leitner no se limitó al periodismo. Su primera novela, Grano de arena en la tormenta, se publicó por entregas en 1929. A esa le siguió la ya citada novela-reportaje Hotel América, basada en entrevistas y hechos reales, pero ficcionada y que, según recogió el profesor Julian Preece en una investigación sobre su figura, mostraba un paralelismo con la novela Amerika, que publicó Franz Kafka bajo el pseudónimo Max Brod casi de forma simultánea.

La siguiente fue Mädchen mit drei Namen (Mujer de tres nombres), que retrataba las vivencias de una joven en el Berlín de la Depresión y su camino hacia la conciencia política. Fue en esa época en la que comenzó a fijar un enemigo en su periodismo y su literatura: el régimen nazi, que acabó prohibiendo sus libros en Alemania, y extrayéndolos de las bibliotecas.

Ella tuvo que huir de nuevo y se exilió en Viena, Praga y Francia. Cuenta Olga García que, a pesar del riesgo, utilizó su pasaporte austriaco para realizar viajes esporádicos a Alemania, con el fin de documentar la vida bajo el régimen nacionalsocialista y desmentir la falsa propaganda oficial. Sus reportajes, a menudo anónimos, se publicaban en Praga, Moscú y periódicos de exiliados alemanes en Francia.

En esa línea, en 1937, publicó por entregas la novela Elisabeth, una muchacha hitleriana, la tercera obra de Leitner publicada en español por El Desvelo. El editor Javier Fernández Rubio destaca de ella que fue “una parodia y contrapunto” a la novela de propaganda nazi Ulla, una chica hitleriana. Pero también que no era una ficción al uso: basada en entrevistas, reportajes y vivencias, la obra narra cómo el auge del nazismo devoraba Alemania y las mentes de los jóvenes.

En su trabajo, el profesor Julian Preece señalaba que esta novela es “la más radical de Leitner desde el punto de vista de la emancipación de la mujer, abordando temas como el control de la fertilidad femenina”. En esa línea, Preece destaca que Leitner desarrolló una estética narrativa distintiva, rompiendo con las convenciones de género, subvirtiendo formas aceptadas y llenando formatos populares con contenido progresista.

Portada del libro 'Elisabeth, una muchacha hitleriana'.

Un final trágico y un rescate necesario

Los últimos años de Leitner en París estuvieron marcados por la penuria económica y la enfermedad. Tras el armisticio entre Francia y Alemania, en junio de 1940, su precaria situación se agravó al ser detenida e internada en el Camp de Gurs. Aunque logró escapar y permaneció oculta en Toulouse, fue vista por última vez en Marsella en la primavera de 1941, esperando un visado para Estados Unidos. Sin embargo, el visado le fue denegado. Fernández Rubio apunta que posiblemente le negaran el viaje debido a cuestiones ideológicas o porque su solicitud se registró en la “cuota húngara”. Así, Leitner sufrió un delirium furibundum al saber que le habían denegado el visado y murió el 14 de marzo de 1942 en un centro psiquiátrico de Marsella.

Fue el final de su vida, pero no de su reconocimiento. Porque en la antigua República Democrática Alemana, algunos de sus libros se editaron como ejemplo de “literatura proletaria” y se reimprimieron en grandes tiradas (hasta 50.000 ejemplares). Mientras tanto, en el “bloque occidental” su obra fue largamente olvidada debido a la más que justa asociación de su obra con el comunismo. Sin embargo, a partir de 2013, se ha iniciado un proceso de rescate literario que también ha llegado a España.

Para el editor Javier Fernández Rubio, el rescate está más que justificado. Fernández considera que Maria Leitner reúne muchos ingredientes para que la historia la vuelva a situar en el lugar que merece. Entre ellos, haber hecho periodismo literario y encubierto en una época “muy compleja”, en la que los periodistas viajaban físicamente y se hacían pasar por trabajadores para obtener sus reportajes, y en la que las mujeres aún resultaban más difíciles de ver.

El editor, de hecho, considera que tanto su obra como su propia vida son muy cinematográficas, por lo que rescatar su figura ha sido, además de un placer personal, “un acto de justicia” que permite descubrir a una autora “muy elegante, muy sencilla, muy periodística escribiendo, pero muy cañera”. El esfuerzo, eso sí, parece haber merecido la pena, ya que, por el momento, los dos primeros títulos se han vendido muy bien.

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